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La inflación en EEUU está vinculada a la duración de la pandemia.
Medida por el índice de precios al consumidor, la inflación en EEUU ascendió a 6,2% anual en octubre de 2021 y si se la cruza con el índice de gastos de consumo personal esto es sin energía ni alimentos alcanzó a 4,4% por año en el mes de septiembre.
Más de la mitad del alza de la inflación se debe a un consumo extremadamente elevado de bienes físicos, acompañado por un retraso en su provisión y que es evidente que estos dos fenómenos correlativos están directamente vinculados al nivel de vacunación. Esto significa que la disminución de los riesgos de salud revela el grado de efectividad de la vacunación contra la pandemia del coronavirus. Por eso es que la Reserva Federal le otorga al fenómeno inflacionario un carácter estrictamente vinculado a la situación de la pandemia, lo que implica que tiene una dimensión esencialmente transitoria.
La Brookings Institution señaló que la inflación en bienes trepó 8% anual en octubre, y que esto ocurrió mientras que la tasa de incremento del precio de los servicios se mantuvo prácticamente estancada, con un alza promedio de 2% anual. Por su parte, la energía, extremadamente volátil en los últimos dos años, aumentó 30% anual en octubre de 2021, en tanto que se hundió un 20% en diciembre de 2019, los precios de los alimentos, si bien aumentaron en octubre un 5% anual, se mantuvieron en un nivel promedio de 2% en el año en los doce meses previos.
La tasa de inflación en bienes de octubre de este año ha sido la más elevada de las últimas tres décadas; y lo notable es que ha resultado negativa la mitad del período iniciado en 2000, lo que implica que el precio de los bienes cayó sistemáticamente en esa etapa. El consumo real de bienes ha experimentado un auge de 15% en los primeros nueve meses de 2021, medido en relación a la etapa pre-pandemia que concluyó en diciembre de 2019.
La razón por la que la Reserva Federal ha insistido en otorgar un carácter transitorio a este auge excepcional de la inflación en el mes de octubre se debe a tres factores: en primer lugar, que el precio récord de los productos se ha transformado en un poderoso incentivo para aumentar la oferta, lo que ya está ocurriendo.
Luego, que el nivel de ahorro realizado por el público norteamericano en la etapa más álgida de la pandemia ha sido excepcional, y abarca a más de 30% del producto en los últimos dos años. Ahora, los consumidores estadounidenses han comenzado a volcar masivamente ese gigantesco nivel de ahorro doméstico en la compra de servicios, como mostró el éxito extraordinario del reciente "Black Friday".
Por último, el apoyo fiscal a los consumidores norteamericanos, votado por el Congreso en 2020 y 2021, ascendió a más de US$ 3,5 billones, cifra que hay que sumar a la excepcional acumulación de ahorro doméstico. Y lo que ha sucedido en los últimos 6 meses es que los estadounidenses han comenzado a gastar en gran escala por primera vez desde 2019.
Transitoria, pero....
Hay un factor de orden estructural que puede frenar esta tendencia a la transitoriedad de la tasa de inflación y es la restricción crucial del crecimiento económico provocada por la disminución de la fuerza de trabajo ofrecida en el mercado.
En septiembre se crearon 530.000 puestos de trabajo en el sector servicios, sobre todo en restaurantes, bares y hoteles, pero aun así el empleo en la actividad estuvo 1,5 millones de trabajadores por debajo de los niveles del período prepandemia.
En un sentido estricto, la desocupación en EEUU prácticamente ha desaparecido, debido a que se ofrecen en el mercado más del doble de los empleos que el número de desocupados que existe y aun así la fuerza de trabajo es significativamente inferior en el momento actual a la que estaba ofrecida en diciembre de 2019.
Atrás de esta paradoja hay razones de orden estructural. En primer lugar, ha habido una explosión del teletrabajo que ha multiplicado el número de norteamericanos que se autoemplean y trabajan desde sus hogares; y luego, a que el subsidio laboral para los desocupados ha aumentado más de 40% en estos últimos dos años, de modo que se ha convertido en un formidable desincentivo para volver al trabajo.
Esta restricción, en suma, es el principal obstáculo para la plena recuperación de la economía norteamericana, y es lo que mantiene tan elevada a la tasa de inflación.
