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Macri, en marcha

Miércoles, 08 de noviembre de 2017 00:00
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Una vez derrotada la acechanza kirchnerista, que ensayó hasta último momento todas las fórmulas habidas y por haber para destronarlo y retornar a un poder al que juzgaba naturalmente suyo, la victoria electoral de Cambiemos del 22 de octubre marca el comienzo pleno de la gestión del presidente Mauricio Macri. El triunfo coincide con el florecimiento de veras de los primeros brotes de reactivación económica que se hicieron esperar más de lo estimado. Con una presencia política extendida a manera de una mancha amarilla en todo el territorio de la república, el Gobierno podrá acometer las reformas estructurales requeridas para destrabar una nueva fase de crecimiento económico y de reordenamiento social. No es la primera vez que en esta anómala Argentina de las últimas décadas se asiste a transiciones semejantes.

Raúl Alfonsín asumió su presidencia el 10 de diciembre de 1983 en medio de la euforia de haber dejado atrás las violencias yuxtapuestas de la década anterior protagonizadas por peronistas y militares. Pero fue tal el frenesí de los acontecimientos tras la tragedia de Malvinas que el mandatario no pudo hacerse de un diagnóstico claro de la verdadera situación económica del país. En medio de una economía al borde del colapso hiperinflacionario, el Presidente se debió deshacer de su ministro de Economía Bernardo Grinspun y reemplazarlo por un equipo de profesionales idóneos que en junio de 1985 lanzó el Plan Austral.

Carlos Saúl Menem asumió el 9 de julio de 1989, seis meses antes de los plazos institucionales por la resignación anticipada de su antecesor en medio del caos hiperinflacionario. El nuevo presidente produjo un viraje ideológico histórico respecto de toda la tradición peronista que aparentaba encarnar a lo largo de la campaña convocando a un gabinete económico diseñado por la firma Bunge y Born, que habría de naufragar a fin de año. Su relevo por su ministro de Hacienda riojano, Antonio Erman González, supuso la adopción de una receta más ortodoxa y monetarista inspirada por Álvaro Alsogaray.

Simultáneamente, comenzó una reforma estatal condicionada por la primacía de convencer a los grandes operadores sobre la sinceridad de conversión gubernamental. El aplastamiento del alzamiento carapintada de diciembre de 1990 acabó definitivamente con esa logia nacionalista malvinera intercambiando el aval del generalato por un generoso indulto de los jefes condenados que se extendió a los líderes guerrilleros.

Poco después, relevó a Erman por el canciller Domingo Cavallo, quien en marzo lanzó el Plan de Convertibilidad. Éste acabó con la inflación, racionalizó económicamente la reforma del Estado, y dio comienzo a una nueva etapa de crecimiento coronada por la victoria electoral en las elecciones de fines de 1991. El menemismo recién entonces terminó de sortear la prueba.

Néstor Kirchner asumió la presidencia el 25 de mayo de 2003, y seis meses antes de lo estipulado. Kirchner gobernó durante los dos años siguientes flanqueado por el ministro de Economía heredado del duhaldismo, Roberto Lavagna, cuya exitosa estrategia había permitido salir del marasmo de 2001 y renegociar la deuda en default. Mientras tanto, trató de deshacerse de su tutor. Recién en las legislativas de 2005, su esposa Cristina Fernández como candidata a diputada derrotó a la señora de Duhalde, deshaciéndose del garante y tomando el timón pleno del gobierno.

En estos días estamos asistiendo a un bautismo semejante. Veremos en las próximas semanas y meses de qué se trata.

 

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