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Güemes y su legado para la construcción del país

Lunes, 15 de junio de 2020 02:32
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Martín Miguel de Güemes ha sido un eficaz administrador en carácter de gobernador intendente de la provincia de Salta. Mayor aún y legendaria es su labor como militar en la defensa del territorio. Pero hay una grandeza más trascendente en su vida activa y es la de legar un continente de ideas que informaron con claridad meridiana el curso de los acontecimientos en el tiempo en el que le tocó poner su brazo diestro, en beneficio de la causa americana. 

El respeto por la opinión pública

Güemes era consciente de que sus acciones serían evaluadas no solo por la autoridad superior, sino por todos los integrantes de la provincia. Un rasgo distintivo del estado de derecho es el respeto que debe tener el gobernante por sus gobernados y la preocupación por la opinión pública, toda vez que es la ciudadanía la que sostiene al Estado. Un Oficio al Director de fecha 11 de octubre de 1815 da cuenta de esta idea en el que expresa: “...desde el instante en que por la voluntad uniforme de este pueblo se impuso sobre mis débiles fuerzas el grave peso de su gobierno, se aumentaron mis obligaciones y entre ellas la de dar satisfacción de mi conducta pública, no solamente a la suprema autoridad de vuestra excelencia y a esta provincia, sino a todos los habitantes de uno y otro hemisferio que tienen clavados los ojos en observación de nuestras operaciones y costumbres, y especialmente de las de los funcionarios públicos que como depositarios de la opinión general somos los artífices y agentes principales para crear y poner las bases angulares del nuevo y magnífico edificio a que aspiramos”. La claridad de las palabras nos releva de aclaraciones.

Rechazo a la lucha fratricida

Este ideario lo lleva a rechazar de plano las luchas fratricidas, en la comprensión que de ellas no se obtendrían frutos para la Patria. De tal suerte expresa: “La mansedumbre, sufrimiento y moderación han sido los medios más adecuados para apagar las disensiones... de su allanamiento arreglado, justo, prudente y juicioso, depende el deseado objeto de nuestra regeneración política”. Una amenaza a la paz provinciana que se sumaba al inminente peligro de las invasiones realistas fue la invasión de José de Rondeau a Salta en marzo de 1816, colocando a los vecinos en zozobra ante la avanzada del ejército patrio. Güemes no consentía la lucha fratricida, y la presencia de Rondeau abriendo fuego sobre la ciudad de Salta, sus habitantes y los soldados de la patria, cercenaban la idea grande de unidad americana. La lucha entre hermanos no tenía lugar en el pensamiento güemesiano, antes bien, abogaba por la comprensión de los pueblos de las provincias y el buen entendimiento de los jefes que tenían a su cargo las expediciones sobre las tropas españolas. En un oficio al Director fechado en Cerrillos en 19 de marzo de 1816, le manifiesta su asombro: “Dejo a la consideración de V.E. la sorpresa que me causó la operación tan inaudita y que no contarán las repúblicas de Grecia, Atenas y Roma; ni la reciente revolución de la Francia. La consternación y amarguras cubrieron a los que se creían víctimas del opresor y el movimiento ruidoso excitó al pueblo y la campaña”.

Honestidad y transparencia

Siguiendo el mismo pensamiento y con sabiduría, avizora la necesidad de apartar de la función pública a quienes no sean generosos de corazón. Para Güemes era importante la presencia de hombres desinteresados que laboraran en beneficio de la patria. 
En Oficio al Director fechado el 11 de octubre de 1815 manifiesta: “...suplico igualmente con toda la efusión de un corazón penetrado de dolor y sentimiento de los males causados con esta revolución (...) separe de su lado y consejo, todo hombre interesado, ambicioso, soberbio, egoísta y desnaturalizado que no debe mezclar su influjo e intervención en las obras máximas de desinterés, de honor y gloria”. Luego incide en la idea de la credibilidad en que se debe sostener un gobierno en relación con los gobernados: “Por esto no puede haber cosa más delicada que el crédito de un gobierno, y de un gobierno naciente que se pone a la frente de los asaltos de innumerables enemigos”. 

