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El padre de la antiutopía, Evgueni Zamiantín, escribió un libro maravilloso que se convirtió en la primera víctima de la censura soviética cuando se prohibió su publicación en 1921: Nosotros.
En él, Zamiatín imagina una sociedad en la que la felicidad, el orden y la belleza sólo pueden ser alcanzadas mediante la ausencia de libertad y de acuerdo con los principios inflexibles de la matemática y del poder absoluto. Zamiatín conocía como nadie los laberintos del autoritarismo encarnados en el zarismo primero, en la Revolución después y finalmente, en el socialismo soviético. Esta vivencia sutil e inescrutable sufrida en carne propia a lo largo de toda su vida se trasladó en cada una de sus páginas. "Si la libertad del hombre = cero, este no comete crímenes. Esto está claro. El único medio para librar al hombre del crimen es liberarlo de su libertad".
La primera solución a la pandemia que les vino a la mente a nuestros gobernantes fue privarnos de toda nuestra libertad. Encerrarnos.
Los reflejos de Gildo
Rápidas de reflejos, algunas de las provincias feudales que conforman el medioevo argentino persistieron en la aplicación de esta medida de manera indefinida. Parafraseando a Zamiatín: "El único medio para librar al hombre del contagio es librarlo de su libertad".
Esto se hizo mediante una represión policíaca que, en no pocos casos, todavía hoy raya en lo descabellado e ilegal. Que logró naturalizar la existencia de "centros de detención"; instalaciones brutales, precarias, arbitrarias e injustas, objeto de denuncias de todo tipo que, en el paroxismo de la paradoja, propician las condiciones necesarias para propagar la epidemia. Enfermos y sanos, todos juntos y amontonados en un mismo "centro de detención" bajo el pretexto de querer contener el contagio comunitario.
La provincia de Formosa, gobernada desde hace cinco lustros por Gildo Insfran, es epítome de la barbarie; persigue a las mujeres embarazadas que se escabullen y esconden en los montes para evitar ser separadas de sus bebés. Y ha implementado un programa de esterilización forzada para evitar el embarazo adolescente. "El único medio para librar a la mujer del embarazo es librarla de su fertilidad".
Por supuesto que todos queremos solucionar el problema del embarazo adolescente no deseado, pero ¿es la solución la implantación forzada de dispositivos anticonceptivos? ¿Acaso no sería mejor recorrer el camino de la educación? ¿No debería ser éste el único camino, "siempre"?
Parece ser que, para el Gobierno y las decenas de organizaciones de derechos humanos que le son funcionales hay cosas que está bien defender y otras que está bien seguir ignorando. Tampoco a sus seguidores parecen molestarles las contradicciones barbáricas en las que caen cuando se busca justificar lo injustificable.
El Ministerio de la Verdad
La distorsión del lenguaje es intencional. Y es funcional al sostenimiento de la mentira y el relato. La tergiversación y la negación sistemática de la realidad puede terminar cambiándola o generando un sentimiento de alienación y extravío tal en la sociedad que ésta pierde la capacidad de discernimiento sobre qué es verdad y qué no. Sobre quién tiene razón sobre algo y quién no. O todo esto junto. Para el caso da lo mismo.
Así funcionan los falsificadores de la realidad. "Esa gente aceptaba a ojos cerrados las más flagrantes adulteraciones de la verdad al no captar los alcances de la enormidad de lo que de ella se exigía, y no sentía suficiente interés por la vida pública como para advertir lo que estaba ocurriendo. Al no comprender se salvaban de perder la razón. Lo creían todo y el creerlo ningún daño les producía, porque la mentira no dejaba en ellos residuo alguno, como un grano de maíz que pasa por el organismo de un ave sin ser digerido". "1984", la más famosa novela distópica de George Orwell.
En ella el Ministerio de la Verdad falsea los datos en beneficio del partido gobernante. Deben mentir todo el tiempo sobre todos los temas sin el menor descaro ni prurito alguno en pos de sostener una ficción en la que todo es irreal. Y para ocultar el hecho de que todas las "verdades fundamentales" que usan como puntales del relato son falsas también. Falacia sobre falacia van armando una fantasía que tiene una lógica irracional. Así y todo, siempre encuentran adeptos dispuestos a creer en todas sus mentiras y a defenderlas con un fervor casi religioso. Y autoritario.
El caso Wikipedia
Cualquier parecido con la experiencia cotidiana no es mera coincidencia. Muy recientemente, un artículo del historiador Luis Alberto Romero en La Nación muestra las distorsiones introducidas en cientos de artículos sobre historia argentina en Wikipedia, un bien público no oficial.
El Ministerio de la Verdad está reescribiendo la historia. Premonitorio, Orwell quiso advertirnos sobre los peligros de la manipulación del lenguaje y de la historia, y sobre el control de las masas a través del miedo y de la mentira. Parece que ya es demasiado tarde.
Este es un gobierno que armó todo un relato sobre el abuso de los ricos a los pobres creando una lucha de clases que no existía y que enarboló como propia la lucha por la abolición de los privilegios.
