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La primera conquista invernal del Llullaillaco

La proeza data de septiembre de 1955 y fue lograda por el chileno Diego Alonso y el argentino Guido Ornás.
Domingo, 16 de julio de 2017 01:06
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Esta meritoria conquista ocurrió al filo del invierno de 1955, más precisamente el martes 13 de septiembre, un día de semana que para muchos no es aconsejable ni para embarcarse y mucho menos para casarse pero que, según este logro, no es tan malo para una trepada.

Los dos protagonistas de esta historia eran trabajadores de Fabricaciones Militares en la mina de La Casualidad. Encaramarse en la cima del volcán de 6.739 metros sobre el mar, les llevó 22 horas de trajín. Además sabían -según mentas de entonces no constatadas- de que la última erupción del Llullaillaco (agua falsa en quechua) se había registrado, apenas 78 años antes (1877).

Para testimoniar el logro, Ornás y Alonso llevaron un cofre de madera donde guardaban una bandera nacional, un banderín del yacimiento azufrero donde trabajaban y un pergamino rubricado por el personal de La Casualidad.

El sábado 10 de septiembre de 1955, partieron los dos expedicionarios llevando entre sus bártulos una carpa de lona impermeable, doce mantas, dos calentadores, varias grampas, linternas, una cámara fotográfica, dos brújulas y un termómetro de mercurio, además de los alimentos necesarios para la altura. 

El primer tramo de la travesía fue a bordo de un Jeep Whilly de la Segunda Guerra Mundial que los arrimó hasta el pie del cono andino. A partir de allí, y con la estrecha colaboración de dos mulas cargueras, enfilaron hacia la cima. 

Después de casi tres horas de caminata hicieron un alto a los 4.300 metros de altura. Allí decidieron pasar la noche y al día siguiente, el domingo 11, retomaron la marcha logrando al mediodía alcanzar los 4.600 metros sobre el nivel del mar, sitios donde instalaron el campamento base. 

Se encontraban a unos 70 kilómetros de La Casualidad, es decir que con gran esfuerzo solo habían logrado ascender 500 metros, pues el punto de partida (La Casualidad) estaba y está, a 4.180 metros. 
Luego, se dedicaron a ordenar los bártulos para el último tramo, descansar y pasar la noche lo mejor posible. Al día siguiente, lunes 12 de septiembre, a las dos de la tarde, se pusieron en marcha para el asalto final rumbo a la cima del volcán.

El asalto final

Las primeras dificultades del asalto final al Llullaillaco las sortearon fácilmente pese a que debieron soportar temperaturas de casi 30 grados bajo cero, vientos de más de 80 kilómetros por hora, nevadas continuas y lo peor de todo: viento blanco.

De a poco el ascenso comenzó a hacerse más lento hasta que entre los 6.000 y 6.500 metros, se vieron en la necesidad de sortear, de noche y a la luz de las linternas, una rampa de hielo de unos 80 metros de extensión. 

En los últimos tramos, de las primeras horas del martes 13 de septiembre, de nuevo fueron sorprendidos por el “viento blanco” cuya violencia los obligó a guareserse entre las rocas, logrando, pese a las durísimas inclemencias del tiempo, hacer cumbre a las 12 del día.

En la cima de uno de los volcanes más altos

Ya en la cumbre, todo lo que debían realizar lo tenían que hacer rápido por el frío. Dejaron los trofeos que llevaban y retiraron una caja del Club Andino de Chile; una bandera Argentina de 1954 del andinista Elio Torres; y otra de Bolivia de Hernán Chávez. Por su parte Alonso comprobó la falta de la bandera de Chile que él había dejado en 1954 junto a otros elementos. También constataron que el Libro de Cumbre tenía tres registros: Bión González y Juan Harsein, de fines de 1952 o de 1953, dato que no pudieron precisar por la caligrafía borrosa; otro registro de 1953, de los alemanes Hans Rudell, Rudolf Daengi y Karl Morghelen; y el último de 1954, de Diego Alonso, Elio Torres y Hernán Chávez. 

Finalmente, Alonso y Ornas rubricaron el cuarto registro, el martes 13 de septiembre de 1955. 

En la cumbre, Alonso y Ornás no soportaron estar más de cinco minutos. La temperatura era extremadamente baja: 27º bajo cero y además, soplaba un intenso viento que los acompañó en todo el descenso hasta el campamento base. 

En El Tribuno

Después de la proeza, Alonso y Ornás visitaron El Tribuno. Entonces contaron algunos detalle de la expedición. Según Ornás, el descenso fue precipitado y por eso sufrieron rodadas y caídas sin mayores consecuencias. Así, hasta arribar ya de noche al campamento base (4.600) tras ocho horas de descenso. Allí pasaron la noche del martes y todo el miércoles 14, estadía que les sirvió para recuperar fuerzas y prepararse para el último tramo. Esas horas -contaron- fueron muy difíciles pues tenían casi agotadas las reservas de agua y alimentos. 

Por fin, el jueves 15, tempranito, comenzaron el último descenso logrando a las 10 de la mañana encarrilar la senda que los devolvería al pie de la montaña donde los esperaba el Jeep de la azufrera. Cuando llegaron al lugar, el vehículo ya los estaba esperando, según lo convenido.

Y así fue como estos dos andinistas lograron la hazaña de hacer cima en el Llullaillaco por primera vez en invierno. El intenso frío y el viento blanco no fueron obstáculos para que vencieran al quinto volcán más alto del mundo.

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