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Los problemas sanitarios y sociales que nos preocupan a diario no pueden desvincularse del hecho de que vivimos en una sociedad que envejece, es decir, que la proporción de personas de sesenta y cinco años o más crece de forma constante. Al mismo tiempo el problema de la importancia social del envejecimiento es mucho más amplio, porque está cambiando de forma drástica lo que la ancianidad es, en realidad, las oportunidades que debiera ofrecer y las cargas que supone. Aquí se dan dos procesos bastante contradictorios. Por una parte, los ancianos de las sociedades contemporáneas suelen ocupar una posición inferior y tienen menos poder del que tenían en las culturas premodernas. En éstas, al igual que en las sociedades no occidentales de la actualidad (como la India o China), se consideraba que la vejez comportaba prestigio y sabiduría y los ancianos de cada comunidad eran habitualmente los que tomaban las decisiones. Hoy en día, el aumento de la edad suele suponer lo contrario. En una sociedad como la nuestra, que está sufriendo cambios constantes, el conocimiento acumulado por los ancianos a los jóvenes les suele parecer no una valiosa fuente de sabiduría sino algo que se ha quedado anticuado. Por otra parte, los ancianos de hoy en día están mucho menos dispuestos a aceptar que el envejecimiento suponga un inevitable proceso de decadencia física. Antes el envejecimiento se aceptaba como una manifestación inevitable de los estragos que causa el tiempo, pero este proceso ya no se acepta tanto como algo natural, ya que los avances médicos y alimentarios han demostrado que se puede combatir o retrasar gran parte de lo que antes se consideraba inevitable en la vejez. En general, las personas llegan a una edad mucho más avanzada que hace un siglo, como resultado de las mejoras en la alimentación, la higiene y la atención sanitaria. También se registra un gran incremento en el número de personas de edad muy avanzada. Después de los 65
La vejez no tiene por qué identificarse siempre con salud precaria o minusvalía, a pesar de que las edades avanzadas conllevan un incremento de los problemas de salud. Sólo en los últimos veinte años han hecho los biólogos un intento sistemático por distinguir las consecuencias físicas del envejecimiento de las características que se asocian con la enfermedad. Las investigaciones demuestran que en general la salud precaria y el aumento de la edad no son en absoluto sinónimos. Hay muchas personas mayores de sesenta y cinco años que dicen disfrutar de buena salud. El envejecimiento del cuerpo se ve afectado por influencias sociales pero, evidentemente, también está gobernado por factores genéticos en que está programado el número máximo de años que se puede vivir aceptando que el cuerpo humano está también programado genéticamente para morir. El futuro del envejecimiento no es promisorio en una sociedad que valora mucho la juventud, la vitalidad y el atractivo físico, las personas de edad avanzada tienden a hacerse invisibles. En estos últimos años, sin embargo, se han visto algunos cambios en las actitudes hacia la vejez. Existen grupos de activistas que han empezado también a luchar contra la discriminación en función de la edad, intentando impulsar una visión positiva de la vejez y de los ancianos.
Estereotipos falsos
El sexismo, el edadismo y el racismo, son una ideología. Hay tantos estereotipos falsos sobre los ancianos como sobre cualquier otro tema. Por ejemplo, se cree a menudo que la mayoría de las personas de más de sesenta y cinco años están en hospitales o en residencias de ancianos, que una proporción alta está senil y que los trabajadores de edad avanzada son menos competentes que los jóvenes. Todas estas ideas son falsas. El 95% de los mayores de sesenta y cinco años vive en viviendas privadas; tan sólo alrededor de un 7% de los que tienen entre sesenta y cinco y ochenta años muestran síntomas pronunciados de senilidad, y los índices de productividad y de asistencia al trabajo de los mayores de sesenta años son superiores a los de los grupos de edad más jóvenes. La edad es un artificio opresivo que se utiliza para enmarcar a la gente en roles fijos y estereotipados. Muchas personas de edad se rebelan contra este trato, buscando nuevas actividades y formas de autorrealización. Protestan y desean crear una sociedad sin edades. La atención sanitaria y la social han hecho que el promedio de las personas viva más de lo que antes era habitual. Al mismo tiempo, envejecer tiene ahora otro significado y las personas mayores reclaman el derecho a seguir siendo miembros de pleno derecho en la sociedad, en vez de "vivir de las pensiones" que sufragan los jóvenes. Estas transformaciones son importantes política y socialmente. Los ancianos, al constituir una proporción creciente del conjunto de la población, tienen la posibilidad de ser un grupo con bastante poder político. El envejecimiento es un fenómeno que se ha visto radicalmente transformado por la socialización de la naturaleza. Nuestro modo de envejecer está cada vez más influido por los factores sociales: en general, la gente vive durante más tiempo que antes. El envejecimiento crea muchas oportunidades para que las personas se liberen de los condicionantes laborales. Sin embargo, también plantea problemas sociales, económicos y psicológicos a los individuos (y con frecuencia a sus familias).
La transición
Para la mayoría de las personas, la jubilación es una transición importante que señala generalmente una pérdida de estatus socioeconómico. Los vínculos entre padres y abuelos, por ejemplo, probablemente son ahora más débiles que antes. Por otra parte, en la actualidad hay más personas que llegan a una edad avanzada y pueden existir tres familias "vivas" en estrecha relación mutua: nietos casados, sus padres y los abuelos. Los adultos mayores que han tenido formación y perspectivas profesionales a cierta edad esto no les reporta habitualmente compensaciones. Los retirados han abandonado el enfoque competitivo por completo, rechazando con ello tanto los valores dominantes como las formas de mantenerlos que se consideran legítimas y las instituciones y el Estado no convoca a los adultos mayores profesionalizados para desempeñar tarea alguna. Para muchos la vejez es una aventura solitaria y desconcertante, puesto que las personas deben reestructurar muchas de sus rutinas diarias. En los últimos años, los ancianos, que ahora representan una proporción grande de la población de los países industrializados, han empezado a presionar para que se produzca un mayor reconocimiento de los intereses y necesidades que los distinguen. La lucha contra "la discriminación en razón de la edad" es un aspecto importante de esta evolución sobre todo en un mundo turbulento, difícil y desconocido como el de hoy. Nos guste o no, tenemos que afrontar la mezcla de oportunidades y riesgos que nos plantea.