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La Historia de la Medicina permite el estudio de determinadas enfermedades en algunas etapas en la evolución de la humanidad y también escudriñar el estilo de vida y los padecimientos que devenían de esas dolencias en diversos personajes. En las campañas de la Independencia, muchos de nuestros próceres se vieron aquejados de diferentes padecimientos. La frágil salud de Manuel Belgrano no fue óbice para que llevara adelante una preclara acción militar.
La sacrificada vida de los militares en campaña, con escasez de alimentos, la dificultad de la marcha, la adversidad de caminos fragosos y de un clima hostil, ocasionaba padecimientos físicos en tiempos de pobres conocimientos médicos y, aún más, de escasas medicinas.
Martín Güemes también sufrió algunas enfermedades de las que nos quedan testimonios documentales. En las epístolas entre Güemes y Belgrano se infiere que el creador de la enseña nacional se preocupaba por el estado de salud del héroe gaucho. Entre ambos se había forjado una sólida amistad, de allí esta copiosa correspondencia sobre el tema, e incluso Belgrano se permite, de acuerdo a su experiencia, recetar diversos productos.
Tenemos noticias de que el prócer gaucho padecía de "cólico bilioso". El creador de la enseña expresa en su misiva: "Vaya mi receta para el cólico bilioso; lo padecí un verano entero... y no tomaba más alimento que agua de agraz helada y helados de agraz... a precaución, un vasito de helado de este ácido o de naranja o limón todas las noches, y después de hecha la cocción y verá Ud. qué tono toma su estómago y cómo se robustece", (10/10/ 1817).
Es evidente que Güemes debía padecer algún tipo de dispepsia, ya que existen numerosas menciones de sus trastornos digestivos, atribuibles a las incomodidades de la campaña militar que impedía tanto a Güemes como a sus soldados llevar un régimen apropiado de comidas. Belgrano le aconseja: "Con la salud hacemos muchas y es preciso no apurarla: cumpla Ud. con su palabra de cuidarla y particularmente adoptando las comidas más sencillas". Luego insiste indicando: "dieta moderada y de cuando en cuando un purgantito moderado". (10/10/1817).
Para avalar la teoría de que Güemes padecía de dispepsia de probable origen biliar se toma como referencia las continuas recomendaciones de Belgrano, en especial en las que aconseja dieta y reposo. En otra oportunidad le reconviene en estos términos: "Ud. no se cuida, cree que su cuerpo es de bronce y se equivoca, no se debe a Ud. a sí solo, sino a su mujer, hijo y lo que es más, a la Patria", para continuar más adelante que: "Todo debe empeñarlo a tomar precauciones para liberarse de esos ataques furibundos". (18/10/1817)
Esta correspondencia revela al amigo preocupado por estado de salud del hombre que tenía bajo su responsabilidad un territorio clave en la emancipación americana. Felizmente, estos cólicos no necesitaron de intervenciones quirúrgicas, ya que en aquellos remotos días de la Independencia la cirugía no era accesible como hoy. No había conocimientos de las afecciones hepatobiliares ni procedimientos quirúrgicos. Los estudios sobre el tema recién florecerán desde 1850 en adelante. En aquellos primeros años de nuestra emancipación la medicación que se administraba para la dispepsia biliar consistía en tintura de opio, beleño, belladona y tilo. Estos medicamentos pudieron ser suficientes para mejorarlo rápidamente, ya que no existen documentos que reflejen una postración prolongada. En noviembre de 1817 ya no existían rastros de la enfermedad. Pero la enfermedad es cíclica, y Martín Güemes no siempre podía llevar el régimen de alimentos saludables aconsejado por Belgrano. Los rigores de la gesta emancipadora, las dificultades económicas habidas en su gobernación y el estado de zozobra en que transitaba la vida en estas tierras, siempre en actitud defensiva frente al acecho del contingente realista, hacía imposible un buen estado de salud en el prócer gaucho.
Es así como presenta otro de estos "ataques" en octubre de 1818, lo que motiva una nueva recriminación de Belgrano, quien le hace saber que esta infausta nueva de su malestar le había sido: "Sensible la noticia de la enfermedad de Ud.", expresando a continuación: "que diantre de mal es ese que no lo puede Ud. desarraigar" (3/10/1818) . Posteriormente, le pedirá al doctor José Redhead que arbitre los medios para liberar a Güemes de esos ataques.
En otra misiva hay una referencia a "un ataque de apoplejía" que sufrió Güemes en 1816. En esa oportunidad fue tratado por el doctor Matías Ribero, para que además de su curación se le aconsejara un "método en el vivir".
Hay otras referencias a la salud de Güemes en distintas oportunidades, algunas sin especificar el tipo de afección que padecía, que se estiman en grado leve, ya que no hay constancias posteriores que acusen complicaciones graves.
En una oportunidad se refiere Belgrano al "mal de garganta", que puede ser interpretado como una angina o una disfonía leve, ya que se recuperó rápido.
El estado de desánimo y las pasiones que devenían en aquellas azarosas jornadas en el proceso de emancipación se describen como: "Estar con la sangre malísima", al no poder hacer las cosas con rapidez y eficiencia, ante la escasa -y a veces nula- colaboración que recibía Güemes del gobierno central. No cabe duda que al prócer gaucho le cupo actuar en el momento más complejo de la emancipación y en la región más difícil, por su proximidad con las tropas enemigas. Fue quien debió sortear las mayores penurias económicas en un estado en el que todos los recursos debían ponerse al servicio de la causa libertadora. Es comprensible que los muchos obstáculos a superar y las dificultades en la trayectoria militar dejaran sus huellas en la salud de Güemes. No hay más referencias a enfermedades. Estas fueron superadas por el prócer. Solo una bala artera disparada por mano enemiga tronchó su joven vida y logró restar su valentía y arrojo para la emancipación de la tierra americana.