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Evacuadas en principio y con matices las eventuales dudas sobre la eficacia de las varias vacunas para la COVID-19, las cuestiones a resolver hacia adelante parecen limitadas a la necesidad de multiplicar la producción y la urgencia por lograr equidad en la distribución, un punto sobre el que organizaciones sanitarias y políticas ya se pronuncian abiertamente y con quejas hacia los países más poderosos.
Lo que queda a la vista, según estudios y estadísticas, es que con las vacunas se repite de alguna manera el esquema de poder mundial: los países de mayor poderío económico compraron casi todas las dosis que se producirán en 2021 y los más pobres no lograrán siquiera inmunizar a sus poblaciones de riesgo. La jugada no parece muy inteligente: un estudio de la Universidad de Duke en EEUU del que dio cuenta una nota de la BBC sobre la forma en la que se distribuyen las vacunas advierte sobre otro grave peligro de salud pública a nivel mundial. Los expertos consideran que, de continuar como va el actual sistema de distribución, el virus podría seguir mutando y hacer ineficientes las actuales vacunas.
"La principal preocupación es que los países de ingresos bajos y medianos simplemente no tendrán suficientes vacunas y que las personas que viven en países ricos estarán protegidas mientras el virus se propague en los países más pobres. Si se desarrolla de esta manera, todos sufriremos más, tanto en términos de impacto sanitario como económico", explicó Andrea Taylor, al frente de la investigación.
Los resquemores ya no se disimulan: mientras la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) cuestionó la "creación de mecanismos que limiten las exportaciones de vacunas e insumos médicos a terceros países, como el creado por la Unión Europea", la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja (FICR) alertó que el 70% de las dosis fueron administradas en países más ricos.
El Vaticano sumó un pronunciamiento similar: pidió "promover" la producción local de vacunas en América Latina, África y Asia, y "aliviar" la deuda de los países más pobres para liberar fondos que permitan fortalecer sus sistemas de salud. Aún así, la semana también reservó algunas buenas: primero, la validación científica mundial de la rusa Sputnik V, y su anuncio de que aumentará su producción en el exterior; segundo, el dato de que América Latina recibirá más de 31 millones de dosis a través del sistema Covax, la coalición liderada por la OMS para buscar una distribución más justa de estos fármacos.
Pero el pronunciamiento de la Celac fue toda una novedad, en principio porque el organismo que reúne a todos los países del continente -a excepción de EEUU y Canadá- no tiene una vida muy activa. La organización regional reclamó que se respete la resolución 74/274 de la Asamblea General de la ONU "en la que se solicita fortalecer las cadenas de suministros que promuevan y garanticen el acceso universal, justo, transparente, equitativo, eficiente y oportuno a los medicamentos, vacunas e insumos médicos para enfrentar la pandemia por COVID-19".
Los responsables de la iniciativa Covax dijeron que casi todas las dosis que espera entregar en esta fase inicial son de la vacuna del laboratorio sueco-
británico AstraZeneca y de su socio de India, el Instituto Serum, y para la región de América Latina la previsión es repartir 31.890.110 dosis.