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En la realidad energética argentina hay una creciente brecha abierta entre lo que hay que hacer y lo que se puede hacer, entre lo que importa de verdad y lo que cuenta para quienes hacen y deshacen, entre lo que ocurre y lo deseable, entre la magnitud de los problemas a los que se enfrenta el país cada vez que el calor supera los 30 grados de temperatura, y el alcance y la capacidad de las herramientas disponibles para gestionarlo.
Lo incongruente es seguir emparchando la vieja estructura sin planificar a largo plazo. Aun cuando sabemos que la Argentina dispone de un nivel de recursos naturales prácticamente insuperable, tanto desde lo cualitativo como desde lo cuantitativo. Posee desde vientos adecuados para producir energía en un 70% de su territorio hasta fuentes biomásicas capaces de cubrir el 100% de la demanda, sin omitir las potencialidades que brindan sus indicadores solares, hidráulicos y hasta el mismo desarrollo nuclear. Sin embargo, las mayores inversiones de producción eléctrica siguen atadas a los aprovechamientos térmicos que en muchos casos son deficientes.
De cara al futuro, el país debe afrontar el reto de formular una estrategia energética ambiciosa y con visión a largo plazo. Luego del acuerdo de París en 2015, COP 23, deberá modificar su anacrónico concepto energético, promoviendo un plan que apueste por la bioenergía como complemento de las formas de generación tradicionales durante la transición que se dará en las próximas décadas.
De forma urgente se debe avanzar con un plan estratégico de energía de alcance federal, que sirva de marco para la matriz eléctrica diversificada hacia 2050, y de los desafíos tecnológicos que enfrentará hacia una transición más sustentable del sector. Requiere salir de las respuestas fragmentadas y conectar.
Es decir, Argentina necesita una propuesta superadora a las recurrentes coyunturas que ayude a evitar las distorsiones cognitivas, que son los errores que cometen los de siempre de manera sistemática, que generan tantos inconvenientes al ciudadano que además afronta el incremento tarifario de diciembre y el próximo de febrero. Solo como ejemplo, para los clientes de Edenor y Edesur, las subas en las boletas residenciales irán del 39 al 47 %.
Se han dado pasos importantes pero no son suficientes. La reglamentación de la ley 27191, régimen de fomento nacional para el uso de fuentes renovables de energía destinada a la producción de energía eléctrica, estaría cubriendo algunos aspectos que no habían sido pensados que iba a abarcar. La nueva normativa habilita a usuarios residenciales y del sector privado a producir su propia energía a partir de fuentes renovables; y prevé que cualquier proyecto de construcción de edificios públicos "deberá contemplar la utilización de algún sistema de generación distribuida proveniente de fuentes renovables".
Por otro lado, en relación con el papel de las cooperativas de electricidad, se habla de un cambio de paradigma en su negocio. Desde ese sector creen que un camino es empezar a generar electricidad, con negocios por dentro o por fuera de las cooperativas. Eso cambia el papel de estas como distribuidores de energía y se abre la posibilidad de autogenerar por potencias contratadas.
La energía es un recurso estratégico para el desarrollo socioproductivo de un país. Argentina cuenta con grandes ventajas en la materia debido a su amplia matriz de fuentes renovables y no renovables, además de los avances tecnológicos que permiten un consumo cada vez más eficiente para mejorar el presente y proteger el futuro de las nuevas generaciones. Enfatizamos en que el conocimiento colaborativo entre todas las áreas involucradas, la integración de disciplinas, abreviando la distancia entre lo público y lo privado, son necesarios para dejar atrás cada verano el uso más antiguo conocido de iluminación, con velas o linternas.