Hace unos días no más, contamos en esta misma columna sobre los tres personajes salteños que, en los primeros días de diciembre de 1970, se fueron de este mundo. Hablamos del ingeniero Alfonso Peralta, del exsenador nacional don Alberto Durand y de don Tomás Ryan, el último delegado del general Perón en Salta. Pero claro, dando vuelta las hojas del almanaque, uno se entera de que casi al final de aquel diciembre también se fue otra conocida figura salteña, don Baltasar Guzmán. “Don Balta”, como lo nombra la zamba de Castilla y Leguizamón, se fue monte adentro para nunca más volver, el 30 de diciembre de 1970.
inicia sesión o regístrate.
Hace unos días no más, contamos en esta misma columna sobre los tres personajes salteños que, en los primeros días de diciembre de 1970, se fueron de este mundo. Hablamos del ingeniero Alfonso Peralta, del exsenador nacional don Alberto Durand y de don Tomás Ryan, el último delegado del general Perón en Salta. Pero claro, dando vuelta las hojas del almanaque, uno se entera de que casi al final de aquel diciembre también se fue otra conocida figura salteña, don Baltasar Guzmán. “Don Balta”, como lo nombra la zamba de Castilla y Leguizamón, se fue monte adentro para nunca más volver, el 30 de diciembre de 1970.
Era el “Custodio del Juramento”. Así lo había designado la cátedra de Historia Argentina del Departamento de Humanidades de Salta. Ese era el título que ostentó desde aquel acto celebrado el 20 de junio de 1961, al que asistieron docentes y estudiantes universitarios de Salta, vecinos de Metán y una gran cantidad de vecinos. Ese mismo día recibió de manos del director de cátedra, Dr. Luis Colmenares, y de la profesora Olga Chiericotti, la designación y una bandera para que todos los 20 de junio la hiciese flamear a orillas del río Juramento. Pero eso no fue todo, ya que para el 25º aniversario de la ubicación del sitio histórico, la Universidad Nacional de Tucumán le entregó una medalla -que siempre portó con gran orgullo-, por su valioso aporte concretado en 1938.
Y él mismo contó a El Tribuno detalles de aquel acontecimiento, relato que por razones de espacio no podemos reproducir íntegramente. De todos modos, por esa entrevista se pudo saber que don Baltasar se enteró del sitio histórico por su abuelo materno: “Mi abuelo, el tata de mi mama -recordó- sabía decirme ahí es el lugar”. Más adelante agrega: “Cuando en 1938 se instituyó el Día de la Bandera, yo encabecé una comitiva con gente de Metán para ubicar el lugar histórico. En ella, estaba la señorita Susana Figueroa”.
Cuando la comitiva llegó al lugar, don Baltasar ubicó el sitio. “Fui -dijo-, lo campié y les dije: ahí está el algarrobo. Nos arrimamos a él y no sentamos allí. El algarrobo estaba caído como ahora (1967)”. Luego del hallazgo, Guzmán se ocupó de hacer desmontar alrededor del algarrobo con la ayuda de policías prestados por la comisaría de Lumbrera. Y después, por su cuenta, lo cercó con un alambrado.
Al año siguiente (1939), para el Día de la Bandera, don Baltasar, junto a vecinos de Metán, organizaron la primera celebración patria en ese sitio. Como entre los actos programados había que izar el pabellón, Guzmán le pidió a don Gerardo López, de Metán, la donación de un madero para el mástil. Y así fue que don Gerardo le donó un listón y el Juramento tuvo entonces su primer mástil de “una madera larga de quina”.
De aquella memorable celebración realizada en 1939, don Baltasar recordaba que había organizado un almuerzo campestre al que fue invitado el general Jorge Giovanelli (por entonces jefe de Campo de Mayo). “Además -dice- invitamos a la escuela, a don Luis Nekola, periodista del diario “La Provincia”. El general Giovanelli no vino pero mandó un coronel y un cura”.
Como esa primera celebración fue noticia en todos los diarios del país, desde Buenos Aires comisionaron a los generales Solá y Vélez, al capitán Salvador Figueroa y al ingeniero Eduardo Arias para que viniesen a Salta.
