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Historias de cómo se vive sin escuchar

Domingo, 04 de octubre de 2015 00:00
<div>Sergio Rodríguez, Hugo Farfán, Virginia Gorostiaga y Stella Farfán con sus pequeños. Silvia Granara&nbsp;</div><div>
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Para conocer las experiencias y plantear los problemas que viven a diario las personas sordas, El Tribuno se reunió con un grupo de ellas que contaron cómo fue y es su vida.
Sergio Rodríguez cursó la escuela primaria gracias a la compañía de su hermano. Si bien él era mayor por tres años, estudiaron juntos desde jardín de infantes. Durante todos estos años fue su intérprete y su papá fue quien lo apoyó y acompañó con las tareas de la escuela. Cuando llegó el momento de cursar el secundario las cosas fueron distintas. Su hermano siguió adelante con los estudios pero para Sergio el camino se puso cuesta arriba. El número de profesores y la falta de acompañamiento hizo que dejara de estudiar y se dedicara a trabajar. Así, durante 6 años trabajó en una imprenta haciendo almanaques y láminas. Cuando cumplió los 18 se animó y volvió a estudiar. Esta vez fue en un Bachillerato para Adultos (BSPA). Hoy, Sergio con 37 años es padre de dos chicos que no tienen problemas de oído y sigue trabajando con la imprenta, pero en su casa.
"Los chicos saben usar el lenguaje de señas y con mi esposa, que también es sorda, los acostumbramos a manejar las dos lenguas", contó Sergio a El Tribuno.
Hugo Farfán es diseñador gráfico, padre de dos niños, y también tiene la condición de ser sordo. La falta de audición le llegó a los 5 años, y las razones hasta ahora son un misterio. Pasó su niñez y parte de su adolescencia en la localidad de La Merced, donde vivía su familia. Allí hizo la primaria. Cuando le tocó hacer el secundario probó en una escuela del centro pero no pudo adaptarse y volvió a La Merced. Allí terminó como abanderado. "Al no haber intérprete o no tener un docente que conozca el lenguaje de señas, la lectura de los labios se agudiza. Estudió tres años arquitectura a la Universidad Católica y dejó. Luego conoció el diseño gráfico y esta vez alcanzó su título.
Su vida en familia no es diferente a la de cualquier otra persona. "Así como vos te emocionás al escuchar a tu hijo decirte mamá por primera vez, yo me emociono cuando mi hijo hace la señal de papá", describió Hugo.
Este diseñador gráfico aseguró que la falta de intérpretes hace que todo se complique. "Además, la mayoría de la gente piensa que por ser sordos tenemos problemas de aprendizaje o sociabilización o retraso y no es así", aseguró Hugo, mientras tomaba un anotador para recomendar un libro que ayuda a entender el mundo de los sordos.

Mujeres con fuerza interior
Stella Maris es hermana de Hugo. Perdió la audición en forma moderada desde los 8 años. A los 13, ya no escuchaba nada. Fue entonces cuando dejó de estudiar. Ante la pregunta de El Tribuno de ¿qué hacía? Stella respondió: "Lloraba". Un día, cuando acompañaba a su mamá al supermercado, el cajero le recomendó que la lleve a la Asociación de Sordos. "Fue entonces que aprendí el lenguaje de señas. En 6 meses cambió mi vida", contó. En dos años terminó su educación. Asistió a la Escuela de Bellas Artes. Hoy, Stella trabaja en Efeta y dicta talleres de arte en el Museo de Bellas Artes.
Virginia Gorostiaga es la más joven del grupo. Su problema de audición se hizo notorio cuando empezó el secundario. Fue entonces que su familia tuvo conocimiento de que Virginia era sorda. Esto no cambió las cosas. Su familia nunca quiso aprender el lenguaje de señas, y Virginia lo aprendió a los 28. El deporte es su gran bastón de apoyo. Desde el año pasado participa de maratones. En 2014 obtuvo el tercer lugar en la carrera de Cerrillos a Salta.

Diez años de terapia con los caballos y casa propia
Una fundación que ayuda a niños con dificultades motrices estrena su sede. A diez años de su creación, la fundación Equinoterapia del Azul, dedicada a los niños y jóvenes con dificultades psicomotrices, inaugurará un espacio propio en el Salta Polo Club.
La nueva sede cuenta con todas las condiciones necesarias para acompañar el desarrollo de los chicos con tratamientos de rehabilitación que se basan en el juego y el contacto con los caballos.
La inauguración se realizará el 16 de octubre, a partir de las 18.30, en el Salta Polo Club, ubicado en la avenida Bolivia 2800.
La Fundación Equinoterapia del Azul cumplirá 10 años de vida institucional en la ciudad de Salta. La habilitación de un espacio propio es el resultado de la perseverancia y la constancia.
Esfuerzo
Elena Cataldi, titular de la institución, manifestó: "Cumplir diez años es especial e importante para todo el equipo y familia del Azul. Estamos muy felices de concretar este sueño que con tanto esfuerzo se logró".
"Ahora apuntamos a brindar más posibilidades a los niños, adolescente y jóvenes", expresó la referente, agradeciendo además la solidaridad de muchos salteños que colaboraron para que se pudiera concretar este proyecto.
El nuevo lugar cuenta con salón de usos múltiples, sala de juegos, consultorios, cocina y baños. "El espacio amplio permitirá, además, que se realicen talleres de oficios y actividades recreativas para mejorar la calidad de vida de los chicos", manifestó Cataldi.
De la inauguración de la nueva sede participarán profesionales de la salud, instructores de equitación, veterinarios, familias y colaboradores, junto a las autoridades de la Municipalidad y Gobierno provincial.
La fundación Equinoterapia Azul fue una de las primeras en empezar a considerar los caballos como la parte fundamental de una terapia de rehabilitación.
El trabajo de la fundación tiene un gran reconocimiento a nivel nacional y Elena Cataldi fue una de las ocho nominadas al premio Abanderados de la Argentina en el año 2013.
El espacio propio es un sueño a partir del cual se consolidarán nuevos proyectos para seguir ayudando a los chicos con dificultades psicomotrices.

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