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Pasó lo que pasó, dijo Herrera al admitir el brutal femicidio de Gabriela

Sabado, 04 de julio de 2015 00:00
En el patio quedaron un bloque y un hueco marcado en la tierra; en ese lugar murió Gabriela Zurita. Jan Touzeau
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Gustavo Adolfo Herrera (30) admitió elípticamente haber sido el autor del escalofriante asesinato de Gabriela Romina Zurita (21), ayer durante la indagatoria que le tomó el fiscal Pablo Paz, a solo pocas horas después de haberse entregado durante la madrugada.
El frío y nublado viernes ensombreció a villa Lavalle, donde los vecinos hablaban del crimen y miraban la casa con recelo. A pocas cuadras del lugar donde mataron a Gabriela, sus tres pequeños hijos de 5 y 4 años y de 7 meses, estaban bajo el cuidado de un niño, mientras sus abuelos paternos formalizaban en la Ciudad Judicial la tenencia de los menores.
El último tiempo no había sido fácil para Gabriela. Su esposo y padre de los hijos, Carlos Ramos, purga una pena por robo en la cárcel desde hace varios años. La economía del hogar era más que vulnerable. Los niños eran mantenidos con 1.900 pesos mensuales de la asignación universal más alguna ayuda de los padres de Gabriela, que viven en Chile (la madre) y La Pampa (el padre).
Para peor, la madre de Gabriela había vendido la casa por $200 mil pocos días antes del crimen. La joven se había refugiado en la vivienda de su suegra, Clarisa Rojas, donde ya construían un espacio para ella y sus tres niños: Carlo, Karla y Naira.
Cinco meses atrás Gabriela inició una relación con Gustavo. Convivieron dos semanas. Pero este amor estaba signado por violencia, alcohol y drogas.
El ataque
"Pasó lo que pasó", fue la elíptica frase que sonó contundente en la oficina de la Fiscalía. Gustavo Herrera admitió que mató a Gabriela y poco después se impuso el secreto de sumario en la causa.
"Hay medidas procesales que se están ejecutando y otras pendientes en la investigación", explicó Daniel Luna, abogado del imputado.
"El (por Herrera) aceptó que es el único autor del hecho", añadió Luna, y confirmó que las horas previas al homicidio hubo ingesta de bebidas alcohólicas y sustancias.
En la noche del martes, después de la goleada de Argentina a Paraguay, Gabriela y Gustavo habían festejado el triunfo bebiendo y rompieron un portón para entrar a la casa, que ya tenía nuevos dueños. Ella llevaba a sus tres hijos. Iban a pasar la noche allí, en una habitación donde había algunas colchas que tirarían sobre el piso.
"Me desperté a las 5 porque sentimos ruidos. Mi esposa pensó que venía alguien a casa, pero yo escuché el llanto de niños. Salí y por la tapia vi que un chango le pegaba a una chica", contó un vecino y testigo que no quiso dar su nombre.
"Cabeza (el apodo de Herrera) la está matando a mi mamá", fue el grito de Carlo, el hijito de 5 años al que también le dicen Peke. El niño corrió a la vereda con su hermanita Naira, de 7 meses, en brazos.
"El papá de Cabeza estaba afuera y dijo que se había ido porque tenía miedo de que Cabeza también lo mate a él. Nosotros sentíamos ruidos de cascotes que se partían. Después se escuchó un ruido horrible, como el crujido de huesos. Yo fui hasta la comisaría de villa Lavalle, porque habíamos llamado tres veces al 911 desde las 5.05 y nos preguntaban tonteras. La Policía llegó después las 5.15. Gabriela se murió acá", relató minuciosamente el testigo.
Se supo que tras el crimen el homicida caminó con sus manos llenas de sangre hacia un callejón cercano, donde ingirió pastillas.
"Cabeza estaba empastillado cuando mató a Gaby. Ahora ella está con Dios", dijo un changarín ayer por la mañana, mientras limpiaba el patio de la casa de Merardo Cuéllar 2500.
"Estaba todo lleno de sangre. Hay un hueco marcado en el suelo. Ahí cayó Gaby. Era una buena persona. Siempre andaba con sus tres hijitos", añadió otro changarín, mientras señalaba un pequeño pozo en el pa tio de tierra.
¿Se entregó o lo detuvieron?
Hubo dos versiones sobre la detención de Gustavo Adolfo Herrera.
La primera, la que se estuvo gestando desde las primeras horas del jueves, es la que dio a conocer El Tribuno a través de las palabras del abogado defensor del imputado por el crimen de Gabriela Romina Zurita, David Luna.
El abogado había solicitado todas las garantías a la Justicia para la seguridad física de su defendido, por entonces prófugo.
En horas de la noche del jueves el prófugo Herrera llamó a su defensor y a su madre, desde el lugar donde se hallaba escondido, en barrio Solidaridad, para efectivamente entregarse.
Al parecer, los teléfonos del letrado y los familiares de Herrera estaban siendo objeto de escuchas, por lo que en minutos el lugar donde se escondía Gustavo Adolfo Herrera fue rodeado por la Policía. "Sabían que estaba en esa cuadra, pero no sabían el domicilio exacto. Yo llevé a la mamá de Gustavo y ella ingresó directamente al domicilio del prófugo, recién entonces actuó la Policía. Que quede claro, mi cliente se entregó, es más, lo entregó su propia madre", dijo el defensor.

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