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El antídoto contra la tiranía

Miércoles, 29 de diciembre de 2021 00:00
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Al recibir sendos Premios Nobel de la Paz 2021, tanto María Ressa como Dmitry Murátov recordaron a anteriores galardonados, no porque fueran compatriotas en algún caso ni porque como colegas los uniera la pasión del periodismo que los había llevado a ese estrado sino porque las luchas y vocaciones de los antiguos premiados y los actuales siguen siendo las mismas, como iguales y más sofisticados son los métodos, amenazas y presiones para sojuzgarlos y silenciarlos. (Y sí, señores, el periodismo es una pasión).

El precio de la vida

Ressa recordó a periodistas aniquilados como Jamal Khashoggi y su brutal descuartizamiento en Estambul, los asesinados Daphne Caruana Galizia, en Malta; Luz Mely Reyes, en Venezuela, o Roman Protasevich, en Bielorusia; a Jimmy Lai anquilosándose en una prisión de Hong Kong, a Sonny Swe abriendo un portal de noticias apenas sale de sus 7 años de cárcel y en seguida debiendo huir de Myanmar, a Jess Malabanan (Reuters) exterminado en Malasia y al primer periodista que no pudo recibir su Premio porque languidecía en un campo de concentración, Carl von Ossietzky, Nobel de la Paz 1935 "por su ardiente amor por la libertad de pensamiento y expresión".

Dijo presentarse allí en nombre de ellos y de todos los periodistas del mundo que "se ven obligados a sacrificar tanto para permanecer fieles a sus valores y misión: transmitir la verdad y obligar al poder a rendir cuentas".

"He sido periodista por más de 35 años" añadió Ressa que en los últimos diez creó Rappler, portal de noticias desde el que denuncia las campañas de desinformación, censura y persecución que libra contra opositores y contra el periodismo independiente el presidente filipino Rodrigo Duterte, como la revocación de la licencia para operar a ABS-CBN, emisora que Ressa dirigía; las denuncias en su contra que, de prosperar, le significarían cien años de cárcel; su apelación en curso por la condena de "difamación cibernética" que recibió por publicaciones de hace ocho años cuando la ley que supuestamente violó ni siquiera existía; las penurias y muerte de varios colegas y las diez órdenes de arresto en su contra y las equivalentes fianzas que tuvo que pagar para salir y seguir trabajando en los últimos dos años aun cuando "lo que estaba destinado a intimidarme a mí y a Rappler solo nos fortaleció".

Comparó el momento histórico de cuando von Ossietzky recibió el premio bajo la sombra de muerte hitleriana y el actual, momento en el que todo periodista debe preguntarse "qué está dispuesto a sacrificar por la Verdad", momento en el que una cara de la moneda "son los periodistas, los viejos guardianes" y, "la otra es la tecnología, con su poder divino que permite que un virus de mentiras nos infecte a todos, enfrentándonos recíprocamente, exponiendo nuestros miedos, ira y odio y preparando el escenario en el que prosperan autoritarios y dictadores". Denunció que usos interesados de las redes multiplican la confusión y los antagonismos al reproducir las interpretaciones o el relato de los hechos en desmedro de los hechos en sí, con consecuencias impensadas que van desde un gusto personal hasta resultados electorales pasando por conflictos internacionales y finalizó exhortando a todos a sumarse al movimiento "­Hold the line!", que significará siempre un compromiso irrenunciable con la verdad, la libertad, los hechos y la preponderancia de los hechos ya que en cualquiera de sus muchas acepciones y en este caso- ¿no viene a ser lo mismo traducirlo como "­Aguanten!", "Resistan!, "­No aflojen!" o "­Mantengan el rumbo!"? porque "si no actuamos ya, nuestra democracia morirá porque cuando una mentira se repite mil millones de veces es más fácil de creer y al final se convierte en realidad". En definitiva: Ressa llama a contrarrestar la mentira con la verdad: ni la tecnología y sus infinitos riesgos ni el error malintencionado, nada justifica reglamentar la libertad ni abrir atajos para la censura. (Regla N§ 1: "los hechos son sagrados, la opinión es libre").

El graznido del halcón

Al igual que Ressa, Dmitry Muratov se desconoció como destinatario del Premio y reiteró que éste "es un reconocimiento a los compañeros caídos que dieron la vida por la profesión". Parafraseó a su compatriota Andrei Sakharov, Nobel de la Paz 1975, con quien coincide en que "los derechos cívicos y políticos son decisivos para moldear el destino de la humanidad... porque el desarme y la seguridad internacional son inconcebibles sin una sociedad abierta con libertad de información, libertad de conciencia y libertad de expresión ya que paz, progreso y derechos humanos están indisolublemente ligados entre sí". Se preguntó por qué era eso importante para el mundo y para él y lamentó que "hoy el mundo ha dejado de amar la democracia. El mundo se ha desilusionado del poder. El mundo ha comenzado a convertirse en dictadura: tenemos la ilusión de que el progreso se puede lograr a través de la tecnología y la violencia no a través de los derechos humanos y las libertades". Mencionó una posible guerra entre Rusia y Ucrania, citó la respuesta de Mihkail Gorbachov a un belicista "­Detén tu graznido de halcón!" y denunció las violaciones a los DD HH y las tensiones internas del poder en la Rusia actual.

Es testigo directo de gran parte de la escabrosa y dramática historia de la URSS.

Murátov advierte que “hoy se promueve morir por el país y no vivir por el país” y condena la vocación belicista del Estado de los dictadores “que han consolidado el camino de la violencia... porque (piensan que) amenazar al mundo con la guerra es deber de los verdaderos patriotas y evitar la sangre es de los débiles”. 

Dedicó su Nobel a sus colegas de redacción que perdieron la vida: Igor Domnikov, Yuri Shchekotschikhin, Anastasija Baburova, Stas Markelov, Natasha Estemirova y a la asesinada corresponsal en Chechenia Anna Politkovskaya, cuando a 15 años de su muerte ha expirado el plazo para buscar al autor intelectual del crimen, prescripción que su revista no reconoce mientras revindica a los periodistas vivos que cumplen con su deber profesional. 

Ineluctablemente, su alma eslava que al principio del discurso había recurrido a la ironía para enmascarar la emoción, volvió a recurrir a ella para cerrarlo pero esta vez para realzar la conclusión, recurriendo a la moraleja de un viejo proverbio árabe: “Aunque los perros ladren, la caravana continúa su marcha”. Desechando la interpretación que usan los políticos para menospreciar a los periodistas cuyos ladridos no pueden detener su avance (se creen la caravana), aventuró una nueva interpretación que contradice la anterior y que, a su entender, lo que en realidad significa es que “la caravana avanza porque el perro ladra, y que solo puede avanzar con los perros ladrando a su alrededor y gruñendo a depredadores en el desierto” Y lanza su grito de guerra como garantía de paz a la infinita estepa virtual: “¡Sí! ¡Ladramos, gruñimos y mordemos! ¡Con nuestros dientes afilados y nuestra mordida fuerte! Somos el requisito previo para el progreso. Somos el antídoto contra la tiranía”.

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