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UN BLUES DE VERNUCE.

Martes, 26 de enero de 2016 18:42
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UN BLUES DE VERNUCE.

Aquella noche, Vernuce O´Hara tomó el micrófono en el centro del escenario. John Ditulio, fiel cronista de esas veladas, lo describe de modo desacertado, y dice que Vernuce O´Hara parecía un atleta del básquet que recibe la pelota bajo el aro. Nada más alejado, porque con sonrisa narcotizada, la cantante de blues tomó el micrófono entre sus manos como si en ello se agotara todo su erotismo.

Jones dejó pasar sus dedos por sobre las teclas del piano como si se tratara de un trámite más, pero la displicencia gestual se desdecía con la genial combinación de sus acordes, y cuando las cuerdas del bajo de Brown comenzaron a bordar con él la melodía, Vernuce inició uno de esos bellos blues improvisados que ya eran sensación de aquella noche neoyorquina.

Como siempre, segundos antes de que Rich acariciara el parche con las escobillas, el blues de Vernuce hablaba ya de ese lugar llamado Tilcara, aldea surandina que inventara en sus versos repentistas, y en ella de amores inconexos como el de Natanael Quispe, lo recuerdo bien: el hombre al que le faltaban tres dedos de una mano.

Cantaba Vernuce que Natanael perdió sus dedos en un accidente minero (no relataba en detalle el accidente) pero si su encuentro con Eulalia Vilte, por entonces enfermera del hospital, quien lo miró a los ojos cuando lo llevaron con la mano envuelta en paños tintos de sangre. Evidentemente se había enamorado y su sentimiento era correspondido, pero había algo más.

Algo que, por supuesto, enrarecía su amor, y de ello trataba el blues de Vernuce.
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