Que basa todo su discurso en una pretensión de igualdad que no se condice con la realidad.
Un mundo nada feliz a 451ºF
El escándalo de los vacunatorios VIP puso de relieve que sí existe una casta privilegiada -otra- y dejó al desnudo al relato. Lo vació de contenido. Existe la casta del poder y de los amigos del poder. Una nueva oligarquía que administran para ellos las pocas vacunas que existen y que deben estar destinadas al personal médico esencial y a los adultos mayores, los más expuestos a la pandemia.
La mentira de la “cuidadanía” quedó al descubierto. Mientras, siguen distribuyendo el relato del cuidado y de la campaña de la vacunación cual “suma de la felicidad” a una sociedad infantilizada que cree que tiene derecho a gozar de todo sin responsabilidad, obligación o costo alguno. Sin embargo, mal que les pese, la fantasía de la felicidad perpetua y de la abolición de clases que imaginó Un mundo feliz quedó destruida por ellos mismos. Por su amoralidad. Y por su propia torpeza. Sólo que nadie parece registrarlo todavía.
Como dijera alguna vez el filósofo Peter Sloterdijk, “Desde siempre, lo peor es la alternativa a lo grave”. Así, incapaces de reconocer sus errores redoblaron la apuesta hasta lograr llegar a un nuevo escándalo, el que involucró a Beatriz Sarlo.
Y en este desfile de distopías que vamos presenciando una a una todas juntas, el trendic topic fue #Farenheit451 ya que, con ese fervor religioso del que hablaba antes, no pocas personas propusieron y realizaron una quema de libros de la ensayista. Con mucha ironía, la convocatoria la hizo una persona que se dedica a vender libros y que —aún así— no pudo resistir el impulso de convertirse en la Guy Montag postfascista de este subdesarrollo intelectual argentino.
No es acertado emitir juicio de valor alguno sobre la autora, su pensamiento o su accionar. Sería algo irrelevante y fuera de lugar. Sin embargo, que la respuesta a una situación dada sea una quema de sus libros habla de un enanismo mental, de un autoritarismo y de una barbarie que asusta. El autoritarismo genera autoritarios y -círculo vicioso difícil de cortar- mayor autoritarismo.
EL Señor de la Nada
“¿No está claro que admitir que el ‘yo’ puede tener ciertos ‘derechos’ respecto al Estado es exactamente lo mismo que admitir que un gramo puede equilibrar una tonelada? De ahí la división: a la tonelada los derechos, al gramo las obligaciones. Y el único camino desde la insignificancia a la grandeza: olvidar que tú eres un gramo y sentirte una millonésima parte de la tonelada”. La justificación del Estado absoluto. No nos damos cuenta, pero detrás de cada cinismo, de cada tergiversación o mentira, de cada relato mágico y absurdo con el que el que este gobierno nos aliena cada día de cada semana se esconde esta premonición escrita 100 años atrás por Zamiatín.
Si hay algo que las antiutopías enseñan es que no son los paraísos que sus respectivos regímenes se empeñan en venderles a las sociedades por ellos sometidas y que nunca, nunca, NUNCA terminan bien. Como describe a la perfección William Golding en El Señor de las Moscas las sociedades distópicas primero suprimen la bondad natural del hombre para luego acallar toda razón y cordura en esa sociedad. Y cuando la maldad y el deseo del poder se hacen del gobierno, buscan, desbocados, eliminar todo vestigio de orden y de civilización cual cruzada reivindicatoria.
Falacia sobre falacia han construido un castillo de naipes y, cada día, son más evidentes las contradicciones entre las “causas nobles” que declaman perseguir y la perversión de los resultados que obtienen. Cada día es más difícil poder seguir persistiendo en la mentira. Entonces el castillo de naipes se derrumba. Luego de siglos de sembrar vientos es lógico esperar cosechar tempestades. Y el vacío de poder tan temido asoma por cada resquicio que se abre.
Solo que, esta vez, corremos el riesgo de que esta caída arrastre a mucho más que a un gobierno. Puede terminar con toda la institucionalidad. Puede acabar con la República como la conocemos. Puede acelerar -más- la caída por esa pendiente hacia el autoritarismo, la barbarie y esa oscuridad feudal por la que nos vamos deslizando hace décadas.
Sigamos quemando libros y sentémonos a esperar a nuestra propia versión de la Noche de los cristales rotos (**). Total, ya sabemos que la Argentina Sísifa es incapaz de terminar, por sí sola, con el maleficio y evitar repetir la farsa de la farsa de la farsa de la tragedia original. A menos que decidamos hacer algo distinto. Claro.
* Distopía: sociedad imaginaria bajo un poder totalitario o una ideología determinada, según la concepción de un autor determinado, que sería lo opuesto a la utopía.
** La noche de los cristales rotos (9/10 de noviembre de 1938) es el lanzamiento de la campaña genocida ejecutada por los nazis contra los judíos.