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Laberintos humanos. Extrañas visitas

Jueves, 07 de abril de 2016 18:46
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Laberintos humanos. Extrañas visitas

Así llegaron Neonadio y Toronjil a casa de Carlota Méndez, para sorprenderse al ver allí al juez Pistoccio y al escritor de luengas barbas, don Justino Júmere. Carlota trató de explicar que los estaban esperando desde hacía como una hora, pero se sorprendió al ver que Neonadio, a quien no conocía, conociera sin embargo a las visitas.

No es extraño que personas que uno no conoce se conozcan entre si, pero lo que le llamaba la atención es que un hombre como Neonadio, y al decir esto nos referimos a su aspecto, que es lo único que hasta el momento podía ver la Carlota, se codeara con estos dos especímenes venidos de otro mundo.

Aunque la mujer nunca había visto a un juez, si alguna vez hubiera tenido la obligación de describir a uno no lo haría de otra forma que como a este magistrado, pero lo cierto es que si alguien tan encumbrado precisaba algo de alguien tan común como el Toronjil, su novio, se lo haría saber por medio de la policía, nunca yendo en persona y, menos, acompañado por un poeta de hablar castizo.

En la puna, gente de ese tipo de habla sólo conocía la Carlota a los curas, pero en cuanto había saludado a don Justino con el apodo de padre, el barbado le respondió riendo que apenas de tres hijos, ya bien crecidos y que viven lejos de aquí, lo suficiente como para que nadie pudiera pensar que son sus hermanos, le dijo a la Carlota.

¿Y a qué causa debemos su visita?, les preguntó Toronjil mientras se limpiaba las manos con un repasador antes de saludarlos con la cortesía pulcra que, creía, merecían.

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