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Laberintos humanos. La lechuza | Laberintos Humanos

Sabado, 09 de mayo de 2015 19:24
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Laberintos humanos. La lechuza

En la pantalla de su teléfono celular, el Abuelo Virtual rio con su voz metalizada y luego le dijo que podía confiar en ese viejito que seguía al cuis hasta que desapareció debajo de la tierra como diablito tras el carnaval. Pero al buscarlo, el viejito ya no estaba y Carla Cruz escuchó un chistido desde lo alto.

Se asustó cuando, al volverse, vio una lechuza posada en una de las ramas del árbol. La lechuza la miraba a ella con la misma intensidad con que Carla Cruz miraba a la lechuza que le había chistado, pero acaso con otras intenciones y abrió sus alas tan anchas que le parecieron más grandes que la copa del árbol tras cuyo troncos se había escondido.

La lechuza aleteó para salir volando y atravesó el aire batiendo como aplausos hasta perderse sobre un planeo suave, y entonces Carla Cruz vio que el viejito estaba parado sobre la misma rama en la que había estado el pájaro, y parecía estar parado en la misma posición que, antes de volar, tuviera la lechuza.

El viejito saltó a su lado con sorprendente agilidad y Carla Cruz le preguntó si es que había imitado a la lechuza del mismo modo en que, antes, imitara al cuis. Pero cuando los imitaba no podía verlo, le dijo Carla Cruz y el viejito le respondió que entonces era que los imitaba bien, ¿no será? Será, le dijo Carla Cruz sin comprender del todo.

Es que imitando a los animales del cerro me escondo de la vejez, le dijo el viejito despacio y al oído como si fuera un secreto y un chiste a la vez, porque después de decirlo se rio con una risita suave.

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