¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

Su sesión ha expirado

Iniciar sesión
21°
6 de Julio,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

Obispo y senador en tiempos duros

Domingo, 27 de octubre de 2019 00:00
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

José Gregorio Romero y Juárez nació en la provincia de Salta el 14 de octubre de 1862, hijo mayor de don Pablo Policarpo Romero y de la Corte, salteño y de doña Delfina Juárez y Arce, tucumana.

Su padre fue comerciante de productos de la región que transportaba hasta Córdoba y Buenos Aires, militar en la guerra con el Paraguay y funcionario en carácter de edecán del coronel Francisco Centeno.

Cursó estudios preparatorios en el Liceo Salteño y más tarde en el Colegio Nacional de Salta.

En este establecimiento educativo fue reconocido como un joven de extraordinaria dedicación al estudio por lo que obtuvo rápidamente prestigio intelectual.

El religioso

En 1878, cuando cursaba el cuarto año, a los dieciséis años, esas llamaradas de juventud se apagan y el joven se presenta al Seminario Conciliar San Buenaventura para hacerse sacerdote. Posteriormente pasó al Metropolitano de la Capital Federal.

Desde 1883, siendo estudiante teólogo, se le encomendaron cátedras en el mismo instituto en el que cursaba. Ya, antes de ordenarse, en intima unión de su dilecto amigo Bernabé Piedrabuena, esgrimió sus primeras armas en defensa de su Obispo Monseñor Rizo Patrón y de la iglesia en 1884, ante las polémicas por las leyes laicistas.

Fue ordenado sacerdote en Buenos Aires en 1886 por monseñor Aneiros. Desde entonces se definió su vida: había de ser el predicador infatigable, como San Pablo, de todas las tribunas y sobre todas las muchedumbres. Fuego impetuoso y devorador, era su espíritu escondido bajo la suave y cariñosa expresión de su semblante. Irradiaba su fuego interior doquiera palpitara su corazón generoso.

Es esta la explicación de por qué sus prelados lo destinaron a las misiones más arduas, donde ha de gastarse la energía, la savia vital, para superar a las potestades contrarias al reino de Dios.

De regreso a Salta fue capellán de lazaretos durante la epidemia del cólera morbus, negándose después a recibir la medalla con la que el gobierno decidió condecorarlo.

Su amor al prójimo y su dinamismo lo llevó a promover la fundación de sociedades pías, asociaciones y escuelas de obreros y ateneos culturales para estudiantes.

Fue capellán y director de publicaciones periodísticas católicas en las que ejerció el periodismo.

Monseñor Romero se ocupó de pobres y enfermos, convirtiéndose en figura popular en toda la provincia y en las vecinas de Jujuy, Catamarca y Tucumán.

Al poco tiempo de retornar a la diócesis, rechazó el nombramiento de cátedras en el Colegio Nacional para dedicarse al ministerio.

El Cabildo Eclesiástico le encomendó que diera la bienvenida en nombre de la corporación al arzobispo de Buenos Aires y a los obispos de las restantes diócesis argentinas, que concurrieron en 1902 a la coronación de las imágenes del Señor y de la Virgen del Milagro y a las sesiones del Primer Congreso Episcopal Argentino.

El político

También fue requerido para que interviniera en la vida política de la provincia, actuando en carácter de elemento conciliador, siendo primero diputado y luego senador. En 1909 presidió el Senado de la Provincia, oportunidad en la que tuvo que desempeñar interinamente las funciones de gobernador al encontrarse con licencia el doctor Luis Linares. Desde la Legislatura salteña el canónigo Romero se preocupaba especialmente de que las leyes que se sancionaban contemplaran la doctrina social de la Iglesia. León XIII reconoció su labor al designarlo "prelado doméstico del Sumo Pontífice". En ningún momento los cargos políticos que desempeñó le impidieron cumplir plenamente su rol de ministro de la Iglesia. Más bien, ellos le auxiliaron en su acción sacerdotal.

En 1910, de común acuerdo con su condiscípulo y amigo, el entonces obispo titular de la Diócesis de Tucumán, monseñor Bernabé Piedrabuena, organizó un homenaje a monseñor Pablo Padilla y Bárcena con motivo de sus veinticinco años de gobierno eclesiástico. Lo esencial del homenaje consistió en la publicación de las pastorales de monseñor Padilla en dos tomos. El primero abarca las dirigidas a los fieles de la diócesis de Salta y el segundo a los de la diócesis de Tucumán.

