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Hacer arder los Judas, una tradición entre lo pagano y religioso

La quema del muñeco es una costumbre que nos viene del tiempo de la Colonia. Aún persiste en algunos países latinoamericanos y en pueblos españoles. 
Miércoles, 17 de abril de 2019 17:39
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Por Luis A. Borelli

Hasta hace unos años, los salteños solían quemar “el judas” dos veces al año, uno en Semana Santa, y otro en vísperas de San Pedro y San Pablo. 

El judas es un muñeco hecho de ropa vieja, rellena con yuyo y paja, y que tiene el tamaño de un hombre mayor.

En esta oportunidad nos vamos a ocupar del judas de Semana Santa que se arma un día como hoy, el Miércoles Santo; que se pasea el Jueves y el Viernes Santo; y que después de la misa de resurrección del Sábado de Gloria, se quema en la horca, tal como murió Judas Iscariote hace 2.000 años. 

El Judas

El rito del Judas era, hasta hace unos años aquí en Salta y en distintos pueblos del interior, algo habitual. Los trabajos comenzaban el Miércoles Santo. Ese día, un grupo de changos y chicas se ponían mano a la obra desde temprano. 

Los varones, machetes y bolsas en mano, salían a juntar pocotos, yuyo y paja del campo, en tanto las chicas, a pedir en el vecindario donaciones de calzados, sombreros y ropa usada de hombre mayor, tratando siempre que haya una camisa roja. 

Reunidos estos elementos, los grupos se juntaban en una determinada casa para entregar lo recolectado a las mujeres que eran duchas en el arte de armar Judas. Ellas hacían su trabajo sobre una mesa larga. Ahí extendían y cosían la ropa, uniendo pantalones con camisas o camisetas mangas largas. Luego de unidas las partes, procedían a rellenar la prenda con paja, yuyos y sin olvidar los explosivos pocotos. Finalmente se vestía el muñeco con el resto de las prendas. 

Los de lujo también arden

Algunos Judas pasaron a la historia de estos rituales salteños, por las lujosas prendas que lucían. Así fue que el Dr. Gustavo Leguizamón solía contar que allá por los años 30, él había visto arder a un Judas muy compadre (elegante), pues al traidor lo habían vestido con un viejo pero muy distinguido frac. Otro memorioso se acordaba haber visto envuelto en llamas a un Judas con ropa de paisano pero calzado con un finísimo par de zapatos de charol. Finalmente otro había visto un Iscariote de traje blanco de hilo, con alpargatas. 

Luego de vestido el Judas, se procedía a calzarlo. Y para ridiculizarlo, muchas veces a un muñeco bien trajeado se le colocaba botas carrugadas o alpargatas bigotudas, aunque no faltaron los que portaban pesadas rusas, botines de soldado, botas militares y hasta zapatillas Pampero. 

Ya trajeado y calzado el monigote, venía el momento del maquillaje. Este menester se hacía con corcho quemado para simular cabelleras, cejas y bigotes, y lápiz labial rojo intenso, para boca y la larga lengua de los ahorcados. 

Finalmente, la tarea concluía con el “ensombrerado” del judas. Y así fue que también alguna vez, se vio distinguidos Judas ardiendo como tea, mientras se quemaban aristocráticos sombreros de copa, bombín, chevalier, alón o simplemente con boinas de lana. Colocado el sombrero, el Judas estaba listo para ser paseado el Jueves y Viernes Santo por las calles del pueblo, y quemado en la horca, el Sábado de Gloria, luego de la Misa de Resurrección.

Los pasos del ritual para la quema y el escarnio

El Jueves y Viernes Santo por la mañana, el Judas era sacado a la calle. Permanecía en un lugar visible, portando un cartel en el pecho donde figuraba el apodo del vecino que representaba. Y por la tarde, era paseado por las calles, preferentemente a lomo de burro, pero a falta de asno, bueno eran los caballos, las jardineras, sulkys, carros, bicicletas y hasta los capots de auto, incluso tractores. 
Finalmente el sábado, después de Misa de Resurrección, el Judas era colgado de un alambre o horca armada a propósito. Pero previo a ello, se desarrollaba la ceremonia conocida como la “Lectura del testamento”. En ese papel que era leído muy ceremoniosamente por un locuaz comedido, el Judas legaba, por ejemplo, al más acreditado alcohólico del pueblo, una buena cantidad de leche; para una solterona el novio fulano de tal; para el solterón empedernido una conocida casquivana; para el sepulturero oficial, herramientas nuevas; y para el intendente, una larga lista de quejas, pedidos y de las más sugestivas sugerencias. 
Finalmente, procedían a quemar el muñeco comenzando por los pies. Y a medida que el fuego subía por el cuerpo del Judas, los presentes gritaban: Muera Judas! Viva Jesús!
Y mientras el muñeco ardía cada vez más, se podían escuchar las sordas explosiones de los pocotos, hasta que del Judas solo quedaban cenizas humeantes. Era hora de ir por el Judas del otro barrio... 

 

 

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