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Laberintos humanos. Las respuestas
¿Qué llevaba ese hombre en la bolsa, que rechazó la ayuda de Toronjil a pesar de que se notaba que le pesaba demasiado? Junto a él, como si fuera su sombra, pero una sombra liviana casi esfumada en la neblina que se posaba en el cerro, iba el tercero, que se tomó el trabajo de responderle que el tonto creía que las cosas que aprendió en la vida eran sólo suyas.
Es que en mi bolsa llevo todas las respuestas que me fui dando ante cada uno de los problemas que tuve, dijo el de andar más pesado, el que llevaba la bolsa, y el que se borroneaba contra el paisaje se rió para decirle que daría lo mismo si dejaba esa bolsa, por más llena que esté de respuestas, en cualquier lugar del camino.
Y cuando me refiero a cualquier lugar del camino, continuó el hombre que era apenas una sombra del otro, quiero decir que no importa donde la olvides, como tampoco importa si la cargás o no. Pero acaso sea la consecuencia de haber abandonado tu espíritu, se dijo a modo de consuelo, y Toronjil preguntó que donde pudo haberlo dejado y aun así seguir vivo.
Lo dijo y, en el acto, comprendió que el hombre que era apenas la sombra del de andar pesado, ese era el espíritu de que se había desprendido, y vio que el de andar pesado dejaba caer la bolsa, que murmuró decenas de respuestas sobrepuestas al tiempo que caía por el barranco. Entonces Toronjil se sintió furioso.
¿Qué es eso de andar dejando el espíritu andando sólo por la puna?, le preguntó pensando en todos los niños que se asustarían de ver por los caminos a un espíritu sin cuerpo.