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Laberintos humanos. Contrapunto igualitario

Domingo, 20 de diciembre de 2015 00:30
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Laberintos humanos. Contrapunto igualitario

No hay más sordo que quien no quiere oír, dijo la mujer de la escoba por si venía al caso, y aunque se refería a lo que su vecina decía de sus nietos, pensamos que podía también referirse a nosotros, que habíamos comprado una gaseosa para escucharla pelear con Ponciano Avalos, el tuerto.

Carla Cruz me dijo por lo bajo que la cosa se ponía buena, justo cuando don Ponciano, que corría el riesgo de quedar afuera, dijo que esa pelea era sólo suya, ¿o es que acaso van a pelear entre mujeres? Es que ahora se puede el contrapunto igualitario, dijo la tercera, pero la de la escoba aclaró que a ella le gustaba con varones.

Lo dijo mirándolo con picardía, y el hombre creyó que era la oportunidad de acelerar, por lo que dijo que si quería iba a comprar pan. ¿Pan?, preguntó la de la escoba. Para el guiso que está cocinando, dijo don Ponciano. ¿Y quién lo invitó?, dijo la de la escoba. Es que se me hace que hay un lugar vacío ante su mesa.

La mujer dejó la escoba contra la pared de la vereda, se limpió las manos en la falda y cuando pensamos que iba a pegarle un cachetazo, le dijo que pasara nomás, pero que no estaba cocinando guiso sino milanesas. Y cuando ya entraron a la casa tomados del brazo, la tercera se nos acercó para decirnos que hace treinta años que hacen lo mismo.

Treinta años que cada mediodía empiezan por discutir para terminar pasando a comer juntos, y sólo Dios sabe las cosas que siguen a la hora de la siesta, nos dijo como si nos interesara. Y lo cierto es que queríamos saberlo y lo supimos.

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