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Sociabilizan pero de otra forma. La ausencia de los seres humanos en las calles tienen dos consecuencias: el ánimo de algunas aves que ganan espacios y la búsqueda de comida de otras.
Muchas de las palomas que se podía ver en la plaza 9 de Julio se alimentaban, no solo de las alimañas que estaban en los viejos techos de los edificios o en los antiguos árboles, sino también de las semillas que los chicos les acercaban sin temor. Hoy la búsqueda de alimentos las lleva a bajar y acercarse todavía más a los espacios por los que todavía circulan algunos humanos.
Por otro lado están las aves que no se acercaban a la ciudad, pero que hoy se asoman los balcones y se animan a socializar con los humanos, negados de salir a la calle.
Natalia Di Pietro vive desde hace varios años en un edificio a media cuadra de la plaza 9 de Julio. Junto a su novio, Facundo Iezzi salen todas las mañana a observar la vista de la ciudad. “El cielo está limpio todas las mañanas, no están esas nubes de polvo que se levantaban sobre la ciudad, el olor en las calles es otro”, relató Natalia que agregó que se nota a simple vista que el ambiente es otro. En lo que refiere a la higiene de las calles y los edificios, ya no se ven las esquinas de las peatonales llenas de bolsones de basura, tampoco en las calles. “Parece que la gente está tomando conciencia de muchas cuestiones. Los que tienen permiso para circular cuidan los espacios a los que van, no dejan basura tirada en la calle. En lo que refiere a la naturaleza es todo un espectáculo”, agregó.
“El viernes apareció una pareja de tucanes. Siempre se los veía escondidos en la plaza pero ahora se animan a salir un poco más. Le dejamos algo de comida en el balcón, se acercaron, comieron algo y nosotros aprovechamos para sacarles algunas fotos y después llegaron las palomas”, relató Natalia, que tiene como mascotas un par de perros que viven en un balcón cerrado. En la terraza del edificio, sobre calle España, la vista de Natalia y Facundo sigue siendo magnífica. Se puede ver, con claridad, después de varios años, el cerro San Bernardo.
Espacios que se extrañan
El parque San Martín fue uno de los primeros espacios urbanos que evidenció la ausencia de visitantes. En las primeras semanas de la cuarentena, los patos del lago se animaron a bajar de las islas y de a poco se fueron animando a recorrer más metros fuera del agua. Las caminerías cercanas al Museo de Ciencias Naturales se convirtieron en suyas y ahora, aquellos que pueden salir, los ven andar por entre los árboles. En el cerro San Bernardo las escalinatas están cerradas, lo mismo que el ingreso por ruta. Allí los animales que no se acercaban por la presencia de los runners, volvieron . Las aves fueron las primeras en animarse a bajar, los roedores se cruzan sobre la ruta y las escalinatas. Lo mismo se puede ver en el parque Del Bicentenario, donde las visitas están prohibidas desde el inicio de la cuarentena. En este caso, el avistaje de aves ya era parte de las actividades que se podía hacer en el parque, pero ahora, las aves ganaron espacios. En el Día del Planeta, la ausencia del hombre marca cambios para el resto de sus habitantes, ahora queda ver cómo será la nueva convivencia, después del COVID-19.