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Laberintos humanos. Engañando al engañador.
Como la curandera le dijo que no vería el Carnaval porque el Diablo lo evitaba, llegadas las lluvias Tecú ideó el plan de cambiar su destino con un compadre suyo. Cambiaron sus ropas, simularon peinados, aprendieron modos de caminar y reiteraciones de mala acentuación, y haciéndose pasar uno por otro, bajaron al desentierro.
Con ese engaño pretendía engañar al Engañador, pero había jurisprudencia al respecto en los relatos populares. Cada tanto algún vivillo engaña al Diablo y se sale con la suya, y esta vez fue tan así que sucedió lo que voy a contarles: venían Tecú con su compadre, después de haber brindado unos tintos, cuando un vehículo atropelló al compadre de Tecú, que estaba perfectamente disfrazado de Tecú.
Tristán Quispe, que era ese el nombre de nuestro protagonista, se agarró la cabeza desesperado: atropellando al compadre que se había disfrazado de él, el Diablo volvía a impedir que viviera un Carnaval, como tanto anhelaba en vano. Pero pronto comprendió que el Diablo es siempre menos gil de lo que uno cree: debió pasar la noche, mientras bramaban los metales, cuidando a su amigo en la cama del hospital.
Así comprendió que le iba a resultar difícil engañar al Tentador, y en ese mismo tren vivir un Carnaval como tanto quería, por lo que tras todo un año se fingió interesado en vender su alma y comenzó a pecar ya desde octubre. Primero fue un robo pequeño, luego una mano indebida, un insulto impropio, y al llegar febrero sintió olor a azufre y vio un humo colorado tomando forma junto a su cama.