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Central Norte y una presión que no para

Domingo, 09 de julio de 2017 00:01
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El fútbol no es la muerte ni la vida de nadie, ni cuando la euforia y la emoción, o la angustia y la urgencia se elevan de manera incontrolable. Pero construye necesidades y obligaciones irracionales propias de un deporte tan pasional.
Este será el quinto intento para Héctor Defrancesco y su gente y si algo hoy le pesa a toda la dirigencia del cuervo es la acumulación de fracasos o frustraciones -con el rótulo que más le guste- de cada torneo. 
Este grupo, que llegó al club en un duro momento de la mano del ya olvidado Gabriel Savino y cuando el descenso del Federal A en el 2014 era inevitable, trajo cierta renovación, ideas y compromiso, el orden pocas veces visto por sobre todas las cosas y una auspiciosa meta de expansión con otras disciplinas. Esta gente le devolvió a Central una vida social que estaba apagada y que hoy destacan socios, hinchas y ajenos. Pero, deportivamente, y al margen de la creación del vóley, del hockey o del rugby, no la terminaron de embocar.
“Cuidar el bolsillo del club”, “no hipotecarlo” y otras frases hechas utilizaron en los más de tres años de gestión. Razonable pensamiento. Pero la austeridad también se cobra ciertas consecuencias. El crecimiento no será completo, amén de esos cuervos satisfechos con lo que ven en Central Norte día a día. Una exitosa campaña de socios que se realizó en la temporada pasada para volver a jugar en el estadio Dr. Luis Güemes respaldó la gestión. Esta dirigencia puede colgarse algunas medallas con los cambios puertas para adentro y varios “porotos” más con la reciente compra de una tribuna. Es que, también hay que decirlo, la ayuda del Estado llega más en estos tiempos. Más recursos sin tener que meter la mano al bolsillo. Igual está faltando algo... 
Central Norte tuvo, tiene y tendrá el fútbol como principal disciplina, un tema sensible si los hay y una deuda impaga. Central, excluyendo el fútbol, tiene una buena imagen, es un club pujante, interesado en el socio como nunca antes, con chicos corriendo por los pasillos, con padres interactuando, con la integración y todas esas cuestiones saludables que se complementan en las entidades deportivas. El simpatizante lo valora. Pero no son pocos los que también quieren triunfos, éxitos y ascensos. El futbolero nato lo espera más que nadie, el que va a la cancha con ese deseo de ser feliz, siempre. El que no claudica. Para ellos, que no son pocos -insisto- es una necesidad. 
Defrancesco sabe que para hacer historia se necesita ese gran salto. Lo sabe ese grupo que lo acompaña. Y aquel dirigente que no sienta el apremio del tiempo debería replantearse para qué está. 
Pasaron jugadores de toda clase, varios, y siempre quedó la sensación de haber podido hacer algo más. Y pasaron varios técnicos, con ninguno se pudo. Ni con los conocidos como Hubert Piozzi o Daniel Cravero, o los “inventados” Cristian Lovrincevich y Marcelo Castro. Ni si quiera con el único que ya había sido capaz de conducir al equipo un escalón arriba: Pedro Rioja. Así, las falsas expectativas, las derrotas impensadas y los golpes muy bajos vinieron en serie. 
El dirigente del fútbol si quiere ser realmente competitivo debe asumir el esfuerzo y la erogación que requiere un buen plantel. Tal vez no asuma culpas directas cuando un arquero sale mal a cortar un centro en una final, ni por los pases mal dados o un penal mal pateado, pero si es de su extrema incumbencia y obligación la de cuidar las formas del principio al final. ¿Cómo puede un equipo que está a punto de ascender tener tanta desconcentración y gente desconocida que le pobló el vestuario a minutos de salir a jugar la final? Detalles que hacen a la cuestión. Es que aquella previa contra Huracán Las Heras sacó al equipo de su eje, equipo que luego descarriló a metros de llegar a su destino. 
Central comienza una nueva temporada con algunos interrogantes. Los calendarios de la AFA atentan cualquier planificación, pero no termina de justificar la tardanza con la que llegó Norberto Acosta para dirigir al equipo y la de los refuerzos. Quizá no influya en la búsqueda del objetivo pero las formas se deben cuidar, siempre, del principio hasta el final y aunque esa verdad irrefutable diga lo contrario, nada garantiza nada en el fútbol.     
La pelota comienza a rodar, la ilusión de la gente seguramente crecerá, conviviendo con la presión de ascender una vez más.    
 

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