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Quince días pasaron de aquel sábado en el que Candelaria Castillo, embarazada y con su pequeño hijo de 3 años, fue arrastrada por el río San Felipe en Santa Victoria Oeste.
Nada se sabe aún de ellos pero las tareas de rastrillaje continúan a lo largo del río. A bordo de una camioneta que intentaba cruzarlo, la mujer junto a otras nueve personas experimentaron lo mismo con la diferencia que ella y su pequeño no pudieron ser rescatados. Dos niños de 2 y 3 años perdieron la vida mientras esperaban por ayuda.
"No creo que estén vivos. El río San Felipe lleva aguas heladas (producto de deshielos de los cerros), es peligroso por declive y velocidad. Solo un milagro podría hacer que aún estén con vida. Hay testigos que vieron cómo se los llevaba el río", explicó Sánchez Rosado.
"Nuestro equipo está trabajando sobre un río que viene de una crecida y eso conlleva factores que dificultan y hacen aún más lentas las tareas. Es un río que lleva desechos, barro y piedra. Además, por las características geográficas de la zona, el trabajo también se torna peligroso para nuestro personal porque se trata de una zona fácil de desbarrancar", comentó.
Desde el pasado 7 de marzo, la búsqueda de Candelaria y su hijo es el eje de la labor llevada a cabo tanto por la División Lacustre como Bomberos y efectivos de la comisaría de Santa Victoria Oeste.
"Puede ser que el barro los haya tapado, es algo que no se descarta pero nuestra labor termina cuando se los encuentra. No sé cuanto tiempo puede transcurrir", concluyó el subcomisario a cargo de la División.
La solidaridad de los pobladores se evidencia cada día con la participación de muchos de ellos en el rastrillaje. El conocimiento que poseen del lugar representa un gran aporte para el equipo de rescatistas, quienes, divididos en varios grupos, se reparten el trabajo.
Un final distinto
Oriunda del paraje El Antigal, a pocos kilómetros de Santa Victoria Oeste, Candelaria fue uno de los tantos que llegarían al pueblo a cobrar sus haberes ese día. Esta vez la historia tendría un final distinto en el que la incertidumbre y la tristeza aún embargan a propios y ajenos.