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Marcelo Morante es médico, investigador, docente de la Universidad de La Plata y se ha convertido en una de las voces autorizadas para hablar de los tratamientos de salud en base a la marihuana en América Latina.
El especialista estuvo el viernes en la Cámara de Diputados de Salta para exponer sobre el tema y presentar el libro "Sin dolor, historias íntimas del cannabis medicinal", que escribió junto a su hermana Mariela.
En diálogo con El Tribuno, se refirió al marco legal en Argentina y dijo que el desafío es lograr el autocultivo con control.
¿Cuándo comenzó a creer que el cannabis podía servir en la medicina?
Mi hermana, que también es médica, la estaba pasando mal en 2014 por una enfermedad inmunológica, el lupus, que estaba siendo refractaria a los tratamientos convencionales.
Entonces, viajé a Canadá en busca de formación y allí me encontré con la sorpresa de que era un método bastante instalado. Había muchos pacientes tratados y regulación desde 2001.
Eso cambió totalmente lo que yo pensaba del cannabis. Trasladé eso a la Facultad de Medicina de La Plata.
¿Cómo ve el panorama en el país, más allá de lo legal específicamente?
Cuando empezamos, había mucha desinformación, tanto en lo científico como en la sociedad en general.
En el camino nos encontramos con madres de chicos con enfermedades. Después de haber escuchado sus historias, descubrí que esto iba a llegar a buen puerto. A la ciencia uno a veces le pone muchas pruebas y contrapruebas, pero ante una mamá, uno no puede más que responder con celeridad.
Fueron muchos meses de trabajo hasta que se logró una media sanción en el Congreso de la Nación. Para nosotros fue un gran paso porque legitima el uso medicinal del cannabis.
Siempre hay cosas para corregir. Quedó afuera el autocultivo.
Ya hubo varios casos en que se secuestraron las plantas de marihuana a familias que la usan para un tratamiento médico...
Ahí hay un Estado que no se hace presente cuando una madre pide el aceite pero se hace presente con el poder de policía.
Es contradictoria también la reacción de la sociedad. Hay que seguir informándose para tener una respuesta más adecuada a algo que no deja de ser una planta medicinal.
Hace tres mil años el cannabis era una planta medicinal como la amapola y otras tantas. El mercado del cannabis medicinal se separa fácilmente del mercado de recreativo porque, a su vez, es muy costoso.
Hacer cannabis medicinal en Canadá costaba 10 dólares el gramo. Es una sustancia cara y no produce el efecto para un usuario recreativo.
Eso de pensar que, si hablamos de cannabis medicinal, abrimos las puertas a las drogas, como dicen algunos, es básicamente desinformación.
¿El aceite es legal?
Lo que hay es un trámite de excepción a través de ANMAT ( Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica). Solo para epilepsia refractaria se autoriza el ingreso al país del aceite.
Contemplar solo un tipo de patología no va a hacer otra cosa que alimentar el mercado negro.
El autocultivo sería una salida a esta falta de respuesta del Estado. El paciente podría ocuparse de su cultivo pero, a su vez, ser controlado. Si un paciente quiere un aceite, podemos ver cómo se logró y si está libre de contaminantes.
De esto se habla cuando se habla de autocultivo. Muchas veces la sociedad recibe un mensaje cruzado en el que parece que cultivo significa legalizar la sustancia. Eso no sería medicinal.
A veces me dicen "falta evidencia". Si hay reglas claras va a ser mucho más fácil que haya. Hoy estamos en el peor escenario porque hay consumo de cannabis que se dice medicinal pero sin reglas claras.
Las madres le están dando un aceite a sus hijos que muchas veces no saben qué tiene y los médicos no acompañan. La ley es lo único que nos puede sacar de esta situación.