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Información y democracia

Sabado, 06 de octubre de 2018 00:00
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"Prefiero una prensa sin Gobierno que un Gobierno sin prensa. Lo básico es el derecho del pueblo a saber". Thomas Jefferson (tercer presidente de Estados Unidos, 1801-1809) expresó en esa frase la esencia de la democracia.

Sin información suficiente entre la gente no puede haber participación ciudadana en las grandes decisiones de un país.

Por eso la libertad de expresión, de opinión y de información son inherentes al sistema de gobierno que nació en Atenas, junto con la filosofía, y que parecía reservado a los sabios de aquella sociedad clasista. La modernidad y la ilustración, casi dos mil años más tarde, construyeron la democracia representativa, que vio la luz junto con la imprenta de Gutenberg.

En este siglo XXI, a pesar de las experiencias totalitarias que agobiaron al mundo de la mano de Hitler, Mussolini, Stalin, Mao o Franco (una amplia gama de retóricas que terminaron en tragedias) la cultura de la libertad y la dignidad humana parece desconocer sus orígenes.

La SIP advierte, con preocupación, la estrategia de los representantes de la "democracia delegativa", los líderes de derecha e izquierda que no toleran el pluralismo, y necesitan construir un enemigo para mantenerse en poder, al que identifican con la lucha agónica.

Esos regímenes se basan en la construcción de narrativas épicas, espectaculares, donde la realidad social y el dato histórico quedan subordinados al rigor de la ideología y, sobre todo, a las urgencias políticas.

El caso de Venezuela es un paradigma: gobernantes grotescos que necesitan dibujar la realidad y, en consecuencia, establecen límites cada vez más ajustados sobre los medios de comunicación, con presiones, ahogos financieros o violencia física.

El esquema se repite en diversas geografías. Donald Trump, con su diatriba de las "falsas verdades", es el primer presidente norteamericano abiertamente adverso a la libertad de prensa. Así, la controversia entre el poder político y los medios ingresa en un terreno que desnaturaliza la relación. La verdad deja de ser decisiva, porque la distorsión produce su efecto.

A la larga, la realidad les da la razón a los diarios serios, pero el prestigio de estos se erosiona. El poder populista instala en el lugar del periodismo, bajo la apariencia de publicaciones o programas de opinión o información, al "periodismo militante". Son militantes políticos que impostan al periodismo.

Esa es la coyuntura. La relación entre libertad de prensa y democracia es consustancial y hunde sus raíces en las declaraciones de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (1789) y de los Derechos Humanos de 1948. El periodismo es inevitable. Para que funcione bien, necesita del espíritu de la democracia.

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