inicia sesión o regístrate.
El Estado autoritario en la Argentina se vuelve contra los ciudadanos y los humilla.
"Ansiaba ver a mi tía y a mi papá. Estoy muy triste por lo que les hicieron a los dos. Quiero que entiendan que mientras viva tengo mis derechos y pido que sean respetados", escribió Solange Musse en una carta en la que contaba que necesitaba ver a su padre antes de morir. El caso es ejemplificador del desastre moral en el que está sumida la Argentina. Estos hechos inhumanos muestran cómo el poder en la Argentina tiene como gran función arruinarle la vida a la gente. Burócratas millonarios sin ningún talento han creado una máquina de perjudicar a los ciudadanos. El padre de Solange no tenía COVID y ella había escrito que sabían de los cuidados que debían tener por la pandemia. Solo tenía que viajar en auto de una provincia a la otra para despedirse de su hija que lo necesitaba, aquejada por una enfermedad terminal. El Estado autoritario en la Argentina se vuelve contra los ciudadanos y los humilla. Les niega los derechos que les pertenecen por imperio de la ley.
Muchos políticos, comunicadores, científicos militantes e impresentables de toda laya se han convertido en una maquinaria burocrática decadente que desprecia los derechos y la vida humana, y que está fuera de control.
La cantidad de personas asesinadas por excesos policiales durante la cuarentena también es resultante de esos paradigmas.
Vastos sectores de la vida pública y de la política en la Argentina están ocupados por personas que están en un pozo intelectual, donde la idiotez se mezcla con el autoritarismo. Una sociedad con tan alto componente de ambas cosas produce que haya muertos, desaparecidos y casos donde un padre no puede despedirse de su joven hija que está por morir. Cuando aparece un caso así es cuando se ve con claridad lo bajo que ha caído Argentina.