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Las constructoras de la Nación

Las mujeres tuvieron un rol crucial en nuestra historia. En la guerra y en la paz, pusieron su sello indeleble en la Patria Grande. 
Domingo, 08 de marzo de 2020 00:00
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Hoy 8 de marzo se celebra el Día Internacional de la Mujer, momento especial para rememorar a aquellas mujeres comprometidas en las campañas libertadoras de la Patria Grande que llevaron a la emancipación de los pueblos hispano americanos.

Dentro de este contexto, y a propósito de conmemorarse en este mes el 150 aniversario de la finalización de la Guerra de la Triple Alianza, que involucró, además de nuestra Patria, a los países hermanos de Paraguay, Brasil y Uruguay, resulta justo recordar a aquellas mujeres que, no obstante ser sus protagonistas, fueron silenciadas por la historia.

Sirvan unos fugaces rasgos para también traer a la memoria lo mucho que aportaron quienes -desde esos países- se implicaron en la causa independentista americana.

Heroínas de la región

En Uruguay evocamos a Josefa Oribe y Viana, hermana del presidente Manuel Oribe, que se jugó por la pertenencia de su suelo natal a las Provincias Unidas, y posteriormente, por la independencia total. Ha sido reconocida, junto a Ana Monterroso de Lavalleja y a Bernardina Fragoso de Rivera, como símbolo de la mujer patricia. Igualmente quedaron inmortalizadas, Melchora Cuenca (esposa de José Artigas), Rosalía Dutra, Juana Bautista, Soledad Cruz, entre otras.

En Brasil, María Quitéria de Jesús Medeiros fue la primer soldado en la historia de este país en ganar la distinción de Caballero de la Orden Imperial de la Cruz del Sur y se convirtió en uno de los emblemas de su Independencia.

En Paraguay Juana María de Lara se destacó en la revolución emancipadora de 1822, al igual que Facunda Speratti quien integró el grupo de rebeldes.

En Argentina hubo otros roles que desempeñaron las mujeres desde la Resistencia, como es el caso de Martina Céspedes, dueña de un pequeño negocio de venta de bebidas del barrio porteño de San Telmo que recibía a los soldados ingleses a condición de que pasen de a uno y luego, a medida que ingresaban, los hacía prisioneros.

Quedaría por relevar muchas otras heroínas de esos tiempos de independencia, mencionaremos, por razón de espacio, a una que las simboliza, es María Magdalena "Macacha" que acompañó a su hermano -nuestro héroe gaucho el Gral. Martín Miguel de Gemes- en las luchas en territorio salto-jujeño y alto-peruano, ello hizo posible que Argentina sea hoy una nación libre y soberana.

En la segunda mitad del siglo XIX comenzaron a hacerse sentir en los diversos países latinoamericanos, mujeres escritoras y educadoras que plasmaron en sus obras las indignas condiciones de esclavitud, marginalidad y dependencia sufridas por las mujeres, reivindicando sus derechos, reclamando su admisión a la vida pública de las naciones. Las recordamos por entender que la educación marca un hito en la pacificación de los pueblos.

En Brasil, Floresta Brasileira Augusta, publicó en 1832 su libro "Direito das Mulheres e injustica dos homens". También abordó esta temática la poetisa brasileña Narcisa Amalia de Campos.

Las hermanas Celsa y Adela Speratti fueron dedicadas educadoras paraguayas, comprometidas con la integración de las mujeres a ese espacio.

Petrona Rosende de Sierra, uruguaya nacionalizada argentina se convirtió en la primera mujer de esta región en crear un diario que se llamó "La Aljaba", fue el comienzo para difundir las ideas diseñadas por aquellas mujeres que supieron evitar el silencio y conseguir un lugar por derecho propio. Por su trabajo y dedicación es considerada la primera periodista argentina.

Juana Manso colaboró en la presidencia de Sarmiento con la apertura de 34 escuelas y bibliotecas públicas. Fue la primera mujer en quedar incorporada a la Comisión Nacional de Escuelas; abogó por la igualdad de derechos y de acceso a la educación.

Juana Manuela Gorriti, hija de José Ignacio Gorriti, Guerrero de la Independencia y diputado por Salta ante el Congreso de Tucumán, fue considerada la primera novelista argentina. Defensora acérrima de la ilustración femenina, que le otorga a la mujer un lugar distinto al rol tradicionalmente asignado, participó en Bolivia como enfermera voluntaria en la batalla del Callao contra las tropas españolas en 1866.

Si bien estas mujeres tuvieron el digno reconocimiento a su labor, el papel de muchas otras - no obstante ser fundamental en el desarrollo de su patria - no siempre se ha conocido, existe un sin número que fueron olvidadas.

Las mujeres y el horror

Por ello, en este Día Internacional de la Mujer queremos rendirles nuestro más sincero homenaje por su abnegado sacrificio e inusitado valor. Son las que padecieron los rigores de la Guerra de la Triple Alianza iniciada el 3 de mayo de 1865 y que finalizara el 1´ de marzo de 1870, tras la muerte del entonces presidente de Paraguay, Mariscal Francisco Solano López.

