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La constante inflación de estas últimas décadas ha llevado a las personas a no confiar en los distintos planes de estabilización y control. Esa incredulidad frente al relato antiinflacionario es el correlato de lo que indican los precios de las góndolas, como en la pérdida del valor constante de los ingresos, tanto en el bolsillo de la gente como en la heladera, al comprar cada vez menos alimentos con los ingresos.
EL Indec ha informado que en la Argentina se pauperizó la clase media, que hay 19 millones de pobres y casi 5 millones de indigentes, y hay 1.800.000 desocupados. La inflación y todas las fórmulas mágicas perjudicaron a muchos bolsillos y no fue una inflación pareja para todos.
Con la mayor emisión monetaria destinada a generar la sensación de bienestar y la ilusión de mayor reactivación de la economía, una política monetaria ampliada después de las PASO, solo anticipan más inflación. El exceso de pesos, en un escenario inestable, podría irse a la compra de dólares o a las criptomonedas, en vez de generar mayores incentivos a las inversiones privadas, que es lo que realmente necesitamos. Esto, sin dudas, no ocurrirá.
Estas medidas, sumadas al congelamiento autoritario e irracional de precios de muchísimos productos, nos hacen marchar hacia el precipicio:
a) Se produce y comercializa menos de todo, corriendo el riesgo de desabastecimiento.
b) La producción de bienes y servicios se realiza contra entrega del pago y en muchos casos por adelantado, porque las perspectivas de la economía a futuro no son buenas.
c) Los controles de precios sobre los productos de consumo básico en la mayoría de los casos han fracasado, y su verdadero y letal efecto es que desincentivan muchísimo el normal nivel de producción.
d) La proyección inflacionaria generada por la mayor emisión de dinero está muy por arriba de la demanda monetaria por actividad económica, con el agravante que no existe reservorio de valor de esos pesos, ya que los argentinos ahorran en dólares.
La campaña electoral del Gobierno, que incrementa el gasto público con esta política monetaria expansiva para crear una sensación artificial de prosperidad poniendo dinero en el bolsillo de millones de argentinos, lo único que logra es que la justicia social segmentada que pregona el Gobierno se transforme en injusticia social para todos, porque el peso argentino cada día pierde valor y por consiguiente poder adquisitivo, especialmente para el salario de los trabajadores, que tanto se preocupan en proteger.
Actualmente existen simultáneamente más de 17 programas de congelamiento, controles, acuerdos y supervisión de precios de bienes y servicios como medidas de disminuir y oxigenar la emisión monetaria y el déficit fiscal. Todas las fórmulas aplicadas desde 2011 y hasta la fecha han generado una inflación acumulada del 2.208%. El resultado es que no producen el efecto deseado en la población y por supuesto no creen en las mismas, una consecuencia de este fracaso es el actual incremento de la pobreza y la indigencia.
"Manos libres"
Los alimentos, desde hace bastante tiempo, se convirtieron en un verdadero problema para el Gobierno, ya que los precios vienen subiendo por encima de la inflación. En el actual contexto preelectoral volver a recurrir al congelamiento de precios sabiendo que fracasará es una forma de darse por vencido ante el avance de la inflación, sin tener un programa o plan para disminuirla.
Buscar el congelamiento del acuerdo de los Precios Cuidados y el plan "platita para todos" tiene por objeto que no se complique aún más la actual situación social, tratando de que el malhumor de los sectores desprotegidos no se incremente por lo menos hasta fin de año.
Con el nuevo titular de la Secretaría de Comercio Interior el Gobierno se propone crear la sensación de fortalecimiento del poder adquisitivo y la capacidad de compra de los salarios, pretendiendo demostrar que los precios más sensibles de la canasta básica de alimentos se encuentran controlados y contenidos, y que la suba promedio en los Precios Cuidados sea de aproximadamente la mitad de la inflación esperada para este año, y menos aún de los alimentos y bebidas. Una utopía.
Roberto Feletti busca relanzar un nuevo vínculo entre el Gobierno y los fabricantes, especialmente de alimentos, advirtió que será aplicada la Ley de Abastecimiento si es que no se llega a un acuerdo con los empresarios, habiéndoles solicitado confeccionar una lista de precios máximos por 90 días y que si es necesario firmaría una resolución con los precios máximos puestos por su Secretaria.
Los empresarios sostienen con justa razón que es muy difícil aplicar una política de congelamiento de precios en un escenario multicausal inflacionario y que no comparten las políticas de congelamiento o precios máximos, argumentando que ya tuvimos un congelamiento desde marzo del 2020 y la inflación paso el 50% anual.
Ratifican que se necesitan políticas de Estado que además de bajar la inflación sirvan para estabilizar la economía de nuestro país, respetar las reglas de juego, darle estabilidad jurídica y generar empleo, que son los pilares del acceso a la salud y la alimentación.
La estrategia para bajar la inflación, que tampoco dio resultado; el precio oficial del dólar está planchado con el objeto de enfriar la dinámica inflacionaria y hoy acumula un atraso cambiario del 15%; lo mismo se puede decir sobre las tarifas planchadas, que aumentaron solo una quinta parte de la inflación proyectada, y que son una bomba de tiempo.
No queda demasiado margen para seguir atrasando el tipo de cambio, que no alcanzó para disminuir la carrera de los precios; se estima que esta práctica se mantendrá hasta después de las elecciones y probablemente hasta que se firme un acuerdo con el Fondo Monetario.
Las políticas de congelamiento de precios fracasaron en nuestro país y agudizaron siempre el escenario inflacionario.
Repartir dinero para incentivar el consumo nunca reactiva a la economía; lo único que multiplica es la inflación. Es un grave error, y un vicio. Lo correcto sería incrementar la oferta de bienes y servicios, y para eso se debe apostar a la inversión con reglas de juego claras, estabilidad, seguridad jurídica y fundamentalmente generar confianza, producción y empleo.
Vayamos pensando.