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Es interesante señalar la abundancia relativa de información que sobre el tema del petróleo en el norte argentino se tiene para el siglo XIX versus la escasez de datos para las primeras décadas del siglo XX.
En esta región, el eje de la cuestión petrolera para el siglo XIX estuvo enfocado especialmente en la iniciativa privada y en el yacimiento de Laguna de la Brea en Jujuy. Allí convergieron todos los esfuerzos de pioneros y precursores como Leonardo Villa, Teodosio López, Juan Sánchez de Bustamante y Teófilo Sánchez de Bustamante, así como la concurrencia de sabios geólogos caso de los doctores Ludwig Brackebusch y Rodolfo Zuber.
Para la misma época los esfuerzos realizados en Salta habían sido poco fructíferos. Esta situación va a tener un vuelco total en la primera década del siglo XX y de manera casi sincrónica al famoso descubrimiento de petróleo en Comodoro Rivadavia, el 13 de diciembre de 1907, el cual pasó oficialmente a la efeméride nacional.
Este y otros temas han sido ampliamente abordados en mi reciente libro: Alonso, R. N., 2016. Historia del petróleo del norte argentino: desde Pablo Sardicat de Soria a Francisco Tobar - 1ª ed. Prólogo de Dr. Guillermo Eduardo Ottone. Mundo Gráfico Salta Editorial, 2016. 160 pág.; 22 x 15 cm. ISBN 978-987-698-161-3 1. Salta.
Recordemos que hacia finales del siglo XIX, la región del norte salteño era un despoblado donde incluso no estaba definido el límite con Bolivia. Además de los pueblos originarios, solamente algunos finqueros y madereros, especialmente inmigrantes, se aventuraban a vivir en una selva hostil, saturada de insectos y alimañas. Uno de ellos era don Carmelo Santerbó, quien había establecido unos cateos en la Quebrada de Galarza, donde existían manaderos naturales de petróleo que eran conocidos por todos los que deambulaban por aquellas comarcas. Los mismos manaderos que habían sido dados a conocer por el viajero español Leopoldo Aranud, uno de los jefes científicos de la expedición Victorica al Chaco.
El zaragozano incansable
Basta caminar algunos cientos de metros aguas arriba de la quebrada, para comenzar a oler los efluvios perfumados de los hidrocarburos que manan de las rocas. Al parecer Santerbó realizó algunas labores mineras sencillas (pozos criollos) tendientes a recuperar el betún que fluía lentamente de las fisuras de las rocas. Hacia finales de 1906 se encontraba pobre y con mal estado de salud. Fue allí cuando le ofreció en venta los cateos que le habían sido concedidos al español Francisco Tobar, quien también se había afincado por aquellas tierras. Según dicen, Tobar era originario de Zaragoza y hombre de trabajo fuerte, además de muy tesonero. Decidió profundizar los pozos y las labores que había comenzado Santerbó para aumentar la producción de aceite mineral.
Este petróleo crudo se extraía usando rústicos baldes de cuero. Decidió que era necesario disponer de tambores especiales para trasladar su crudo. Mandó a construir en Buenos Aires barriles de 50 litros de capacidad que podían ser transportados por animales de carga. Uno de esos barriles llegó a Buenos Aires para ser presentado en 1910 en la "Exposición Industrial del Centenario de la Revolución de Mayo", en momentos en que el país pasaba por uno de los mejores momentos económicos de su historia. Tobar buscaba interesar a potenciales inversores de las bondades del petróleo salteño. Como se señaló los primeros trabajos de Santerbó y Tobar fueron de índole minera antes que petrolera. Para ello cavaron pozos verticales tipo piques de 1,50 m de diámetro en el propio lecho de la quebrada e hicieron socavones o galerías horizontales aprovechando un salto en el relieve ("El Salto").
Tobar era consciente de que esas labores superficiales solo le permitirían conseguir cantidades reducidas de crudo. Decidió entonces que había que perforar profundo utilizando los equipos mecánicos adecuados. Para ello adquirió dos máquinas perforadoras marca "Keystone", por sistema de percusión a cable, para 250 y 500 m de profundidad, fabricadas por la firma Clarke & Cia. Se conservan fotografías de época mostrando a las máquinas en su traslado por medio de la selva y otras imágenes donde están operando en los lugares en que fueron montadas.
El traslado no resultó para nada fácil ya que hubo que abrirse camino a lo largo de 200 km de tupida selva, arrastrando a las perforadoras con bueyes, mulas y el empuje de los propios hombres. Finalmente sortearon la accidentada geografía y llegaron al lugar.
Los pozos de la buena suerte
Tobar mandó perforar cuatro pozos, con la buena suerte que tres de ellos (números 1, 2 y 4) resultaron productivos en profundidades entre los 70 y los 200 metros. El jefe de perforación era Faustino Álvarez, cuyo nombre merece también un lugar en la historia. Según los reportes técnicos de la época, el Pozo Nº 1 alcanzó una profundidad de 188 m y descubrió dos horizontes con petróleo a 70 y 140 m respectivamente. El Pozo Nº 2 alcanzó los 241 m y descubrió cinco reservorios con petróleo a distintas profundidades. El Pozo Nº 3 resultó estéril.
Finalmente, el Pozo Nº 4 alcanzó una profundidad de 39,5 m y descubrió un horizonte con petróleo a los 37 m y las operaciones fueron suspendidas al surgir por presión natural un chorro de agua gaseosa con sabor y olor a petróleo.
La alegría fue desbordante mientras se llevaban a cabo las operaciones del pozo Nº 2 y se produjo la erupción de un grueso chorro de petróleo que alcanzó los 30 m de altura. El petróleo surgente fue canalizado hasta una represa de almacenamiento.
Mientras tanto comenzó a envasarse el crudo en los tambores de 50 litros que Tobar había enviado a fabricar para poder trasladarlos a lomo de mula hasta la localidad salteña de Embarcación y desde allí a Buenos Aires. Una de las vías era a través del Bermejo, que ya había probado su navegabilidad desde los tiempos de Morillo, Adrián F. Cornejo y Pablo Soria.
Debe reconocerse en Tobar sus dotes innatas para la exploración, descubrimiento, explotación, almacenamiento y transporte de petróleo, un ejemplo único en los anales de la historia del petróleo argentino.
Alianza con Mosconi
Siguiendo con la idea minera, Tobar llamó a su campo petrolífero con el nombre de “Mina República Argentina”. En la década de 1920 comenzó a operar la Standard Oil Co., y se produjeron algunas superposiciones de cateos. Tobar creyó ver amenazado su emprendimiento y buscó auxilio en Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF), creada en 1922, e interesando a su director Enrique Mosconi.
Mosconi en persona vino al norte y reconoció el trabajo que había realizado silenciosamente don Francisco Tobar. Hay fotografías de la época que los muestran juntos en los distintos recorridos realizados. YPF firmó con Tobar en 1924 los derechos de adquisición de la “Mina República Argentina”.
Con nuevas máquinas y mejor tecnología se inició la perforación del pozo “Vespucio Nº 1”, que habiendo alcanzado los 400 m de profundidad, cortó el 11 de septiembre de 1928, un horizonte surgente con una productividad de 30 metros cúbicos por hora.
Nacería allí Campamento Vespucio, uno de los baluartes petroleros del país. Esta localidad tiene su origen en la titánica tarea de don Francisco Tobar, a quien la historia lo debe reconocer con justicia como el “Padre del Petróleo Salteño”.