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Hace trescientos sesenta y tres años, un intendente de hacienda proyectó hacer una importante residencia con la herencia recibida de su padre en el señorío de Vaux, cerca de la ciudad de Mancy en el reino de Francia. Aparentemente, este patrimonio no era suficiente para acometer la obra esperada, la que se pretendía espléndida, digna de testas coronadas. Desde el año 1656 hasta 1661 se dedicó con gran afán por concretar el anhelo de construir un chateau.
El palacio se construyó con piedra blanca de Creil, y las dependencias con ladrillo. Contribuyó muchísimo a la belleza del conjunto arquitectónico el trazado de los jardines, un arte francés con estilo propio, sobre la base del "Tratado de jardinería según las leyes de la naturaleza y del arte" de Boyceau, publicado en 1638 y al que posteriormente daría más forma Molet, jardinero de Luis XIII y que inspiró al célebre Le Notre.
Con la idea de erigir un edificio magnífico se empleó para la construcción, decoración y trazado de jardines a los más geniales arquitectos y jardineros de Francia. Allí trabajaron los arquitectos Luis Le Vau y Francois Mansart, el pintor Charles Le Brun, el escultor Girardon y, especialmente el jardinero Le Notre.
El palacio fue construido con increíble rapidez, considerando que los fondos destinados a la obra estaban disponibles para cubrir todos los gastos.
Concluidas ya las obras del chateau, nuestro intendente decidió dar una fiesta, invitando al rey, a la reina, a la favorita de entonces (Madamoiselle Louise Francoise de la Baume duquesa de La Valliere) y toda la Corte.
Totalizaban mil las personas invitadas. Tan magnífico acontecimiento tuvo lugar el día 17 de agosto de 1661.
De aquella memorable fiesta quedan testimonios escritos. Así, el poeta La Fontaine relató en su prosa tan espléndido convite:
"Hubo una cena magnífica, una excelente comedia, un ballet muy divertido … se comenzó paseando por los jardines. Toda la Corte admiró los juegos de agua, se debatió cuál era mejor: si la Cascada, el Mazo de chorros, la Fuente de la Corona o la de animales acuáticos. Las ninfas, en Vaux, no apartaban las miradas del rey, que por su semblante las enamoró a todas. Después fuimos a cenar, y la delicadeza y rareza de los platos hacían honor a los anfitriones".
Ochenta y cuatro violines interpretaron obras de Jean Baptiste Lully, el compositor favorito del rey, entre las cuales se puso en escena Le Facheux, comedia- ballet, escrita para la ocasión, fruto de la colaboración entre Moliere y Lully.
La protagonista fue una bailarina famosa, Armanda Béjart, quien luego fue desposada por Moliere al año siguiente.
Esta fiesta tan maravillosa acabó con un castillo de fuegos artificiales para regocijo de la concurrencia.
Fin de fiesta y prisión
Aquella inolvidable fiesta ofrecida por Nicolás Fouquet, para Luis XIV en su castillo de Vaux le Vicomte con una decoración fastuosa, y con un lujo y riqueza pocas veces visto, alarmó al soberano que, restablecido de su sorpresa, exigió una investigación. El monarca consideró que las sumas considerables de dinero de las que disponía su Intendente eran mal habidas, y que ese dispendio de dinero en la construcción del palacio, tenían un origen en el mal ejercicio de su cargo de Intendente de Hacienda.
Tres semanas después Fouquet era acusado de peculado y confiscada su propiedad. El proceso duró varios años; muchas altas personalidades intervinieron en su favor sin resultado positivo. Fouquet permaneció prisionero en el castillo de Pignerol hasta su muerte en 1680. La prisión duró diecinueve años, el ministro Colbert, fue implacable.
Fouquet debió ser un hombre de talento que admiraban sinceramente sus protegidos y colaboradores. Durante su encierro escribió cartas ingeniosas a su amigo el poeta La Fontaine, y éste le correspondió con epístolas en prosa y en verso, alabándole por conservar la libertad de espíritu en la prisión. Cabe considerar que, fue en Vaux le Vicomte donde, sin proponérselo, creó una escuela de artesanos y artistas que después pasaron a Versalles. Así, el chateau de Fouquet fue la preparación, un experimento para el gran palacio de Versailles.
Y el equipo de arquitectos, escultores, pintores y jardineros fueron contratados por Colbert y elevaron la apuesta llevando al cenit, dando luz a la joya del barroco, el magnífico palacio de Versalles, centro de la política francesa, cuna de la etiqueta y del refinamiento.
Moraleja
En aquellos remotos días, al Soberano no le quedaron dudas de la falta de honradez de su funcionario. La dispendiosa fiesta y el esplendor de una obra faraónica hicieron sospechoso al intendente, que fue a dar a prisión y se le confiscó la propiedad que pasó a manos de la corona.
