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El país no debe perder el tiempo en debates estériles

Domingo, 29 de septiembre de 2019 00:18
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En momentos críticos como los que atraviesa el país, como nunca se hace imprescindible la claridad en los proyectos políticos. La ciudadanía, y muy especialmente los sectores de menores ingresos, necesitan que los candidatos transmitan confianza en el país futuro.

El escenario se oscurece más aún cuando figuras de sobredimensionados diplomas académicos intentan condicionar las decisiones de los gobernantes futuros con aventuras discursivas que solo arrojan desconcierto y preocupación.

Las recientes apariciones del exdirector de la Biblioteca Nacional, Horacio González, y del exjuez de la Suprema Corte, Raúl Zaffaroni, ambos kirchneristas, parecen dirigidas a intentar limitar al candidato presidencial del Frente de Todos, Alberto Fernández.

Los resultados de las PASO permiten suponer que este será el próximo presidente. Es cierto que la figura más convocante, dentro de ese espacio, era la expresidente Cristina de Kirchner. Sin embargo, ella cedió su lugar a un dirigente muy crítico de su gestión porque esa era la única posibilidad de derrotar a Mauricio Macri. En esa sociedad, Alberto Fernández contará con el poder de la presidencia y con el apoyo de los gobernadores peronistas.

Cuando faltan proyectos de futuro aparecen quienes intentan utilizar el pasado para construir ideología. Esa ilusión no es más que anacronismo.

La historia es maestra de los pueblos, pero el pasado es irrepetible. El historiador lo reconstruye y lo interpreta, consciente de que cada personaje fue fruto de su tiempo y que cada acontecimiento solo fue posible en un determinado contexto.

Horacio González propuso en estos días "reescribir la historia" para rescatar una "valoración positiva de la guerrilla de los setenta". La frase estuvo explícitamente dirigida a Alberto Fernández, a quien le advirtió que Cristina no va a ser una "mera vicepresidenta".

En un país empantanado en el pasado, proponer un debate histórico sobre las supuestas bondades de la lucha armada que llevaron adelante el ERP, Montoneros y otras organizaciones menores desde 1963 hasta fines de los años 70 suena disparatado.

La valoración negativa de la experiencia de la guerrilla ya la hizo, hace tiempo, la ciudadanía.

Horacio González, que perteneció a una de las corrientes de la Juventud Peronista cuando era un joven universitario, le advierte a Alberto Fernández que un sector del kirchnerismo mantiene sueños fundacionales no solo respecto a la interpretación de la historia sino a la esencia misma de la nación argentina. Propone "incorporar hoy una visión que reponga la presencia de la veta indigenista en la política" defiende un criterio similar al de Evo Morales en Bolivia para construir "un país plurinacional". Va mucho más allá de una mera reforma constitucional: sostiene que es necesaria "la creación de un sujeto social nuevo en la Argentina, de carácter productivo y popular".

González fue el presidente del grupo Carta Abierta y redactor de periódicos pronunciamientos que se caracterizaban por una escritura abstrusa y ausencia de sentido de la realidad. Estas últimas declaraciones se suman a las de otros extremistas como el piquetero Pablo Grabois, que esbozó una delirante reforma agraria, a las periódicas apariciones del escritor Mempo Giardinelli, que quiere convertir a los jueces en empleados del Poder Ejecutivo, y a los pronunciamientos del exjuez Zaffaroni, que propone reformar la Constitución para poner límites a la libertad de prensa.

Mirar al pasado para refundar la raza, la cultura y la Nación es un rasgo totalitario, así como la idea de amordazar la información y manipular la opinión pública. Es probable que solo sean síntomas de grupos que se autoperciben iluminados pero que proyectan sombras sobre la democracia.

Nada de eso se ve, por ahora, en las actitudes de Alberto Fernández, ni parece viable en un país donde el poder termine reposando en su figura y en los gobernadores. Por lo pronto, el candidato expresa el propósito de "cerrar la grieta", unir a los argentinos y mantener relaciones equilibradas con el mundo. Su presencia el jueves en la Fundación Mediterránea, con los empresarios cordobeses, es al menos una señal positiva de cómo concibe a la empresa, al trabajo y al desarrollo.

 

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