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26 de Junio,  Salta, Centro, Argentina
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Jaime Dávalos, una voz que retumba detrás del olvido

Viernes, 29 de enero de 2016 20:18
Junto a Eduardo Falú, crearon bellísimas páginas del cancionero popular argentino.
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Entre las grandes voces que nuestra provincia brindó a la poesía del idioma español en Sudamérica, sin dudas Jaime Dávalos tiene una voz propia que seguirá resonando aún por mucho tiempo.
Nació en San Lorenzo, Salta en 1921, hijo de uno de los más importantes poetas argentinos, Juan Carlos Dávalos. "Del viejo heredé el amor por lo bello, el canto, la amistad y el vino. ¿Qué mejor herencia pudo dejarme el tata?", decía.

Después de cursar sus estudios, recorrió íntegramente el largo suelo patrio, de uno a otro confín. En ese camino fue construyéndose a sí mismo como un adelantado, un precursor. Sus audacias poéticas, sin dudas tienen cierto aire nerudiano, pero enraizadas en el solar salteño, con metáforas novedosas, donde se mezcla un idioma elaborado con una manera de decir exclusivamente salteña.

En un tiempo se le dio por ser minero, según contó en el programa semanal de televisión que tenía en Canal 7 de Buenos Aires, "El patio de Jaime Dávalos", a fines de la década del 60. Trabajó también como ceramista y como titiritero. Tuvo siete hijos. De su primer matrimonio con Rosa, tuvo a Julia Elena (conocida cantante), Luz María, Jaime Arturo y Constanza. De su segundo matrimonio (con María Rosa) tuvo a Marcelo, Valeria y Florencia. Todos de alguna manera se mantuvieron ligados a la música y al arte, continuando la tradición familiar.

Una voz renovadora
Recién a los treinta y nueve años Dávalos empezó a salir del velo del anonimato, aunque había empezado a publicar a los veintiséis. Y a partir de 1960 libros, y poesías, y cancioneros se sucedieron, y también los premios y los reconocimientos. En un momento interior de ruptura, Dávalos abandonó las típicas frases pintorescas del folklore para reinventar la metáfora en la música popular. Introdujo un nuevo movimiento al proporcionarle imágenes conmovedoras y otros elementos poéticos de calidad a las canciones. Como cuenta en su obra "El Nombrador", "le puso palabras al silencio de su pueblo".

Esta metáfora tiene origen en el hecho antes mencionado, Dávalos dejó el estereotipo de un pueblo en eterno carnaval y contó las vidas verdaderas, los pesares y las humildes y cotidianas glorias de la gente. Se puede ver esta vena en trabajos como "El Jangadero", "Zamba de los mineros" y "Zamba de un triste". Tal vez por este hecho, la cultura oficial no le reconoce la estatura de poeta que fue. Como le pasa a un creador inmenso como Manuel J. Castilla: el hecho de haber emparentado su poesía con la música popular ha servido de prejuicio valorativo sobre su obra. Pero la verdad es que Jaime Dávalos no sólo fue un exquisito poeta sino también un creador exaltado, en constante estado profético. Sin dudas inauguró un estilo que puede ser seguido en poetas como Hamlet Lima Quintana. Fue parte de una de las sociedades más fecundas de la música popular argentina junto a Eduardo Falú a la que se sumaría la del Cuchi Leguizamón y Manuel J. Castilla que también dio altas notas para la cultura popular argentina.

Cuentan que tocaba de oído la guitarra y el charango y que como buen poeta, nunca pudo estar mucho tiempo quieto y salió a buscar al país como dibujante, alfarero y titiritero. En cuál de esas tardes habrán nacido las obras maestras como Río de tigres, Zamba de la Candelaria o Las Golondrinas.

A pesar de padecer una larga enfermedad, él quiso plasmar en cuerpo y alma su certera convicción frente al miedo y la traición de sus pares: "El hambre, la violencia, la injusticia, la voluntad del pueblo traicionada, no harán más que aumentar su rebeldía, no harán más que apurar en sus entrañas una revolución que viene a unirnos en una sola espiga esperanzada, porque América, tierra del futuro, igual que la mujer vence de echada", decía. Falleció en Buenos Aires, el 3 de diciembre de 1981.

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