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Por Walter Octavio Chihán, médico veterinario.
Lo cierto es que el pulpo, acosado desde hace siglos por ciertas clases de anguilas, en especial por la feroz morena y también por el hombre, siente pánico ante todo ser que lo aventaje en tamaño.
La mayoría de los individuos de las distintas especies de pulpos no miden más de un metro. Algunos son tan pequeños que abultan menos que la uña del dedo de un hombre. En el mar Mediterráneo, donde abundan los pulpos, rara vez se encuentran ejemplares cuyos tentáculos miden 2 metros. Solo en las profundidades del Océano Pacífico habitan ejemplares de tamaño monstruoso. Se cuenta que en el estómago de una ballena fueron encontrados unos tentáculos de 15 metros de longitud, lo cual indica que el pulpo a que pertenecieron mediría más de 33 metros.
El escritor latino Plinio habla de un pulpo que pesaba más de 300 kilos y cuya cabeza era del tamaño de un barril. Los tripulantes de una goleta francesa afirmaron que estuvieron a punto de zozobrar cuando un pulpo enroscó los tentáculos al palo mayor.
El célebre escritor francés Víctor Hugo, habla en su libro: Los trabajadores del mar, como si se tratase de un hecho cierto y probado, de pulpos que se tragan un hombre con la misma facilidad con que nosotros nos comemos una ostra. “El tigre puede devorar a un hombre”, dice Víctor Hugo, “pero el pulpo lo sorbe. Lo atrae, lo succiona, aprisionado e indefenso. Sentir como se lo comen a uno vivo debe ser algo espantoso, pero sentir que se lo beben, es inexpresable”.
A pesar de todo, lo cierto es que pocos científicos creen que el pulpo ataque espontáneamente al hombre. En el mundo del silencio, al relatar sus aventuras submarinas, Fréderic Dumas y J. Y. Cousteau hablan del terror que les causa la sola idea de tropezar con un pulpo, pero cierto día, Dumas levantó un pulpo pequeño que vio adherido a una roca, el animal se retorcía desesperadamente y trataba de escapar, se alejó al fin, poco a poco, despidiendo borbotones de su famosa tinta. En otras ocasiones Dumas trató de hacer que los pulpos le enroscasen los tentáculos alrededor del brazo. Permanecían enroscados durante unos minutos y se soltaban después, le dejaban en la piel una señal roja que luego desaparecía.
Otra creencia no menos falsa acerca del pulpo es la de que nadan con increíble velocidad. En realidad, aunque se mueve con bastante rapidez al verse acosado, no tiene nada de ágil. Se valen de 2 medios de locomoción. El primero que podríamos describir como de propulsión a chorro: Llenan el sifón o embudo de agua y la expulsan por una especie de tubo de escape. Con cada expulsión avanzan de 2 a 3 metros. Su marcha es dificultosa e irregular. El otro medio de locomoción consiste en emplear sus tentáculos como patas.
Es increíble la destreza con que se escurren por el más leve resquicio. Pueden pasar a veces por un espacio de 2 centímetros de ancho. Igualmente son notables los cambios de color del animal, en la arena tienen un amarillo pálido, en las rocas adoptan un color rojo o castaño oscuro, en las algas tienen un color verde fuerte. En una superficie moteada, son moteados. Su piel puede aparecer lisa o áspera, según el medio en el que se hallan. El pulpo tiene en la piel saquitos microscópicos de pigmentos de diversos colores y los puede dilatar hasta un diámetro 60 veces mayor al normal. Si dilata los rojos y contrae los otros, adopta ese color, y así en los demás casos. Frente a un enemigo que le cause temor, el pulpo palidece tal como nos sucedería a nosotros. Si siente pánico, mudará sucesivamente.
Una tinta inofensiva
El líquido que expele el pulpo tiene aún hoy algo de enigmático para los científicos. Es inofensivo para la piel del hombre, tampoco parece que afecte a los peces. Desde hace siglos se ha creído que el pulpo emplea esa tinta como una especie de cortina de humo. Recientes experimentos inducen a suponer que le sirve para embotar el olfato del más temible de sus enemigos.
Otra defensa con que la naturaleza tiende a la conservación del pulpo, es su fecundidad. Las hembras de algunas especies ponen hasta 45.000 huevos, del tamaño de la mitad de un grano de arroz, de color agrisado, unidos en largas sartas que forman a modo de festones en las rocas. La incubación dura de 6 a 8 semanas, durante las cuales la madre cuida los huevos con la mayor devoción, sin tomar alimento, ocupada solo en mantenerlos escrupulosamente limpios, para lo cual le lanza chorros de agua, y en resguardarlos de todo peligro.
A fin de esquivar a sus enemigos, el pulpo únicamente sale de su refugio en las horas de la noche. Durante el día permanece escondido, generalmente en el hueco de una roca. Procurarse suficiente alimento es la diaria preocupación del pulpo. Los peces son, por lo general, demasiado ágiles para que pueda hacer presa en ellos. Suele alimentarse de cangrejos y otros mariscos. Para romperles el caparazón o la concha dispone de una boca parecida al pico de los loros.
El pulpo tiene ojos tan desarrollados como los del hombre y un cerebro que aventaja, tanto en tamaño como en funcionamiento, al de todos los demás invertebrados. Posee como el hombre 5 sentidos, su sistema muscular, muy robusto y con perfecto dominio de los 8 tentáculos, es, en gran parte, igual al nuestro.
El pulpo tiene 8 tentáculos con ventosas embutidas, sus parientes la jibia y los peligrosos calamares gigantes tienen 10 tentáculos con ventosas salientes. Los ojos, parecidos a los del hombre, carecen de párpados y miran fijamente.
Es un animal que se domestica con facilidad, aprende a comer de la mano de la persona que lo cuida y de los extraños.