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Jamás le importó si enfrente tenía un "gil" o un guapo, a todos los conquistó con su increíble voz e inquebrantables códigos.
Siempre se lo vió de "punta en blanco". Cuando las luces del escenario enfocaban su figura, cristalizaban el sinónimo de un verdadero profesional.
En diversas ocasiones cuando tuvo que elegir en su vida, no se complicó, revoleó una moneda "a cara o cruz". Un ser humano que predica humildad, pero que necesitó de un grado de "vanidad" para alcanzar ciertos logros. A sus amigos jamás los sintió su "propiedad privada", todo lo contrario los mantuvo a su lado con "alma, corazón y vida". Alguna vez se alejó de los cabarets sentenciando "procuro olvidarte" pero no ocurrió lo pronosticado, siempre volvió a su primer amor.
Salteño de cuna, también incursionó en el recordado conjunto Las Voces del Huayra.
Creció en el mismo barrio del legendario Daniel Toro. Sus cuerdas vocales despertaron a temprana edad. "Hacíamos un dúo con Daniel, yo tenía 6 años y él ya había cumplido los 8. Íbamos a la escuela Pólvora (Padilla). Nos invitaron al programa El Carrusell de los niños, que conducía Lagomarsino, lo veía toda la familia. Mi papá tocaba la guitarra y cantaba, eso me motivó a iniciarme en esta profesión", comentó.
Se trataba del cordobés Humberto Novile, propietario del recordado San Su Sit (La Rioja 111). Le contesté que no tenía ropa para subir a un escenario, yo tenía 14 años. Al otro día me llevó a Casa Modart y me empilchó de pies a cabeza. Mi papá se enojó y me prohibió usar su apellido (Cardozo), pero mi mamá me dijo que actúe con el de ella (Aranda). Alguna veces me escapaba por la ventana de mi casa para ir a cantar al cabaret. Hacía un repertorio con melódicos mexicanos. Fueron dos años de mucho aprendizaje", agregó.
La siguiente experiencia la reflejó en San Pedro de Jujuy. "Allí me quedé cuatro años, con presentaciones todos los días en Macambo y Marabú". Pero los artistas siempre están en continuo riesgo por la tiranía de los tiempos. "Una noche viajando a Orán con mi representante sufrimos un terrible accidente, él falleció a los meses. Estuve internado un buen tiempo, me llevó seis meses para poder recuperarme, fue un milagro seguir con vida".
Sin dudas otras épocas, la noche de cabaret en Salta era conocida en el país entero. "Hacían cola para entrar. Se traía a los mejores artistas, inclusive de otros países. Existía un gran respeto por las mujeres, no había lieros, concurrían pesados pero eran tranquilos. Se armaban algunos quilombos pero no pasaba a mayores. Tuve una excelente relación con las mujeres, eran mis compañeras de laburo. A mi señora la llevé muchas veces, ella las conocía a todas las chicas".
Aranda también se encargó de diferenciar entre whisquería y cabaret. "En éste último había espectáculo. Las whisquerías eran prostíbulos carpeados. Coincidían en que tenían mujeres coperas, quienes recibían una pulsera por cada trago que invitaba el cliente. Algunas terminaban la noche con los dos brazos repletos de pulseras. Ellas recibían un porcentaje de cada copa".
También vivió la incorporación del travesti al espectáculo. "Acá teníamos a la santafesina Mónica Mayo, muchos hombres pagaban lo que sea por tener sexo".
Desde San Su Sit hasta Barbie, pasando por el 15-14, Tabari, Mombiyú, Ciro, Queen y tantos otros, se deleitaron con la voz de este enorme cantante que aún mantiene intacto su talento. "Tuve vivencias buenas y malas, aunque el saldo es positivo, tengo una familia maravillosa y jamás olvido que el cabaret es el lugar donde la noche pasa sin darnos cuenta", dijo finalmente Oscar Aranda.
Cuando llegamos a destino me faltaba la viola, me quería morir. Rimoldi Fraga al instante hizo las averiguaciones y rápidamente dieron con el culpable, a mi amigo lo llevó la policía. Cuando llegué a la comisaría y ví quien era el responsable, me negué conocerlo, mi amigo se quería largar a llorar. Lo tuvieron dos días en cana, después me quería matar cuando nos encontramos en el hotel”.