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Laberintos Humanos. Tras los sauces

Viernes, 29 de abril de 2016 21:50
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Laberintos Humanos. Tras los sauces

Neonadio y el juez Pistoccio habían rescatado al changuito de la Casa Grande, y corrieron tras la hilera de sauces para dar con la casa de la madre de Neonadio. Al verlos, la mujer cruzó con su mirada los rostros del niño y de Neonadio, sorprendida y sorprendiéndolos, pero los hizo pasar.

Ya en su hogar humilde, le agradeció al juez que rescatara a su hijito, pero le advirtió que su rapto se repetía cada medianoche porque el dueño de la Casa Grande precisaba entregar al changuito para que el Diablo no le quitara la tenencia. ¿Y qué hace con el niño?, preguntó el magistrado a lo que la abuela le respondió que lo lleva al cementerio para sacrificarlo.

Escucharon estas palabras y, sobre las palabras, escucharon el grito horrorizado del niño. Pistoccio se asomó a la puerta para ver cómo el dueño de la Casa Grande arrastraba al niño rumbo a las cruces del cementerio. No sabía ni cómo ni cuándo lo había recuperado, pero alcanzó con que le hiciera un gesto a Nenoadio para que los dos salieran corriendo de la casa.

Tropezando, Neonadio y el juez llegaron junto al hombre que arrastraba al niño, pero el hombre les preguntó que como era que aún seguían allí, y ni Neonadio ni el juez supieron qué responderle. Sólo sabemos que no lo va a sacrificar, le dijo el juez Pistoccio, y el hombre le dijo a su vez que no tendrían forma de impedirlo porque ya estaba hecho.

Neonadio y Pistoccio se miraron entre sí, comprendiendo que su pelea era impotente ante lo extraño de la situación, cuando el hombre sacó un espejo del bolsillo.

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