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Dos investigaciones científicas concluyeron que las células inmunes importantes sobreviven en la médula ósea de las personas infectadas con el virus de la COVID-19 o inoculadas contra él y de acuerdo a estos estudios "la inmunidad al coronavirus dura al menos un año, llegando a mejorar con el tiempo, en especial después de la vacunación, lo que permitiría que se extienda incluso por toda la vida", consideraron.
Ambos estudios sugieren que la mayoría de las personas que se recuperaron de la COVID-19, y que luego fueron inmunizadas, no necesitarán refuerzos.
Sin embargo, las personas vacunadas que nunca se infectaron probablemente necesitarán las inyecciones, al igual que una minoría que se infectó pero no produjo una respuesta inmunitaria sólida.
El estudio, publicado por Nature, concluyó que las células que conservan una memoria del virus persisten en la médula ósea y pueden producir anticuerpos cuando sea necesario.
El otro estudio, publicado en línea en BioRxiv, un sitio de investigación en biología, encontró que las llamadas células B de memoria, continúan madurando y fortaleciéndose durante al menos 12 meses después de la infección inicial.
Las células B de memoria, producidas en respuesta a la infección con SARS-CoV-2 y mejoradas con la vacunación, son tan potentes que frustran incluso las variantes del virus, lo que anula la necesidad de refuerzos, según Michel Nussenzweig, inmunólogo de la Universidad Rockefeller, director del estudio sobre la maduración de la memoria.
"Las personas que se infectaron y se vacunaron tienen una respuesta excelente, un conjunto excelente de anticuerpos, porque continúan desarrollando sus anticuerpos", dijo Nussenzweig, y aclaró que espera "que duren mucho tiempo".
Es posible que el resultado no se aplique a la protección derivada de las vacunas solamente, ya que puede ser que la memoria inmunológica se organice de manera diferente después de la inmunización, en comparación con la que sigue a una infección natural.
Eso significa que las personas que no tuvieron coronavirus y fueron inmunizadas pueden eventualmente necesitar una vacuna de refuerzo, explicó Nussenzweig. "Eso lo sabremos muy, muy pronto", dijo.
Para observar las células B de memoria específicas del nuevo coronavirus, los investigadores dirigidos por Ali Ellebedy -de la Universidad de Washington en St. Louis- analizaron la sangre de 77 personas en intervalos de tres meses, comenzando un mes después de su infección.
Los niveles de anticuerpos en estos individuos disminuyeron rápidamente cuatro meses después de la infección y siguieron disminuyendo lentamente durante meses.
El equipo del doctor Ellebedy obtuvo muestras de médula ósea de 19 personas unos siete meses después de haber sido infectadas. Quince tenían células B de memoria detectables y cuatro no, lo que sugiere que algunas personas pueden tener muy pocas células o ninguna.
Los hallazgos refuerzan la idea de que las personas que se recuperaron de COVID-19 deben vacunarse, sugirió Elle bedy.