Cooperación fraterna

Un oficio de Güemes a Belgrano, fechado el 27 de setiembre de 1817, hace presente los redoblados sacrificios en que se había empeñado al pueblo de Salta en aras de contribuir materialmente a la causa de la libertad. Señala la necesidad de que todas las provincias hermanas colaboren con los subsidios necesarios, explicando que los aportes solicitados eran por el bien de la república. Emerge el concepto de mutua cooperación en la construcción de la novel nación, en la que necesariamente debían estar comprometidas todas las provincias que la integraban. Apela a la ayuda manifestando:
“La nación sabe cuántos y cuán grandes sacrificios tiene hechos la provincia de Salta en defensa de su idolatrada libertad, y debe saber que se halla siempre dispuesta a otros mayores. Que a costa de fatigas y de sangre ha logrado que los demás pueblos hermanos conserven el precio de su seguridad y sosiego, pues el premio de tanto heroísmo exige la gratitud que emulados de unos sentimientos patrióticos contribuyan con sus auxilios a remediar su aflicción y su miseria”. Hace suyas las palabras de Cicerón y expresa: “Las provincias deben mirarse como los diferentes barrios de una misma ciudad.... V.E. como primer jefe de las provincias debe invitarlas a que contribuyan con subsidios cuanto les proporcionen sus actuales circunstancias para perfeccionar la obra que nos hemos propuesto”. 

Espíritu conciliador

Una carta de Güemes a Belgrano fechado en Jujuy 24 de abril de 1819, renueva el compromiso no solo de luchar contra las fuerzas realistas, sino también contra quienes al interior de la novel república se avizoraban como focos disidentes en orden al bienestar general: “Compañero y mi más amigo: Son ciertamente y de alta consideración los males que han ocasionado los partidarios del desorden, pero cuando ellos no se convenzan por su propio desengaño, serán al fin escarmentados como objetos de la justicia”. Güemes confiaba en contar con hombres virtuosos que ayudaran a dejar concluida la anarquía. Se proponía castigar tanto a los perturbadores del sosiego público como a los enemigos de la libertad. 
 La Proclama que Güemes dirige a los habitantes de Jujuy el 21 de abril de 1819 es clara muestra de los disensos internos que se manifestaban en la escena nacional y que tenía su reproducción en el medio local. Ante ello decide adoptar medidas extremas en procura de solucionar tan complejo problema: “Habitantes de Jujuy: (...) Por todas partes está sembrado el germen de la discordia, de la sedición y de la desunión: no se ve más que ánimos dispuestos a acabar con nuestra existencia”.
Al tiempo que recrudecían las invasiones realistas y se hacía más oneroso sostener las tropas, también encontraba Güemes la incomprensión de una parte de la ciudadanía, quienes retaceaban la colaboración en una campaña que no era solamente un objetivo localista, sino que era la gran causa nacional, en la que el gobernador salteño tenía comprometida su palabra en el esquema del plan continental trazado por el general San Martín. Es comprensible el disgusto del caudillo frente a las mezquindades, y que a través de una numerosa correspondencia se manifieste su malestar. Pero también ante la evidente oposición surge un Güemes conciliador y dispuesto a restablecer los vínculos en pro de la patria. Es el caso que se plantea con Bernabé Aráoz. Ante la reticencia del tucumano, no lo anima el rencor, le ofrece su comprensión y buen consejo: “No pierda Ud. un amigo como yo que lo he de acompañar en todo caso. No pierda Ud. a la patria que tiene muchos amigos; despreocúpese y crea firmemente que la patria y yo hemos de mirar por su felicidad y la de su provincia. Cuatro comerciantes y otros tantos doctores egoístas le muestran los dientes porque lo necesitan y porque les tiene en cuenta por su interés particular, por esto es que llaman amigo. Ud. tiene que esperar de la patria y de mí, a pesar de esto nos llamamos amigos de Ud”. En estos párrafos, Güemes alcanza la magnanimidad más excelsa con quien le negara su apoyo reiteradamente.
 A ciento noventa y nueve años del asesinato de nuestro prócer gaucho, es necesario volver sobre este ideario de honestidad, transparencia, respeto por el Estado de derecho y el corpus legal, la magnanimidad, la fraterna convivencia, la construcción de consensos, pero fundamentalmente el eterno ejemplo de considerar a la opinión pública, representada por el vecino de otrora, como un esencial eje a considerar en los manejos del Estado.
 Estas ideas nos interpelan y comprometen como ciudadanos en la necesidad de evitar que sean letra muerta y se depositen en el desván del olvido, sino que se verifiquen en cada uno de nosotros, y, especialmente en la clase dirigente.
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