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Laberintos humanos. Eso debo hacer
La princesa de la canción que cantaba la niña, le repitió al caballero que no quería ser rescatada del dragón, al que amaba. ¿Y qué me importa a mí a quien usted ame?, le preguntó retóricamente el caballero de la canción de la niña a la princesa. El rey me encomendó que la lleve de regreso, y eso debo hacer.
Lo que un caballero debe hacer, dijo la princesa en la canción de la niña, es impartir justicia, que para ello estudian y se entrenan en los cuarteles que los reyes tienen por doquier. Para ser justos es que salen a andar las aventuras, y no regresan a la corte sino con los relatos de sus hazañas, que siempre son justas.
Pero es que la justicia, le respondió el caballero en la canción de la niña, no es el capricho de una princesa, por bonita que sea, sino la orden del rey. ¿Quién decide que es justo o injusto? ¿Quién decide si las rosas son blancas o rojas, y las estrellas son blancas o amarillas? ¡El rey!
Y el rey me pidió que la lleve de regreso, le dijo el caballero a la princesa en la canción de la niña, y mal que le pese, eso debo hacer. ¿Y si le pago con estos collares de perlas?, le preguntó la princesa, pero el caballero repitió que eso debo hacer. ¿Y si le pago con estos paños bordados con hilos dorados?, le preguntó y el tozudo caballero le respondió que eso debo hacer.
¿Y si le pago con los besos apasionados de esta boca rojo carmesí?, le preguntó la princesa echándose en sus brazos al tiempo que el dragón, celoso, se asomaba a la puerta de la cueva de la canción de la niña.