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Urtubey y el pasado que lo condena | Panorama salteño

Domingo, 26 de abril de 2015 00:30
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A medida que avanza la fecha hacia las primarias nacionales de agosto y las generales presidenciales de octubre, los comicios en las provincias van marcando la expectativa natural que genera el comienzo de un nuevo período de gobierno.

Los candidatos presidenciales tendrán hasta esas fechas una radiografía del escenario nacional en base a los resultados en las provincias, que serán parte del arsenal proselitista con el que seguramente han de encarar la última etapa de la campaña.

Es lógico pensar que los resultados provinciales marcarán una tendencia entre las opciones presidenciales, pero indudablemente, y más allá de los candidatos, el escenario político en el país plantea pocos caminos: seguir con el actual modelo, cambiarlo diametralmente o apostar a un cambio no tan brusco que permita cierta continuidad en la aplicación de políticas hoy arraigadas en materia de subsidios y asistencia social. No existen muchas más alternativas ni términos intermedios en esta disputa.

Los aspirantes al sillón de Rivadavia lo entienden de esa manera y es por eso que las elecciones primarias del fin de semana pasado en Santa Fe y Mendoza, junto a las de hoy en Capital Federal y a la general de Neuquén, seguirán sumando o restando al capital político de cada candidato.

El triunfo de Juan Manuel Urtubey en las primarias del domingo 12 de abril en la provincia fueron el trampolín que dio rienda suelta a la euforia kirchnerista con los referentes nacionales que llegaron urgentemente a esta ciudad para la foto triunfal.

Hasta el momento, y más allá del resultado parcial de las PASO en Salta, nacionalizar las elecciones en las provincias para proyectar el triunfo del kirchnerismo no ha dado buenos resultados para el oficialismo nacional.

La euforia de Daniel Scicoli, Florencio Randazzo o Agustín Rossi en Salta tras el triunfo de Urtubey parece ahora contenida y a la espera de otra victoria que no llega. En la concepción kirchnerista del poder es necesario sumar triunfos como sea. Todo vale hasta las primarias nacionales del 9 de agosto y las generales del 25 de octubre.

Pero hay realidades que son inobjetables: Salta tiene muy bajo peso electoral a nivel nacional (apenas representa el 3 por ciento del padrón en el país); es la segunda provincia más pobre de la Argentina, con uno de los índices más altos de desempleo y más bajos en infraestructura, vivienda, salud y educación.
Una sostenida caída en la producción agrícola y ganadera se consolidó a partir de la falta de incentivos del gobierno provincial.

La actividad industrial es pura retórica y anuncios con supuestos parques industriales que solo muestran desde hace años el cartel de obra.

Obviamente, en este escenario la generación de empleo genuino resulta una utopía: conseguir un trabajo en Salta fuera de la administración pública y lejos de los tentáculos del clientelismo político es prácticamente imposible.

En materia de viviendas, ni siquiera la proximidad con el Gobierno nacional ha logrado traer beneficios notables para población. Urtubey aparece reaccionario ante la propuesta de la oposición sobre el plan Mi casa propia. "Fraude es que te anoten en un plan de viviendas que no existe", dijo hace unos días, pero se olvida que en su gestión, y en medio de los escandalosos manejos en el Instituto Provincial de la Vivienda, se adjudican casas que ni siquiera están licitadas.

Urtubey insiste en que Salta no debe volver al pasado. Es lo único que le interesa y, aunque no lo quiera reconocer, fue en el pasado reciente cuando Salta se posicionó como potencia en la región y donde se concretó la mayor cantidad de obras de infraestructura que hoy sostienen la actividad económica en la provincia.

Seguramente al kirchnerismo nacional poco le importa este pasado, pero es importante que los salteños no lo olvidemos.
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