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Drogas: la confesión
¡Buen día! Hace un tiempo se publicó en esta sección el testimonio recogido por un diario capitalino: "Drogas: si supieran...". Transcribía la angustia de padres de un hijo drogadicto. Poco después apareció el testimonio de Pablo Vela, un joven que gracias a la ayuda recibida y a su fuerza de voluntad, logró zafar de semejante flagelo. Dice, por ejemplo: "Hoy estoy a pocos meses de cumplir cuatro años sin consumo. ¡Para qué contarles cómo cambió mi vida! Hoy estoy vivo en el sentido más extenso de la palabra. Hoy soy yo cada segundo del día. Doy gracias a todos por haberlo intentado. En mi caso las cosas van saliendo bien. ¡No se imaginan cuántos compañeros quedaron en el camino! Porque no pudieron, no por no haberlo querido... La droga no es ni buena ni mala, al igual que un arma. El tema es si se usa o no, y en todo caso, cómo se usa. Existen el uso, el abuso, y finalmente, la dependencia. Podríamos seguir hablando sobre drogas y las conductas humanas de quienes las utilizan. No es mi idea ni estoy capacitado. Señores padres, madres, tutores y/o encargados: la droga es la medicina perfecta de los chicos sin proyectos, de los que detestan la vida que llevan, de los excluidos que no pueden siquiera soñar. Pongan el ojo ahí. Una persona medianamente feliz puede llegar a probar, pero no quedaría atrapada, porque sus proyectos y deseos están primeros. Ayuden a sus hijos, parientes, amigos a ser felices, a cumplir sus proyectos. Se van a ahorrar la nefasta experiencia de la droga, créanme". Sumergirse en el mundo de la droga parece el camino más fácil para encontrar la tan ansiada felicidad. Pero cualquier droga es siempre un recurso de evasión. Y toda evasión, más tarde o más temprano, terminará pasando facturas que, en la mayoría de los casos, terminarán en esclavitud. Como toda adicción, los hilos de la dependencia se van fortaleciendo hasta el punto de resultar muy difícil una total liberación.