Este país carga en su historia largos y penosos años, proseguidos por el deambular de milicias y tropas por las tierras que fueron de desolación y violencia, lo que llevó a las mujeres a duplicar sus esfuerzos para educar a sus hijos y mantener solas a sus familias mientras se consolidaba una tradición de ausencia de la figura del varón en la vida familiar, aportando su tiempo, trabajo y recursos a los batallones.

En la posguerra las mujeres conformaron la pequeña parte vital del devastado Paraguay y fueron las que tuvieron que ingeniarse con la agricultura y administrar el comercio, logrando quebrar el estereotipo de sexo débil, ya que, sin consuelo ni apoyo, regresaron al hogar después del cruento enfrentamiento para cargar sobre sus hombros un país aniquilado por la injusticia, y al que, con denodado esfuerzo, pudieron reconstruirlo; ello no obstante, en esta etapa posbélica quedaron en gran medida marginadas de la esfera política.

Esta guerra atroz dejó la mitad del pueblo diezmado y el 95% de su población masculina adulta, por lo que se lo conocía como la “Ciudad de las mujeres”.

La contienda, además de ocasionar la perdida de gran parte de su territorio, produjo la extinción de un modelo de desarrollo que durante el siglo XIX fue paradigma por su importancia en América del Sur
El relato del conocimiento empírico de los testimonios de quienes soportaron los avatares de la guerra, grabados en la recopilación de los hechos, es la mejor contribución a los procesos de pacificación, por cuanto obra como un poderoso disuasivo a fin de evitar las luchas intestinas.

Tras la devastación provocada por esta trágica contienda la humanidad comenzó a tomar conciencia de los efectos negativos y los múltiples perjuicios que derivan del enfrentamiento entre los pueblos, y así, aprendió la lección que el mantenimiento de la paz y la seguridad internacional debe ser su primordial aspiración.El papel activo en las reivindicaciones de paz se muestra en el coraje y liderazgo que han tenido las mujeres paraguayas en la restauración de su patria después de un genocidio que vino a fracturar el entramado social del país.

La construcción de la paz 

En los albores del siglo XXI, un movimiento vigoroso hacia una cultura de paz obtiene su inspiración y su expectativa de las percepciones y acciones de las mujeres.

La búsqueda presurosa de la paz, requiere generar un proceso de reconstrucción histórica que entrañe un compromiso ético sustentado en la igualdad, equidad y justicia, pilares determinantes para la reconciliación, lo que exige crear no sólo las condiciones propicias para que ella anide, sino para que se mantenga, para lo cual es imprescindible visibilizar más el conocimiento adquirido por las mujeres, por cuanto aportan a la causa de la paz, experiencias, competencias y perspectivas diferentes, del mismo modo pueden suscitar enfoques innovativos en ámbitos como la prevención de los conflictos, el fomento del diálogo intercultural, influyendo de manera decisiva al restablecimiento del pacifismo. Resulta vital entonces que la paz se vaya edificando desde la mirada femenina, porque además de las razones apuntadas, existen otras de igual gravitación, tal las múltiples relaciones gestadas con influencias de variada índole cargadas de peso culturalmente patriarcal y, porque la paz es mucho más que una toma de postura: es una auténtica revolución. La fuerza que consigue un movimiento de mujeres traspasa fronteras, diferencias sociales, ideológicas y de cualquier otra clase.

Las mujeres unidas tienen el poder de transformar el mundo y alcanzar la igualdad, con el objetivo de procurar una sociedad más justa, más pacífica y más sostenible. Por ello reivindicamos a quienes no han querido someterse ni resignarse a la injusticia, a la prepotencia del poder y han demostrado fortaleza para defender sus actos con firmeza, abriendo caminos para sí mismas y para las demás

La decisión de las mujeres 

Las mujeres debemos tomar la decisión, individual y colectiva, de emprender acciones para romper la barbarie, buscando posicionar una agenda democrática por la cimentación de la paz. Una manera de coadyuvar es la resistencia pacífica para exigir los derechos, la eliminación de las múltiples formas de violencia contra las mujeres, apostando por desterrar la discriminación, la precariedad laboral, la brecha de inequidad salarial entre géneros, la falta de oportunidades para acceder a la seguridad social, a la educación, a la salud, involucrándonos a pleno para combatir la pobreza que sufre gran parte de la población femenina.
Las mujeres de hoy aspiramos fortalecer los ideales de la concordia y la resolución pacífica de los conflictos, bajo tales designios realizamos una formal invitación a la ciudadanía, a la institucionalidad pública y privada, a ratificar su compromiso por la paz como estrategia para vigorizar el Estado de Derecho, los valores republicanos y la protección de los derechos humanos fundamentales, ello debe ser nuestro tributo como hijas de este glorioso suelo americano.
 

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