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“Es simplemente Leguizamón, señores“

Juan Falú. Guitarrista, compositor, amigo del Cuchi.
Jueves, 28 de septiembre de 2017 22:35
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“Lo que más disfruto de Gustavo Leguizamón es su vuelo en la zamba.

A veces me lo imagino componiendo y estoy seguro de percibir certeramente lo que le pasaría: 
Lo veo disfrutoso, con una frase musical feliz. Pleno cuando le saldría esa frase desde la raíz, desafiante al asomar la frase transgresora y con una sonrisa cuando se le dispararían esos intervalos anchos entre nota y nota.

Para mí que todo era lúdico.
Y que al enredar el juego con temas profundísimos y serios -aunque no necesariamente solemnes-, anticipaba ya la resonancia y el magnetismo de ese tema en un otro que iría a escucharlo.
He renegado mucho con algunas definiciones sobre Leguizamón, muchas medio tontitas del tipo: es el Tom Jobim del folclore, es el folclore hecho jazz.

Es simplemente Leguizamón, señores. Tremendo músico y tremendo folclorista.

Es común observar cierta compulsión en el pensamiento llamado “progre”, para consagrar la modernidad como el bien más preciado de la cultura, único y exclusivo.
Esa superficialidad se aplicó a veces a Leguizamón, consagrándolo solamente desde su propia modernidad, que sin dudas la tuvo.

Sin embargo, la modernidad de Leguizamón se destaca porque está al lado, jugando, a veces contrastando, pero nunca chocando, con la raíz musical de su tierra. Y eso ocurre dentro de los límites de la propia composición.
De este modo, con el ida y vuelta permanente entre raíz y modernidad, Leguizamón demostró como pocos que una cosa es la tradición con horizontes infinitos y otra el tradicionalismo, de horizonte acotado al ayer y el inmovilismo.
Una vez me dijo en broma que en un sueño le había mostrado una chacarera suya a Schoenberg, y que no le había gustado...

Se reía solo de su ocurrencia, pero sin embargo estaba marcando un territorio.
Se puede contar con enormes modelos y también honrarlos desde las propias pertenencias.
Si no fuese así, la música se tornaría aburridísima. Las culturas serían aburridísimas.

Si Leguizamón no se hubiera conmovido con su tierra, sus gentes, sus oficios, sus Eulogias, Maturanas, Valderramas, Niñas Lozanos, sus coqueadores, sus lavanderas, sus mineros, su vino, la zamba y su pañuelo, este 100º aniversario sería apenas el argumento para llenar la página de un diario.

Pero hace 100 años ha nacido un señor creador de alquimias sonoras que nos mejoraron la vida.

Salud por eso.
 

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