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Laberintos humanos. La mujer fatal

Martes, 03 de mayo de 2016 19:28
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Laberintos humanos. La mujer fatal

Comenzó por contar su versión de los hechos la mujer fatal, una rubia delgada y alta que fumaba con boquilla y estaba sentada sobre una mesa del vagón comedor, enfundada en su vestido ajustado y morado, con las piernas cruzadas tanto como para que se las pueda apreciar. Cierto que tuve mis asuntos con el difunto, comenzó por decirles a Pistoccio y a Neonadio.

Lo conocí a bordo de este mismo tren cuando ya llevaba ganado sus buenos dólares en la mesa de póker que se armó en su camarote, y yo aprendí de mi nodriza a ser amiga de los hombres que ganan dinero. Mi padre era agricultor, por si quieren saberlo, y se fundió antes de cancelar una hipoteca. Por eso perdimos todo y me dediqué a la vida.

Tengo mis argumentos, le dijo al magistrado con su mejor sonrisa, pero no soy de andar matando a mis amantes. No hago la calle sino que vivo romances por los que cobro, pero el hombre en cuestión, que estaba demasiado bebido esa noche, se empecinó en proponerme matrimonio y le seguí el juego. No iba a hacerle caso, ni él iba a sostener su oferta con la resaca, así que dormí con él.

Pero me desperté a medianoche por alguna razón que acaso tenga que ver con que los borrachos no son tan buenos amantes, fui al baño a asearme y maquillarme, y antes de regresar ya escuché la infausta noticia. De todos modos tengo para mí que no fui la última en estar en el camarote del crimen, así que creo que puedo cederle la palabra al doc, que no me dejará mentir, dijo y tanto Pistoccio como Neonadio dirigieron sus miradas hacia el médico.

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