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Una de las problemáticas sociales en los tiempos virreinales en Hispanoamérica fue la forma de abordar el problema de la delincuencia en general, particularmente cuando el delito era perpetrado por las mujeres. La ley era igualitaria para todo el universo de pobladores, los reos eran alojados en el Cabildo, que también oficiaba de presidio, pero con el transcurso del tiempo se estableció la diferencia de géneros y cada sexo tuvo su reclusión especial. El colectivo femenino, fue asistido particularmente por religiosas de la Congregación del Buen Pastor.
Los orígenes
Juan Eudes, nacido en la diócesis de Séez, (Francia) en 1601 se dedicó al sacerdocio y fue misionero. Fue uno de los más grandes maestros de la escuela francesa de espiritualidad del siglo XVII, cuyas obras se editan aún hoy. Una de las experiencias que adquirió durante su itinerario de misionero fue que las mujeres de mala vida que intentaban convertirse, buscando un mejor destino, se encontraban en una situación particularmente difícil para insertarse en el mundo del trabajo.
Durante algún tiempo trato de resolver la dificultad alojándolas en casas de familia, pero pronto cayó en cuenta que el remedio no era lo más adecuado. En 1671 alquiló una casa para mujeres arrepentidas en la que podían albergarse en tanto ejercieran un trabajo decente. La obra necesitó de religiosas, y Juan Eudes ofreció esta tarea a las hermanas visitandinas, quienes aceptaron y resolvieron provisoriamente esta necesidad. Resuelto a formalizar una solución definitiva para las mujeres en estado de marginalidad, se dedicó a crear la Congregación de las Hermanas de Nuestra Señora de la Caridad del Refugio, formada por religiosas que atenderían a las mujeres arrepentidas. Fue largo el proceso de aprobación. Después de treinta años, en 1661, el papa Alejandro VII, aprobaba por Bula a la novel congregación. Juan Eudes fue canonizado en 1925.
Hacia el Buen Pastor
Rosa Virginia Pelletier, nacida en la isla de Noirmoutier, en Vendee en 1796, ingresó como postulante en la Orden fundada por San Juan Eudes, y tomó el nombre de María de Santa Eufrasia. En 1825, a pesar de su corta edad, fue elegida como superiora del convento. En este cargo decidió fundar un "refugio" en Angers, dedicando el convento al Buen Pastor, y organizó una nueva institución centralizada con el propósito de recuperar y reeducar a las mujeres en peligro moral, la orden estaba destinada a recibir prostitutas, en albergues y refugios en todo el mundo. María Eufrasia recibió el apoyo del obispo de Angers, Charles Montault des Isles y del papa Gregorio XVI, otorgando al convento del Buen Pastor el rango de Generalato, dando de esta suerte a Pelletier la posibilidad de fundar nuevas casas y agregarlas a las de la Orden de San Juan Eudes.
La obra de María Eufrasia se difundió rápidamente, en 1869 la congregación tenía 2.760 religiosas y contaba con 110 casas presentes en todo el mundo. El papa Pío XII la canonizó en 1940.
El presidio colonial
En los tiempos virreinales las cárceles se habían inspirado en el modelo medieval español. Afonso X en sus famosas "partidas " manifestaba que la cárcel no es para escarmentar los yerros, sino para guardar los presos en ellas hasta que sean juzgados". Una idea más cercana al depósito que sitio de vindicación. En 1718 una Real Cédula autorizó la aplicación de un impuesto a la exportación de cuero y destinar los fondos recaudados a la construcción de un instituto de detención para mujeres. Este fue el origen de la "Casa de las Corregidas", ubicada en Humberto Primo y Defensa destinada a "sujetar y corregir en ella a las mujeres de vida licenciosa". Con el tiempo se denominaría Asilo Correccional de Mujeres.
En los años siguientes a la Revolución de Mayo presenciaron nuevos criterios humanitarios con respecto a la reclusión. El Primer Triunvirato ordenaba el 23 de noviembre de 1811, que: "Siendo las cárceles para seguridad y no para castigo de los reos, toda medida a pretexto de precaución sirva para mortificarlos, será castigada rigurosamente". Este concepto se confirma y amplia en el decreto de la Soberana Asamblea de 1813, ordenando la quema de los elementos de tortura y prohibiendo la aplicación de tormentos a los detenidos.
El Buen Pastor en Salta
En la segunda mitad del siglo XIX se sentía en Salta la necesidad de una congregación religiosa que se aplicara a curar las llagas sociales femeninas, a la manera del Buen Pastor. En la ciudad había dos instituciones de caridad: la Sociedad de Beneficencia y la Conferencia de San Vicente de Paul. La primera, inspirada por el vicario capitular de la diócesis de Salta, Ilmo. Señor doctor don Pablo Padilla y Bárcena, había trabajado fervorosamente cerca del gobernador de la Provincia, el doctor Martín F. Gemes, para que destinara a la congregación del Buen Pastor el solar y el edificio de la antigua Quinta Agronómica o Normal, perteneciente al Gobierno provincial y que no había dado resultado. Se trataba de una extensión notable de terreno al Oeste de Salta, y de un sitio amenísimo por su posición excelente a vista de las cordilleras que rodean el Valle de Salta, apartado de la población. Se denominaban aquellos parajes Las Lomas de Patrón Costas.