Monseñor Romero siguió participando activamente de la vida política de la provincia. En 1914 presidió nuevamente el Senado de Salta y, asumió interinamente el Poder Ejecutivo de la Provincia, esta vez por ausencia del gobernador don Avelino Figueroa. Como monseñor Romero ya era vicario capitular, se dio una situación única en la historia de la provincia: una misma persona ejerció simultáneamente el gobierno eclesiástico y el gobierno civil de Salta.

Preconizado el 18 de febrero de 1914 por el papa Pío X, obispo titular de Thermis y auxiliar de Salta. Fue confirmado el 29 de octubre de ese mismo año como sexto obispo de Salta. Fue consagrado 24 de febrero de 1915.

El pastor

Monseñor Romero ocupó la Sede durante cuatro años y seis meses. En este corto lapso continuó su labor de hacer conocer debidamente la doctrina social de la Iglesia Católica. Era uno de los que mejor conocía en la República la encíclica "Rerum Novarum" y también uno de los que más se preocupaba en hacerla conocer. No sólo anhelaba que se comprendiera la esencia del magistral documento de León XIII sino también las claras y sustanciales diferencias del catolicismo respecto al liberalismo y al marxismo.

Incansable en su prédica fundó un diario católico: Tribuna Popular. También fundó la sociedad de obreras Guardia del Señor del Milagro, con fines tanto piadosos como sociales y el Patronato de la Infancia.

Fue un orador de fuerza insuperable, en todas las tribunas y sobre todas las muchedumbres.

Donde se encontraba y en las más diversas ocasiones, monseñor Romero tomaba la palabra, que todos esperaban como si fuera una ritualidad imperativa, porque todo cabía dentro de su ardiente corazón y su mente privilegiada.

En 1918, fue el promotor y autor junto con el interventor nacional de Salta, Dr. Manuel Carlés, de la creación del Panteón de las Glorias del Norte. De común acuerdo y con la participación del Cabildo Eclesiástico eligieron un sector de la Iglesia Catedral para destinarlo a Panteón, a efectos de que allí descansaran los próceres nacionales que habían actuado en el noroeste argentino.

El obispo Romero se dedicó con verdadero ahínco y espíritu de servicio a su misión. Las distancias no fueron impedimento para que visitara las parroquias más distantes, en su labor pastoral, predicando, confesando, administrando la confirmación y presidiendo las fiestas patronales. La feligresía siempre lo recibió con fervor. Monseñor Romero publicó numerosos trabajos de carácter históricos, sociológicos y religiosos.

En mayo de 1918 renunció a la candidatura que se le había ofrecido para la gobernación de Salta. Adujo que un obispo era para todos, no para un partido en especial.

A mediados de 1919 monseñor Romero viajó a la Capital Federal con el objeto de participar en una reunión del Episcopado Nacional.

En su estadía en Buenos Aires pronunció conferencias político-sociales. Participó del IV Congreso de los Católicos Sociales. Regresó afectado de una fuerte bronquitis, pese a lo cual viajó a Orán, donde se había comprometido a dirigir una misión pastoral entre los indígenas del Chaco salteño.

La bronquitis degeneró en neumonía, razón por la que fue trasladado a la ciudad de Salta.

Gobernó la diócesis hasta su fallecimiento acaecido en la provincia de Salta el 17 de setiembre de 1919 a los cincuenta y siete años de edad, cuando se hablaba con insistencia de su candidatura a la púrpura cardenalicia en la Argentina, y las posibilidades de su promoción a la sede arzobispal bonaerense. Fue uno de los prelados más cultos de la República y de más sólido compromiso con la cuestión obrera, objetivo este central en su labor pastoral a través de una obra densa en instituciones. Dejó numerosos textos escritos, algunos de ellos inéditos. Fue enterrado en la Iglesia Catedral de Salta, reposando actualmente sus restos en el Panteón de las Glorias del Norte, que él mismo contribuyó a fundar.

PUBLICIDAD
PUBLICIDAD