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Los devastadores incendios en la selva amazónica, cuyas consecuencias detonaron una crisis internacional que puso en peligro la ratificación del acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea, obligan a focalizar la atención en la nueva doctrina de defensa y seguridad nacional formulada por el Ejército brasileño (una de las piedras angulares del poder del presidente Jair Bolsonaro), en la que la plena ocupación territorial y explotación de los recursos de la Amazonia son una prioridad estratégica ineludible.
Los militares brasileños entienden que, detrás de los reclamos de las organizaciones ambientalistas y de los grupos indigenistas opuestos a ese objetivo, subyace la idea de una "internacionalización del Amazonas", fundada en la tesis de que como la región es un "pulmón del planeta" es necesario establecer una jurisdicción supranacional para garantizar el cumplimiento de esa función.
El presidente francés, Emmanuel Macron, quien aprovechó las circunstancias para justificar su oposición al acuerdo entre la Unión Europea y el Mercosur cuya implementación le acarrearía serios problemas internos con el subsidiado sector agrícola de su país, puntualizó que esa internacionalización "es una cuestión real que se impondría si algún Estado soberano tomase medidas concretas que se opusieran al interés del planeta".
Los versos de la canción "La más bella batalla", himno del Sexto Batallón de Ingeniería y Construcción, con sede en la Amazonia, cuyo sombrero en el uniforme imita al de los antiguos "bandeirantes" que durante la era colonial ampliaron hacia el sur las fronteras del actual territorio brasileño, resumen a la perfección ese pensamiento militar y la mística nacionalista que lo sustenta: "De una batalla que nunca hubo igual / compañía de audaces, indómitos/ ansiosos por ver la Amazonia/ para siempre integrada al Brasil".
Esa visión de los militares brasileños tiene su razón de ser. En esa inmensa región existe un vacío demográfico. En esa noción de "vacío", está incluida la percepción de que las comunidades indígenas podrían ser eventualmente cooptadas por acciones internacionales orientadas a generar estados autónomos para explotar sus inmensos recursos naturales. Estaría en juego entonces la integridad territorial de Brasil.
Pavimentar la selva
En 1985, coincidentemente con el restablecimiento de la democracia tras el régimen militar que gobernó al país desde el golpe que derrocara a Joao Goulart en marzo de 1964, el presidente José Sarney, lanzó el programa "Calha Norte" (Canal Norte), satirizado por sus críticos con el rótulo de "pavimentación de la selva", cuyo objetivo era construir las "infraestructuras estratégicas para la defensa de la zona norte del país".
Entre los justificativos esgrimidos para fundamentar el proyecto, que despertó la enconada resistencia de la jerarquía eclesiástica, las organizaciones ecologistas y las tribus indígenas de la región, quienes cuestionaban su impacto negativo sobre el medio ambiente, figuraba la necesidad de combatir el contrabando fronterizo, las explotaciones ilegales de tierras y yacimientos minerales y la presencia en el territorio de guerrilleros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Ese programa tuvo un desarrollo discontinuo durante los años subsiguientes, pero fue vigorosamente relanzado por Bolsonaro, quien destinó para su implementación una elevada proporción de los fondos del presupuesto de Defensa. Para explicar esa monumental inyección de recursos, un documento gubernamental argumenta que "existe actualmente una campaña "globalista' que relativiza la soberanía nacional en la Cuenca Amazónica, usando una combinación de presión internacional y de presión psicológica, tanto externa como interna. Esa campaña moviliza a las ONG ambientalistas e indigenistas, además de los medios de comunicación para ejercer presiones diplomáticas y económicas. Implica también a las minorías indígenas. El resultado de este movimiento restringe la libertad de acción del Gobierno".
Durante el gobierno de Bolsonaro, el incremento de la desforestación provocó fuertes denuncias de las organizaciones ambientalistas, cuya expresión internacionalmente más relevante es Greenpeace, mientras aumenta significativamente en la región la actividad ganadera, respaldada políticamente por el influyente lobby de los agronegocios, que es otra de las columnas principales del nuevo sistema de poder de Brasil.
Un proyecto militar en marcha
El general Eduardo Dias Villas Boas, exjefe del Ejército y actual asesor de Seguridad Nacional de Bolsonaro, sindicado como el ideólogo de esa nueva doctrina militar brasileña, pronunció una recordada conferencia en Río de Janeiro, en enero de 2018. Su polémico contenido parece haberse adelantado premonitoriamente a los acontecimientos de hoy. Ya entonces, Dias Villas Boas subrayó: “Tenemos un pasivo geo-histórico. Tenemos la mitad de nuestro territorio no ocupado y no integrado a la dinámica del desarrollo nacional”. El jefe militar destacó: “Tenemos el 80% de la Amazonia preservada y admitimos recibir lecciones de países que tienen el 0,3% de sus boques originales. La media mundial de preservación de los bosques mundiales es del 25%, aproximadamente. Brasil no puede, no necesita y no debe aceptar lecciones de quien sea”.
Explicó: “La Amazonia tiene tres papeles a cumplir para Brasil. El primero, tiene que ver con sus recursos naturales. El relevamiento más amplio que he visto habla de 23 billones de dólares. El segundo se refiere al punto de vista geopolítico. La Amazonia, la Panamazonia, es una gran oportunidad para promover la integración y asumir el liderazgo en América del Sur. Y el tercero es el gran llamamiento internacional que la Amazonia presenta: agua, energía renovable, producción de alimentos, cambio climático, biodiversidad”. Advirtió asimismo: “Todo problema en el país hoy tiende a convertirse en una ideología. Cuanto más ambientalismo, más problemas ambientales. Hasta la parte más a la izquierda del nuestro espectro político incorporó totalmente ese nuevo imperialismo del siglo XXI”. La visión estratégica de Dias Boas, transformada en doctrina oficial del Ejército, es reivindicada a ultranza por el gobierno de Bolsonaro. Pero en este punto importa acotar que, más allá de los menguantes índices de popularidad del primer mandatario, las encuestas consignan que el Ejército es la institución más prestigiosa de la sociedad brasileña. Esta constatación permite inferir que en el conflicto del Amazonas las llamas de estos incendios pueden ser la metáfora de una gigantesca confrontación en ciernes. Con un agregado: en esta puja, Bolsonaro cuenta con el respaldo inequívoco de Donald Trump.