En 1889 el gobernador accedió a los deseos de la Sociedad de Beneficencia, informando a su presidenta doña Francisca U. de Castro que había hecho construir un nuevo cuerpo de edificio en la Quinta Normal, la que el ejecutivo destinaba para Casa del Buen Pastor. Se requirió la aprobación de estatutos y trámites de personería jurídica, hechos que dilataron la presencia de la nueva orden que contaría con los aportes de la Sociedad de Beneficencia.
Mucha era la buena voluntad, pero también las dificultades para la aprobación desde Angers y el traslado de las hermanas del Buen Pastor. La señorita Juana Fowlis, presidenta de la Conferencia de San Vicente de Paul, se apresuró a invitar a la madre provincial de la Argentina, Rda. María Inmaculada Concepción Sánchez, a pasar a Salta y a gestionar la posesión legal de la Casa y el terreno aledaño. Con el acceso de don Delfín Leguizamón como gobernador se produce la llegada a Salta el 19 de enero de 1893 de la madre María de Teresa Torrealba, superiora; la Hermana María de la Cruz Belén, asistente y la hermana María de Santa Rosa Soto, procedentes de la congregación en Tucumán, para administrar el nuevo reclusorio.
Las bases de Leguizamón
El 18 de diciembre de 1893, el gobernador Delfín Leguizamón fimaba las bases según las cuales era admitida la casa, incluyendo las observaciones impuestas por el mismo gobernador. En ellas se expresa que la congregación había de recibir a las mujeres destinadas por la autoridad competente en calidad de presas o detenidas, a conservar en archivo los documentos referentes a las condenadas o detenidas. También debían llevar una estadística exacta del movimiento de las reclusas y dar cuenta mensual y anual de dicha compulsa.
Se obligaban a vigilar constantemente a las presas y detenidas, moralizarlas e instruirlas en virtud y trabajo. En tanto la Sociedad de Beneficencia, bajo cuyo patronazgo actuaba la Orden, debía proporcionar los elementos necesarios para su subsistencia y de las personas que en ella moraban, proporcionando moblaje, enseres, alimentos, vestuario, etcétera. Otro requerimiento era el de proseguir la construcción para dar mayor comodidad y albergar a mayor número de corregidas. Así también a proveer los medios indispensables para que no falte en la casa el servicio espiritual exigido por las reglas del Instituto del Buen Pastor. También habrían de prever que las corregidas que tuvieran necesidad de salir de la casa fueran custodiadas por persona de respeto, no por cualquier soldado, y siempre de día. Las reclusas recibirían visitas cada quince días a través de la reja del locutorio y acompañadas por una religiosa. Detalle interesante era que las mujeres no podían salir de la casa a prestar declaración en la policía o en tribunales ante los jueces, sino que estos dispondrían de una habitación destinada a ese fin, para lo cual deberían concurrir con sus actuarios. No estaba previsto recibir mujeres con hijos por no disponer de un departamento independiente. El producto del trabajo de las detenidas formaba parte del sostén de ellas mismas y de los gastos originados. Las enfermas eran atendidas en la misma casa, a excepción de enfermedades contagiosas que requerían aislamiento o traslado. Se preveía una guardia policial permanente en la portería y a las órdenes de la superiora, en tanto que la disciplina era de jurisdicción de la congregación, como también en el nombramiento de empleadas y el traslado de las religiosas de una casa a otra. Las autoridades como gobernador, ministros, jueces, podrían visitar el establecimiento en los casos determinados por las leyes.
Con el transcurso del tiempo la Casa del Buen Pastor en Salta se desarrolló con normalidad y sin obstáculos mayores. Se ampliaron los pabellones y se construyó la iglesia que quedó a cargo de los padres Canónigos Lateranenses. Las mujeres allí alojadas se perfeccionaron en costura, bordados, planchado y otros conocimientos femeninos, de suerte que recibieron encargos delicados en ropa blanca y otras necesidades domésticas. En 1899 se abrió una escuela externa que comenzó a funcionar con cerca de setenta niñas. A fines del siglo XX se cerró la Casa del Buen Pastor. El 2 de diciembre de 1987 se inauguró la Unidad Carcelaria N° 4 en el sector norte del Complejo Penitenciario de Villa Las Rosas. En su interior funciona el Núcleo Educativo N° 7042 “Rosa Virginia Pelletier”, en homenaje a la santa que erigiera una obra de piedad para las mujeres vulnerables de su tiempo, y cuya acción se extendió por los continentes, llegando hasta Salta, para protección y enmienda de las féminas en situación de presidio, excluidas socialmente, a quienes no solo había que dispensar la asistencia material, sino moral y espiritual.