El objetivo era que realizaran una investigación “in situ” y constataran la veracidad histórica del acontecimiento. Y así fue, entrevistaron a don Baltasar Guzmán para que diga cómo sabía sobre el sitio donde el general Belgrano había hecho jurar al Ejército del Norte fidelidad a la Asamblea del Año XIII. La repuesta fue que por su abuelo don José Flor, por Hermógenes Romano, un criollo del lugar que era hijo de una mulata, y también por los testimonios de los Caliba, una antigua familia del Juramento. Luego que aquella comisión venida de Buenos Aires levantara este y otros testimonios orales, el lugar señalado por don Baltasar fue oficialmente reconocido como sitio histórico. Y a partir de entonces, “el Ejército comenzó a venir para la jura de la Bandera. Años más tarde se conformó una comisión de damas promonumento donde estaba doña María Julia Solá de Cataldi”, acotó don Baltasar.
El hecho es que de ese acontecimiento como de otros actos que se organizaron en el lugar, siempre acompañaron a don Baltasar Guzmán familias de Metán, entre otras las del Dr. Rodolfo Sierra, don Merardo Sarmiento y don Gerardo López.
Hombre del Juramento
Pero hace cincuenta años no solo se apagó la vida de quien hizo un valioso aporte a la historia de Salta y el país, ubicando el sitio donde el Ejército de Belgrano juró fidelidad a la Asamblea Constituyente. También ese día se fue un gaucho auténtico que supo vivir en esa tierra de transición, entre las estribaciones precordilleranas de Metán y el bosque chaqueño, engarzados ambos por el río Juramento.
“Yo nací -contó alguna vez- en el río Blanco, ahí, en la finca que ahora es Chilcas. Allí había muchos pastajeros, entre ellos mi abuelo que vivió muchos años en el río Blanco, y desde muchos años atrás. Él vino a poblar ahí, cuando esto era de una familia de Tucumán, de los Zavalía. Mi padre era santiagueño y mi madre salteña, de La Isla. Mi padre se llamaba Melchor Guzmán y mi mamá Presentación Flor. Y yo me hice hombre de campo únicamente a la sombra de mi tata y después, cuando más mocito, mi hecho yo no más. Yo no más y el camino”.
“Mi criado en los primeros años en el Pasaje (Juramento). Ahí sabía haber mucho ganado arisco, desde los tiempos de doña Juliana Castillo. Y ahí uno se ejercitaba de chico, pues supo haber gente muy capaz, gente corredora, tan mentada que la llevaban para otras partes. Con esos hombres que eran capaces, huelladores, observadores para rastrear al galope, al trote y galopando en el monte, uno se hacía a la par de ellos.
Hombres y toros agalludos
“En mi vida -contaba don Balta- conocí hombres valientes y agalludos. Conocí algunos muy mentados como los hermanos Florentín y Fermín Delgado. Eran del Pasaje y como ahí hubo mucho ganado arisco, desde chango se ejercitaron”.
“Y por entonces era un honor pillar un arisco. Eso sí, también hubo toros ariscos bien mentados como el ‘Azulejo uña mota’. Ese era de mi tía Pastora y los domingos los salíamos a buscar todos los changos. Con un negro como compañero, nos hacía sonar pasando a todos. Y así fue hasta que un día se le llenó la medida y lo mus pillao nosotros. Para eso, al Azulejo lo habíamos huellao la tarde antes, a los dos, al Negro también, y nos pasaron, pues no lo pudimos pillar. Y nos dijimos, vamos a volver a buscarlos mañana...
El hecho es que al otro día lo huelleamos temprano al Azulejo. Madrugamos, le buscamos la huella y lo volvimos a seguir. Cerca nomás habían dormido los ariscos y ahí, ya nos sintieron y se dispararon. En pocas vueltas los separamos al Azulejo del Negro y ahí lo pillamos al Azulejo. Se nos vino al humo cuando se vio perdido pero cayó. Lo atamos y alguien dijo: el Negro se ha disparao pa tal parte. Entonces dejamos descansar un poquito a los perros y a los caballos y al rato le volvimos a caer en la huella. Y lo volvimos a alcanzar y lo pillamos también. A los dos pillamos ese mismo día. Hacía años que andaban dando trabajo. Esos eran animales realmente salvajes.
Los restos de don Balta están sepultados en Metán
Don Baltasar Guzmán murió en Metán y allí también fue sepultado. Supo tener una compañera, doña Nally Méndez, que lo acompañó hasta el final. No dejó hijos pero sí una multitud de parientes y amigos que el último día del año 1970 lo acompañaron, junto a su caballo, hasta el cementerio de San José de Metán.
Después llegaron los homenajes póstumos de amigos, universitarios de Salta, de poetas y compositores como Castilla, Leguizamón, Perdiguero, Falú y Abel Mónico Saravia. Vialidad Nacional también lo homenajeó. Un arroyo de la RN34, cerca del Juramento, lleva su nombre, “Baltasar Guzmán”.