Es singular, como en nuestros días, hay un importante número de personajes que no pueden demostrar el origen de su patrimonio.
Así como a Fouquet no le cerraban los números, en nuestra bienamada república hay personajes de la política provenientes de trabajos harto simples (empleado de banco, jardinero, heladero, obreros de variadas actividades como portero de escuela, camionero) y personajes de organizaciones sociales que no pueden demostrar su multimillonario y escandaloso patrimonio.
Y aún para mayor oprobio, quienes jamás trabajaron y son poseedores de bienes incalculables.
Es execrable que el soberano, cualidad de la que estamos investidos todos los ciudadanos, no pueda remedar al monarca francés confiscando, rematando y disponiendo de los cuantiosos bienes en el territorio nacional y otros tantos en el extranjero, sumado a las innumerables cuentas que pasan sus días felices en paraísos fiscales.
Y todo por la cerrazón de los representantes de Nos, que impiden la sanción de la ley de extinción de dominio.
¿Cómo creer en un sistema democrático cuando lo que observa la ciudadanía es el imperio de la impunidad? ¿Cómo creer en políticos y gremialistas multimillonarios? Un entramado de testaferros, empresas fantasmas, manejo ilícito de dineros públicos se han apoderado de los bienes de la ciudadanía y han consolidado un sistema corrupto en detrimento del Soberano. ¿Cómo creer en la Justicia, con su exasperante lentitud?
La deuda bochornosa
Ha sido un lugar común proclamar que la República Argentina es rica. Es verdad, Nuestro Señor ha sido generoso prodigando una variada posibilidad de recursos para el desarrollo de la agricultura, ganadería, pesca, minería. Vastas llanuras, montañas, ríos, mares. Variedad de paisajes y climas.
Una tierra verdaderamente bendita para dar trabajo a todos y producir los bienes que necesitan todos sus habitantes.
Pero, sin la explotación racional y responsable de estos recursos, sin el ejercicio responsable de la actividad privada, sin el aporte razonable del Estado y, sobre todo, sin el servicio patriótico de quienes ejercen los principales cargos en los tres poderes del Estado, tal riqueza seguirá desviándose a los bolsillos de unos pocos socios y testaferros.
Y seguiremos viendo con impotencia las extraordinarias posesiones: estancias, campos, edificios en zonas privilegiadas, autos de alta gama, yates, aviones tanto en el territorio nacional como en el ancho mundo. Y dinero, mucho, muchísimo dinero. Un festival de bolsos y máquinas contando dinero.
Lo real es que, desde la restauración de la democracia, la pobreza ha crecido, como los índices de la delincuencia, del narcotráfico y otras lacras sociales. Los principios republicanos han sido vulnerados. La dirigencia política no ha interpretado que su función es la de servir al soberano, no la de erigirse en verdaderos monarcas sin corona y saquear al Estado.
Políticos, gremialistas y otros adláteres han sido los protagonistas de una gran e inacabable fiesta en base a los dineros que los estoicos Soberanos solventan con harto esfuerzo y sacrificio.
Otra deuda para con el Soberano es que los candidatos no deberían tener causas legales, estar procesados, imputados, presos, ni sospechados de actos ilícitos.
Los aspirantes a ocupar cargos ejecutivos o legislativos debieran tener fichas inmaculadas.
La deuda es de carácter ético. Más allá de que la legislación habilite las candidaturas hasta que no haya sentencia firme, esgrimiendo el principio de inocencia, una cuestión de criterio, de lógica, de respeto por Nos los ciudadanos, debería imponer a esos candidatos, esperar la sentencia por fuera de las esferas gubernamentales y no ejercer presión sobre los estrados judiciales, parapetados desde un espacio de poder.
En definitiva, muchos políticos, gremialistas y personajes variados de la escena pública tienen una deuda ética con la República y con el Soberano.
Buena y mala noticia
El palacio de Vaux le Vicomte, es en la actualidad patrimonio del Estado Francés. Puede ser visitado por todos los habitantes del mundo que puedan viajar hasta allí.
La buena noticia es que en los países en que los regímenes republicanos derrocaron a las monarquías, los edificios reales pasaron a patrimonio de los estados. Es decir, volvieron al Soberano y todos disfrutan de esta obra de arte.
Lamentablemente, la mala noticia es que, en esta democracia hasta que no se sancione la ley de extinción de dominio, esas riquezas mal habidas no regresaran a Nos, Soberanos legítimos de la República. No podremos disfrutar de esos bienes.
Y hasta que la ciudadanía no exija elevados principios éticos, moralidad y austeridad a quienes ejercen los tres Poderes del Estado, la República estará perdida, la fiesta de algunos seguirá lacerando a la sociedad. El vertiginoso enriquecimiento de unos pocos es la exasperante pobreza de muchos..