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Finlandia: matriarcado del siglo XXI

Viernes, 18 de diciembre de 2020 00:00
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La primera ministra de Finlandia, Sanna Marin, quien con sus 35 años es la jefa de gobierno más joven del mundo, acaba de cumplir su primer aniversario al frente de una coalición que tiene una composición mundialmente inédita: los cinco líderes de los partidos de la alianza gubernamental son mujeres.

Marin, jefa del Partido Socialdemócrata, asumió su cargo hace doce meses, acompañada por Katri Kulmuni, de 33 años, del Partido del Centro; Li Andersson, de 33 años, de la Alianza de Izquierda; María Ohisalo, de 35 años, del Partido Verde, y Anna -Maja- Henriksson, quien con sus 56 años es la "veterana" del grupo, del Partido Popular Sueco de Finlandia.

Una luchadora

Si bien Marin es la tercera mujer en gobernar Finlandia, su ascenso llamó la atención por su origen familiar y su trayectoria personal. Su madre, criada en un orfanato, tras separarse de su marido alcohólico, formó pareja con otra mujer.

Marin relata "ahora, en el siglo XXI, se abrió el debate sobre las familias "arco iris' . De chica, familias como la mía no eran reconocidas como verdaderas o iguales a los demás". Por tal motivo, en su infancia se sintió "socialmente invisible".

Para enfrentar esas adversidades, agravadas por una escasez de recursos que hacía que su madre dependiera de la asistencia estatal para subsistir, Marin empezó a trabajar a los 15 años en una panadería, luego como repartidora de diarios y posteriormente como cajera en un negocio. De ese modo, y en apenas cinco años, su vida experimentó un drástico giro.

Fue la primera en su familia en finalizar la escuela secundaria y la universidad, donde se graduó en Ciencias de la Administración. En la facultad, a los 20 años, empezó a militar en el Partido Socialdemócrata.

Dos años después fue candidata a concejal municipal e inició su meteórica carrera política.

A los tres meses de haber asumido, Marin tropezó con el desafío de la pandemia. Su gestión fue valorada internacionalmente como una de las más exitosas en la lucha contra el virus. Pasó a integrar una selecta lista de las siete mandatarias mujeres que mejor habían afrontado el temporal. Entre las escogidas estaban sus tres colegas de países nórdicos: Erna Solberg, de Noruega, Mette Frederiksen, de Dinamarca, y Katrin Jakobsdóttir, de Islandia. Completaban la nómina Ángela Merkel en Alemania, Jacinta Ardern, en Nueva Zelanda, y Tsai Ing-wen en Taiwán.

El estilo disruptivo de Marin tuvo su manifestación estelar en la estrategia de comunicación ante la pandemia, en la que apostó a métodos innovadores, como la búsqueda de la colaboración de "influencers" para conectarse, a través de las redes sociales, con una franja del público que apenas si se informa por los medios periodísticos tradicionales.

Otra iniciativa de altísimo impacto fue la realización de videoconferencias de prensa en la que niños oficiaban de periodistas y formulaban preguntas a la primera ministra y sus principales colaboradoras.

Como otra muestra de su personalidad, la primera ministra formalizó en junio pasado su relación de dieciséis años de antigedad con su pareja Markus Raikkónen, padre de su hija de dos años.

Una sociedad feliz

Para comprender el fenómeno de Marin conviene destacar que Finlandia se distingue como un país de avanzada en todos los órdenes. Con un ingreso por habitante de 47.000 dólares anuales, ocupa el décimo quinto lugar en el Índice de Desarrollo Humano de las Naciones Unidas. Ese posicionamiento privilegiado se manifiesta en una infinidad de ítems. Es el cuarto país con menor índice de pobreza a escala global, el segundo en menor desigualdad entre los niños recién nacidos y el tercero en menor brecha de género del mundo. Con la mayor superficie de bosques de la Unión Europea, es el tercer país de la tierra en calidad ambiental. La Comisión Europea consigna que también es el país del viejo continente más seguro para el turismo internacional. Con semejante listado, es fácil entender que en la encuesta elaborada por las Naciones Unidas aparezca como la población más feliz del planeta.

Existe consenso entre los especialistas acerca de que el sistema educativo finlandés es el más adelantado del mundo. La educación primaria y secundaria es absolutamente gratuita. Para el Foro Económico Mundial, la educación primaria finlandesa figura en el primer lugar y la universitaria en el tercero. En una prueba internacional entre la población adulta realizada por la Organización para la Cooperación para el Desarrollo Económico (OCDE), apareció en el tercer lugar en materia de matemática y lengua.

Obviamente, estos logros están sustentados en una sólida base económica. El Foro Económico Mundial consigna que Finlandia es el país más competitivo del planeta. En esa evaluación, cumple un rol fundamental los avances en materia de digitalización en todos los campos, desde la educación y la salud hasta la seguridad y el gobierno electrónico. Esa ventaja tecnológica le permitió además enfrentar con menores dificultades las restricciones derivadas de la pandemia.

Con una estructura económica originariamente fundada en la explotación de los recursos naturales, en particular la agricultura y la actividad forestal, en 1870 era el país más pobre de Europa Occidental.

Desde la década del 50, una estrategia de industrialización fundada en la incorporación de valor agregado a la producción primaria colocó al país en la vanguardia mundial en la fabricación de papel. Esa especialización productiva fue el punto de partida de una exitosa diversificación industrial, potenciada desde 1995 con el ingreso a la Unión Europea.

País del futuro

Finlandia tiene una historia tan rica como accidentada. Hasta 1917 fue un ducado de Rusia. La revolución bolchevique permitió la declaración de su independencia. La Unión Soviética nunca toleró esa secesión. En 1940, cuando Stalin, amparado en su efímero tratado de no agresión con la Alemania nazi, anexó los estados bálticos (Estonia, Letonia y Lituania), también separados de Rusia en 1917, e invadió el territorio finlandés, pero sus tropas fueron rechazadas. Después de la Segunda Guerra Mundial, los soviéticos impusieron la neutralización forzosa (“finlandización”), para impedir que el país ingresara a la OTAN. 

Hoy, Moscú patrocina al movimiento de los Verdaderos Finlandeses, una formación que giró desde la izquierda hacia una derecha nacionalista y xenófoba, que plantea la salida de la Unión Europea y es la principal oposición al gobierno de coalición encabezado por Marin.

Pero esa misma historia azarosa acarrea consecuencias positivas en el presente. En 1906, aún bajo la dominación zarista, Finlandia fue uno de los primeros países en sancionar una ley de voto femenino, que puso en marcha un creciente protagonismo político de la mujer. 

Cuatro décadas después, durante la Guerra Fría y para resguardarse ante el riesgo de una conflagración nuclear entre el Este y el Oeste, construyó una inmensa red de refugios subterráneos provistos de alimentos y medicinas que ahora resultaron de notable utilidad para el combate contra el COVID-19. Aquella tradición inaugurada en 1906 permite entender mejor el ascenso al gobierno de la coalición femenina liderada por Marin, mientras que la estrategia diseñada ante el terror nuclear colaboró a su éxito ante el desafío de la pandemia.

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