Entre la sequía y el superciclo
Brasil crece sobre la base de la inversión privada y el equilibrio fiscal.
El producto brasileño cayó 0,1% en el tercer. trimestre de 2021 en comparación con el trimestre previo y esto ocurrió con una industria que permaneció estable, mientras que los servicios aumentaron un 1,1%. Pero este es el dato estratégico central el sector agroalimentario se hundió un 8% al enfrentar la mayor sequía de los últimos 30 años. El producto agroalimentario es solo 6,9% del PBI, pero su importancia es tan decisiva en la economía brasileña que su caída afectó al conjunto. El sector agroalimentario es responsable de 44% de las exportaciones y de más de dos tercios de su superávit comercial, que alcanzaría este año a US$ 90.000 millones. Esto significa que los US$ 320.000 millones de reservas del Banco Central son obra directa de la producción agroalimentaria.
En los doce meses de 2021 el aumento del producto brasileño alcanzaría 5,1% / 5,3%, el mayor nivel de los últimos diez años. La cosecha de soja se concentra históricamente en el primer y segundo trimestre del año y a partir de allí se desató la brutal sequía que hundió el PBI agroalimentario en un 8%, el peor desempeño de la última década. El resultado fue que las exportaciones cayeron un 9,8% entre julio y septiembre, la mayor disminución desde que se llevan registro (1996), en tanto que treparon un 13,7% en el segundo trimestre.
La sequía afectó a todos los cultivos sin excepción. Brasil experimentó, en síntesis, un “choque climático” de extraordinaria envergadura en el tercer trimestre. Por eso, lo previsible ahora es que el producto agrícola trepe a +8,3%, o más, en 2022.
Un dato estratégico central de la economía brasileña es el aumento altamente significativo de la tasa de inversión que trepó al +19,4% del producto, el mayor nivel de los últimos diez años. Esto ocurre cuando la tasa de inflación ha superado 10% anual y en consecuencia el Banco Central ha elevado sistemáticamente la tasa de interés SELIC, llevándola a 10,7% en el año. Lo previsible ahora es una disminución de la tasa de crecimiento económico, que sería de 2,5% en 2022, acompañada por una reducción de la inflación, que disminuiría a 5% anual, o menos.
Es notable advertir que en el plazo de tres semanas el déficit fiscal cayó de 1,5% a +0,4% del producto, debido fundamentalmente a un alza de la recaudación que ha trepado casi 20% en el tercer trimestre. La secuencia de las mejoras fiscales de Brasil ha sido la siguiente: el déficit fiscal primario fue más de 10% del producto en 2020 y cayó a 1,1% este año, con una tasa de 0% en 2022, que incluso podría ofrecer un saldo positivo por primera vez en la historia de Brasil desde la década del 70.
La ecuación fiscal brasileña se ha modificado drásticamente desde la reforma de la Previdencia -sistema de jubilaciones y pensiones- de 2019, que por primera vez desde el Plan Real (1994) ha logrado colocar en un sendero de sustentabilidad a las cuentas del Estado.
La inversión privada
Esto es lo que le ha permitido a Brasil crecer nuevamente sobre la base de la inversión privada, incluyendo la proveniente de los fondos y empresas trasnacionales. Hay ya más de US$ 100.000 millones de inversiones confirmadas por las privatizaciones de puertos, aeropuertos y telecomunicaciones, a lo que hay que sumarles más de US$ 8.700 millones por la licitación de las redes 5-G que entran en funcionamiento en el primer trimestre de 2022, y que abarcan a todo el territorio brasileño.
Brasil, en suma, crece ahora sobre la base de la inversión privada, con una tasa de inflación que se reduciría a la mitad el próximo año; y cuando el sector agroalimentario espera un precio récord de los commodities agrícolas, como parte de un nuevo superciclo de las materias primas.
Ha habido un cambio estructural en Brasil en los últimos cuatro años, y ahora, correlativamente, se apresta a abrir sistemáticamente su economía que es una de las más cerradas del mundo, como lo acaba de adelantar al reducir el arancel externo común del Mercosur en 10%.
Todo ahora está sometido a la contienda presidencial que tendrá lugar en octubre/noviembre del próximo año, en las que habrá una completa, absoluta, polarización entre el presidente Jair Bolsonaro y Luiz Inacio “Lula” Da Silva, del Partido de los Trabajadores.