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Una invitación que lanza desde el inicio del pontificado en marzo del 2013.
Al hombre moderno, que sufre "el drama de la soledad", a los refugiados, a los jóvenes, a las víctimas de la cultura del descarte, al hombre "atraído por los placeres de la carne", el Papa promete la ayuda de la Iglesia.
"Vivir su misión en la caridad que no señala con el dedo para juzgar a los demás, sino que se siente en el deber de buscar y curar a las parejas heridas con el aceite de la acogida y de la misericordia; de ser hospital de campo, con las puertas abiertas para acoger a quien llama pidiendo ayuda y apoyo; de salir del propio recinto hacia los demás con amor verdadero, para caminar con la humanidad herida, para incluirla y conducirla a la fuente de la salvación", dijo Francisco.
"La Iglesia debe buscarlo, acogerlo y acompañarlo, porque una Iglesia con las puertas cerradas se traiciona a sí misma y a su misión, y en vez de ser puente se convierte en barrera", concluyó.
"El campo alemán", liderado por los cardenales Walter Kasper y Rainhard Marx, cuenta con el apoyo de teólogos progresistas alemanes, suizos y americanos. Prelados europeos, canadienses, australianos, asiáticos y latinoamericanos se identifican con ese movimiento.
Otro grupo de prelados son hostiles a todo cambio de la doctrina, sobre todo aquellos del sur del planeta, como los africanos, apoyados por los estadounidenses, italianos y polacos.
Se trata de una batalla a alto nivel, entre los que defienden un cambio y los que se oponen con fuerza a ello.
El papa Francisco deberá elaborar en base a los debates un documento papal, que en general no refleja la voluntad de las mayorías. Así ocurrió con Pablo VI con el tema de la píldora anticonceptiva en 1968. Mientras el Papa la condenó en su encíclica, la mayoría de los católicos la utilizaba.