¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

Su sesión ha expirado

Iniciar sesión
30 de Junio,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

En nuestro país, solo los rugbiers piden disculpas

Domingo, 06 de diciembre de 2020 00:36
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

La sombra del racismo, la discriminación y la intolerancia volvió a proyectar su oscuridad sobre la Argentina. La difusión de mensajes de contenido agraviante hasta la obscenidad, que publicaron en redes sociales los rugbiers Pablo Matera, Guido Petti y Santiago Socino cuando eran adolescentes generó un escándalo previsible. Tan previsible que no hace falta esfuerzo para comprender que quienes exhumaron esos mensajes los conocían desde hace mucho y los divulgaron para generar revuelo.

Los deportistas pidieron disculpas y no hay razones para dudar de su sinceridad. Los agravios racistas y clasistas, de cualquier índole y sea quien sea el que los emite, son inadmisibles y conspiran contra la paz social. Pidieron disculpas en un país donde ninguna figura pública lo hace, a pesar de las mentiras, agravios e imprudencias que políticos, militantes y bufones desparraman en los medios y las redes.

El ministro de Deportes, Matías Lammens, opinó que "hay que revisar qué está pasando con el rugby". Lo que hay que revisar, y profundamente, es el nivel de degradación de los mensajes en general, que circulan por las redes sociales, que son incitaciones a la violencia social y de los que participan asiduamente los militantes rentados de todos los colores.

Una figura emblemática del deporte argentino, Hugo Porta, responsabilizó a la Unión Argentina de Rugby por el detonante del escándalo, que fue la falta de un homenaje de Los Pumas a Maradona en Nueva Zelanda. Y también cuestionó las sanciones que les aplicaron a los tres jugadores. "Estos mensajes que fueron escritos hace 9 años son improcedentes e indefendibles, pero los que los escribieron pidieron disculpas, y la respuesta que recibieron a cambio fue suspenderlos y dejarlos solos al escarnio público".

Porta tiene autoridad para decir lo que dijo, porque lo avalan su historia y su amor por el deporte. Cientos de miles de argentinos practican rugby, que es una verdadera escuela de caballerosidad, como lo testimonia la vida de deportistas salteños de todas las edades. Sin decirlo explícitamente, Hugo Porta está señalando una deuda de la dirigencia de nuestro país, que se suma rápidamente a los escándalos puntuales y pasa por alto la marea discriminatoria que atraviesa a la sociedad argentina.

Porque ese es el nudo del problema. La incorporación -en las leyes y en el discurso- de los derechos de las mujeres, de las minorías, de los migrantes y de los discapacitados no ha transformado a nuestra cultura. Todos estos derechos, y la misma convivencia social, están cada día más sometidos a las ideologías. El escándalo fomentado en torno de estos tres rugbiers también está dirigido a estigmatizar a un sector de la sociedad, al que se intenta mostrar como responsable de las frustraciones nacionales.

La filósofa Hannah Arendt, autora de "Los orígenes del totalitarismo" escribió que "la ideología es un sistema fundado sobre una opinión única" y puntualizó que "la ideología racista se refleja en la discriminación". La ideología única es totalitaria y no juzga por valores sino por militancias. Y, consecuentemente, es intolerante con el opositor.

El manto que se descorre con los mensajes de los rugbiers y con su utilización política desnuda la terrible intolerancia que afecta a nuestra sociedad pero que es una preocupación que atraviesa al mundo.

En Estados Unidos, y ahora en Brasil, el racismo contra los afrodescendientes ha regresado con una agresividad desoladora.

A 75 años del fin del nazismo, el antisemitismo rebrota con una facilidad pasmosa. En Europa, el miedo y la ilusión supremacista llevan a estigmatizar a islámicos, africanos y migrantes en general. Los usos políticos que se hacen de las comunidades originarias y la descalificación xenófoba de diversos sectores sociales evidencian fisuras que, en América Latina, van erosionando el respeto por la vida y la sensibilidad social frente a la muerte.

Es irresponsable atizar el odio y el desprecio de clase, etnia, religión, nacionalidad o ideología. La tolerancia no se construye con prejuicios, sino con una madurez cívica que a nuestros países les cuesta alcanzar.

 

Temas de la nota

PUBLICIDAD
PUBLICIDAD