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Laberintos humanos. El sueño. copy
Y dormía cuando en sueños se me apareció una abuela a preguntarme si es que no estaban pasando cosas demasiado extrañas en los últimos Laberintos Humanos. Es como si por alguna razón usted se quisiera evadir de la realidad, don Dubin, me dijo. ¿No se acuerda cuando estos cuentos contaban cosas de todos los días?
La miré como quien mira a una persona sabia, y le respondí que acaso fuera cierto pero nunca esperé que esas cosas me fueran reclamadas dentro de un sueño. Es que este Dubin debe haber tenido sueños muy chupamedias hasta ahora, terció otra señora que bajaba con bolsas llenas de verduras.
¿Y qué considera usted un sueño chupamedias?, quiso saber la primera exagerando el interés de su atención. Lo que dicen las mismas palabras, dijo la señora de las bolsas del mercado: un sueño que te sueña cosas solo para quedar bien con vos. Yo, en cambio, prefiero soñar sueños que me dejen temblando por la mañana, dijo.
Pero si los sueños le soñaran eso que usted quiere, le retrucó la abuela, serían tan condescendientes como los sueños de Dubin, que es al fin de cuentas a quien empecé por decirle lo que pienso. Lo que empezó por decirme, le dije, fue que los cuentos de los últimos Laberintos eran muy extraños.
Y acaso sea cierto, le dije cuando ya me despertaba por los golpes que daban a mi puerta. Suponiendo que no se iban a detener al cerrar los ojos, me levanté para ver de qué se trataba, y vi enmarcada a una jovencita con los ojos llenos de lágrimas que se invitó a pasar para sentarse ante la mesa de la cocina.