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Laberintos humanos. La miseria

Lunes, 18 de enero de 2016 16:51
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Laberintos humanos. La miseria

Era posible, pensamos con Armando, que ese hombre nos estuviera advirtiendo. Nos dijo que esperaba matar al hombre que admiraba. Dejó entrever, o acaso lo dijo, que la víctima debía pasar delante suyo, y fue por ello que nos sentamos a su lado. Creímos que podíamos colaborar con la justicia.

¿Pero si por alguna razón ese hombre nos admiraba? ¿Si acaso nos advertía que de pasar delante suyo se nos echaría encima para matarnos? ¿Si nos salvaba habernos sentado a su lado para evitar que matara a quien creíamos que no era nosotros?

Sin embargo nos detuvimos ante la posibilidad de que la ironía fuera aún mayor: ese hombre habló en singular. Si éramos nosotros, no éramos los dos, Armando y yo, sino uno sólo. Podía yo dejar que lo acaba a él o él permitir que me asesinara. Con su advertencia, lo veíamos ahora claramente, nos permitía la posibilidad de ser miserables.

Y uno debe pasar en la vida por ciertos transes, incluso el inevitable de la muerte. Hay esquinas de la vida por las que debemos transitar, pero ser miserables, especular cuando la sangre en juego es de otro, ese es un destino que podemos evitarnos. Una mancha que podemos no dejar caer sobre nuestra alma, aunque más no sea por ese sano orgullo que se llama dignidad.

Y sin embargo, lo sabíamos, en los momentos delicados de la vida no todos los hombres somos dignos, y acaso ni siquiera la mayoría de los mortales lo intentamos. Entonces fue que vimos venir desde lejos a quien no imagináramos que fuera a ser la víctima del delirio asesino de este hombre.

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