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Laberintos humanos. Bruce Brinner.

Lunes, 25 de enero de 2016 01:30
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Laberintos humanos. Bruce Brinner.

Gracias al viaje de Bruce Brinner, el mundo supo que las canciones de Vernuce no eran la mera conclusión de su enfermedad, que no fueron el opiáceo sueño de la heroína mezclada con el whisky barato sino una iluminación de aquellas que Platón atribuía a los poetas.

Así se supo que la Tilcara que ella mencionaba en sus canciones improvisadas junto al cuarteto de Charlie Parker, no fueron una alucinación terminal, y entonces se empezó a sospechar que esas historias de amor frustrado que cantaba, acaso fueran reales aunque ella ignorara la vida de esos Catacatas, Gaspares y Paredes que las protagonizaban.

Cuando Bruce Brinner, ya septuagenario y millonario, llegó a Tilcara, me empezó a contar aquellas que quedaron grabadas pero, para nuestra sorpresa, ninguno de los herederos de esos apellidos las recordaban. No nos resignamos por ello, porque confiamos más en las pretendidas artes proféticas de mi tía abuela.

Acaso eso sea lo menos importante, nos dijo Armando, porque lo que tal vez quiso señalar la señora con sus canciones era el sitio en el mundo, Tilcara, donde alguna vez vivirían herederos suyos. Es posible, dije tratando de digerir una historia tan extraña, y entonces Bruce Brinner me mostró una foto de Vernuce con Al Dubin, marido de mi tía abuela anterior en dos nupcias a Bruce.

Ella era negra como la suerte, aunque su apellido fuera irlandés, pero Al, aunque con los cabellos cortos engominados y el bigote fino a la moda de entonces, se me parecía demasiado. Era como que yo abrazara a Vernuce.
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